Sección 'Roberto Gómez Bolaños'
Chespirito:
el mexicano universal
Hoy inauguramos en Espoiler la sección "Grandes Creadores de TV", en la que haremos —cada vez que se nos antoje— la semblanza de un guionista imprescindible de cualquier época, alguien que haya revolucionado la pantalla pequeña. Por una razón industrial, o demográfica, aparecerán por esta sección más yanquis que otra cosa, pero no solamente yanquis. Pasarán por aquí desde Mel Brooks hasta J.J. Abrams y Aaron Sorkin, pero sin olvidarnos de Narciso Ibáñez Menta (el papá de Chicho Ibáñez Serrador), ni de Ricky Gervais, ni de Rodrigo García, ni de Fernando Gaitán.
Por razones de principios, debo empezar por el más grande de todos, que nació y todavía vive (cumplirá 80 años en febrero) en el país que está debajo de los Estados Unidos. Sin él, mi infancia habría sido una sucesión de estupideces.
Roberto Gómez Bolaños ('Chespirito')

La frase no puede ser más sincera. Roberto Gómez Bolaños (Chespirito) la dijo en una de las tantas entrevistas que concedió a lo largo de su carrera, y trae a cuento cuál fue su prioridad a la hora de escribir. Lo hizo para todo el mundo, y sin ninguna pretensión de convertirse en un clásico, cosa que —de todos modos— no pudo evitar.
Hijo del ilustrador mexicano Francisco Gómez Linares y de Elsa Bolaños, una secretaria bilingüe, Chespirito fue el segundo de tres hermanos. Nació el 21 de Febrero de 1929. A los seis años quedó huérfano de padre, un golpe tremendo que obligó a Elsa a hacerse cargo de la familia. Fueron tiempos duros, que sin embargo el creador del Chavo del Ocho —otro niño huérfano y pobre— recuerda así:

—Mi mamá era tan sensacional que nunca me dí cuenta de que andábamos pobres. Nunca me compró una bicicleta, un tren eléctrico, pero nunca me faltó una pelota. Fui feliz. Ella se mataba trabajando, pero de eso me dí cuenta después.
Antes de convertirse en actor, autor, compositor y director, Chespirito incursionó en el boxeo y cursó estudios de ingeniería. De todos modos, no tardó demasiado en descubrir que lo suyo iba por otro lado. A los 22 años comenzó a trabajar como redactor publicitario, y de allí pasó a escribir libretos para radio y televisión en programas de humor.
A toda carrera
A lo largo de su carrera profesional, Chespirito escribió unas sesenta mil páginas para televisión, creó frases y personajes inolvidables, llegó a capturar a una audiencia de 350 millones de personas de todas las edades, y sus programas se transmitieron en países de América, Europa, Asia y África.

En la década del cincuenta se consolidó como guionista de radio y televisión. También hizo guiones de cine y dio sus primeros pasos como actor. Sin embargo, lo que más hacía era escribir. Entre los primeros años de la década del sesenta escribió guiones para Cómicos y Canciones y Estudio de Pedro Vargas. Por entonces, aquellos eran los programas más vistos de la televisión mexicana.
En 1968, la Televisión Independiente de México lo convocó como autor y le dio la libertad necesaria para hacer lo que quisiera en media hora por semana. Aquel fue el comienzo de Los Supergenios de la Mesa Cuadrada y de El ciudadano Gómez, y de su consolidación como actor. Dos años después, el programa pasó a ocupar una hora y se llamó, directamente, Chespirito. En ese espacio nacieron El Chapulín Colorado y, un año más tarde, El Chavo del Ocho.
—Con El Chapulín Colorado quería hacer, guardando las proporciones debidas, lo que hizo Cervantes cuando abundaban y hostigaban las novelas de caballería —dijo—. Que fuera rojo fue una coincidencia. Hubiera querido que fuera verde, pero no se pudo por razones técnicas.
El éxito fue inmediato, al punto que cada uno de los personajes tuvo un programa propio. El Chompiras, los chifladitos Lucas Tañeda y Chaparrón Bonaparte, el ciudadano Gómez y el Doctor Chapatín fueron otras de sus tantas creaciones.
Aquí, allá y en todas partes
En 1995, Emilio Azcárraga, director general de Televisa, tomó la determinación de levantar el programa. Se dijo que la decisión respondió a diferencias insalvables con el autor de El Chapulín Colorado. Lo cierto es que, por lo que haya sido, un día llegó el final de esta extraordinaria comedia humana.
A lo largo de veinticinco años en el aire y de 1250 capítulos emitidos de El Chavo del Ocho y El Chapulín Colorado, la pluma de Roberto Gómez Bolaños cautivó a varias generaciones de todos los puntos del globo, e incluso superó la barrera idiomática entre latinos y norteamericanos.

El apodo con el que se lo conoce fue obra de un director de cine mexicano, Agustín P. Delgado. Chespirito se desprende de “pequeño Shakespeare” o, mejor todavía, de “Shakespeare chiquito”, y viene a cuento no tanto por el metro sesenta de estatura de Gómez Bolaños, sino por su talento para escribir diálogos prolíficos y geniales, que a su modo recordaban a los del célebre dramaturgo inglés.
Si Shakespeare volviera a nacer, sin duda sería guionista. A lo mejor, quién sable, podrían decirle Chespirito.