Sección 'Rubicon'
Rubicon, o dormir
con los ojos abiertos
Después de ver Wayward Son, el episodio doce de Rubicon, uno esperaba otra cosa del último capítulo de la temporada —hablo de You Never Can Win—. Como mínimo, esperaba que mantuviera la intensidad del episodio anterior, con un final a la medida.
Sin embargo sucedió otra cosa, algo un poco decepcionante, aunque tampoco tan terrible como para renunciar a esta serie de por vida, en caso de que —eso espero— haya una segunda temporada.
La cosa es así: luego del primer episodio de Rubicon dije que estábamos en presencia de un thriller, aunque el piloto ya dejaba ver que se trataba de "un thriller con el sello propio de la cadena AMC: reflexivo y con tiempo —con todo el tiempo necesario— para narrar y meternos en la historia". Eso fue lo que dije.
Por lo tanto no le exigí mucho más a los capítulos sucesivos: la serie se estaba construyendo a sí misma, con un tiempo propio, sin los apuros sanguinarios del mercado, y en consecuencia acepté de buena gana respirar a ese ritmo durante los capítulos que fueran necesarios.
Semanas después tuve la sensación, y la comenté con ustedes, que la serie parecía estancada entre los episodios seis y nueve, que la vida del analista político Will Travers (James Badge Dale) no avanzaba demasiado, pero que sin embargo, de a poco, Rubicon estaba tomando envión, como habia comenzado a sugerir el episodio diez, pero sobre todo como había dejado en claro el once.
Y entonces vimos Wayward Son, el capítulo doce, y entendimos todo. Hasta allí había llegado el tiempo lógico —y propio, insisto— que había necesitado Rubicon para construirse: el tiempo necesario para articular la trama, darle un sentido, generar la atmosfera y luego llegar a un climax que certificaba que por fin estaba sucediendo algo, algo definitivo y total, no sólo en la vida de Will Travers sino en la de todos los hombres del mundo.
Llegados a este punto, insisto, el último episodio nos deja con una sensación extraña, como si la trama, en lugar de haber progresado por su cauce natural, de pronto hubiera regresado al punto de acción de los epiosodios anteriores. Y ahora vuelta a arrancar...
Tápense los oídos quienes aún no vieron nada, porque no puedo contenerme de soltar esta inquietud. Sé que se veía venir: ¿pero no los descolocó un poco que Andy (Annie Parisse) terminara siendo lo que es? ¿No les pareció una pésima decisión arremeter con esta subtrama exportada de otra clase de historias? Y para algunos descreídos que aseguraban que la aparicion del revólver chejoviano era menor: allí tienen.
La acción de la historia estuvo contenida y condensada en los ojos del pobre analista Will Travers, abiertos —siempre abiertos— mientras todos a su alrededor parecían dormir un sueño tranquilo. Y ahora que sus ojos se abrieron definitivamente, que el rompecabezas mostró su forma innegable, ¿sólo esto?
No quiero decir que Rubicón no haya funcionado. La veré, sin dudas, en al segunda temporada, si es que la tiene. Pero esperaba algo más que el trébol del episodio final.
Rubicon S01E12:
un corte en la yugular
Hoy pensaba escribir sobre otra cosa, pero es necesario que me detenga en el episodio doce de Rubicon: Wayward Sons. Al menos como alerta para aquellos que no están siguiendo la serie, o para los que abortaron la misión en el episodio cinco.
Sé que ya dije algo parecido el lunes, pero repito: no había visto el episodio doce. Había visto el once, donde ya todo parecía levantar vuelo. Sin embargo, el doce le da un sentido a cada una de las aparentes inercias de los primeros capítulos. Y en eso me quiero detener un momento, sin soltar ni un solo espoiler (a ver si me sale).
Rubicon es una serie a la que no se le pueden reprochar baches técnicos, ni de calidad. Es cine, como todo lo que hace la AMC (nuestra nueva cadena favorita). También es una serie perfecta a un nivel actoral y de guión.
Sin embargo, yo mismo parecí claudicar cuando pasaban los episodios y la vida de Will Travers (analista político envuelto en una trama que lo supera) no avanzaba.
Pero el episodio doce es tan bueno (o, en realidad, lo que ocurre en el episodio doce) que te obliga a volver a ver la serie completa desde el inicio para entender pequeños guiños, para ver lo que ocurre cuando creíamos que no ocurría nada.
Y no sólo eso. El episodio doce de Rubicon hace que la segunda temporada sea necesaria, porque yo quiero ver lo que ocurre en el mundo después de… No. Dijimos que sin espoilers.
Hoy tenía otra cosa para contar, lo dije al principio. Pero no podía dejar de cruzar el Rubicon.
Larga vida a los
lunes del cable
Las tres televisiones por cable usamericanas (HBO, Showtime y AMC) están haciendo todo lo que pueden para desterrar la idea —ya mítica— de que el lunes es el peor día de la semana.
Está bien, es cierto: ellos emiten cuatro de sus mejores series el domingo. Pero para nosotros, con la traducción de por medio, ya es el fastidioso lunes.
¿Fastidioso? ¿Cómo puede fastidiar un día que nos trae a Dexter, a Mad Men, a Boadwalk Empire y a Rubicon? A mí lo que me fastidian son los domingos, que solamente ponen Metalocalypse.
Los cuatro dramas de los lunes están cada vez más apasionantes. Pequeño resumen con algunos espoilers:
Dexter
Estamos en la quinta temporada (hoy se emite el tercer episodio). Hay un clima muy enrarecido en la serie a causa de la muerte de Rita; por suerte los huerfanitos han desaparecido de la pantalla, porque esa historia ya no daba para más. Su salida de escena fue abrupta, es verdad, pero necesitábamos con urgencia ver más sangre y más psicopatía. Estamos llegando al hueso, y la serie, así como está, es imperdible.
Mad Men
¿Qué se puede decir a estas alturas? ¿Qué es lo mejor de la historia de la tele? Es que eso ya lo han dicho todos. Yo puedo aportar poco a la admiración general. Quizá solamente pueda hablarles a aaquellos que todavía no ven Mad Men. Les diría: “soporten los primer cuatro episodios de la primera temporada, ese es el derecho de piso”. Mad Men está en su cuarta temporada, hoy se emite el penúltimpo episodio, llamado “Blowing Smoke”.
Boardwalk Empire
Como dijimos hace un par de semanas, la serie de Scorsese empezó mostrando mucho dinero. Quizá tanto como para hacer sombra al enorme talento de su producción. Ahora, que ya vi tres capítulos, me olvidé por completo de la superproducción y estoy disfrutando como un chancho de una historia apasionante. Es The Sopranos, obviamente. Es lo mismo, con un enorme componente histórico. Buscemi está increíble, y también Michael Pitt. Como si eso fuera poco, Paz de la Huerta nos está entregando unos desnudos integrales que no sabemos si agradecer a ella o a los guionistas.
Rubicon
Dejo para el final a este drama psicológico de AMC porque es el más difícil de catalogar. Como en el caso de la primera temporada de Mad Men, es una historia complicada para entrar, pero conforme nos vamos introduciendo al mundo del análisis político nos va carcomiendo un virus del que ya no podremos salir. La serie parece estancada en los episodios 6 a 9, pero está tomando envión. El episodio 11, de la semana pasada, es bestial. Hoy se emite el penúltimo, y todo confluye para que se convierta en la tercera de culto que emite la AMC. (Y cuidado, porque en breve llega The Walking Death, que será la cuarta.)
Larga vida a los lunes, entonces. El mejor día de la semana, de lejos.
Will Travers:
un espía sin glamour
Hay una máxima de Chéjov bastante conocida, la del revólver. No la encuentro para citarla textual, pero la idea de Chéjov es que cuando en la ficción aparece un revólver —lo más probable es que sea al inicio de un relato—, debemos dar por sentado que, en algún momento, el arma disparará.
Will Travers (James Badge Dale), el protagonista de Rubicon, es un agente secreto. No es James Bond, no es Jack Bauer, tampoco es Maxwell Smart. Imposible ver a Will seduciendo a bellas mujeres, pilotenado helicópteros, diparando una Beretta 950 o intercambiando mensajes con su jefe en el cono del silencio.
"Es una serie de ficción pero en algunos aspectos refleja el mundo en el que vivimos", explica el propio James Badge Dale (que también tuvo una labor destacada en The Pacific), en una conversación telefónica con El País, que casualmente aparece en la edición de hoy.
Will es un empleado a sueldo, un funcionario gris y aburrido, un burócrata taciturno que pese a ser joven ya peina canas.
Está cansado, pobre Will. Le pasaron cosas feas en la vida. No tiene demasiados incentivos para seguir adelante, salvo su enorme capacidad para descifrar códigos rebuscadisimos, ocultos en los lugares más insólitos.
Hasta que algo sucede —lo vimos en el piloto—, y entonces Will despierta del letargo para entrar en acción. Gradualmente su vida de empleado gris comienza a cambiar de color, y un buen día, como quien no quiere la cosa, en sus manos aparece un revólver.
Hay una escena buenísima en el último episodio de Rubicon, que voy a contar por arriba (tápense los oídos, si quieren, pero les juro que no es para tanto).
Will acaba de sorprender a un hombre que lo viene siguiendo en la calle, entre las sombras. Empuña el revólver contra el desconocido, que se sabe indefenso.
—¿Tienes idea de lo que hago para vivir? —le pregunta, nervioso y enojado—. Tengo acceso a todas las bases de datos que existen del gobierno. Dame el número de la cola de una avión a propulsión que acaba de aterrizar en Bielorrusia, y en un par de horas te diré quien iba a bordo, donde están ahora y todo lo que ha comido la semana pasada.
Dice eso, revólver en mano, pero no dispara. Lo que hace es algo mucho mejor: gatilla la cámara de fotos de su teléfono móvil frente al rostro del acechador, y después se va, cauteloso. Eso le basta para comenzar a saber quién está detrás de sus pasos. Porque en el mundo burocrático de Will, la información que proporciona un rostro puede ser más letal que un disparo.
Conclusión: hasta el momento, en la burocrática, gris, pausada, silenciosa y sobre todo realista Rubicon, la máxima de Chéjov sigue sin cumplirse.
Y este detalle, entre muchos otros, es lo que hace que Rubicon sea una historia de espías distinta a las demás.
Hay que ver Rubicon. Se está poniendo cada vez mejor.
AMC: ¿No hay
dos sin tres?
Las dos primeras series en la historia de la cadena AMC —me refiero a Mad Men y Breaking Bad— lograron ubicarse entre las mejores historias de la televisión actual. Casi un milagro: un cien por ciento de efectividad y, al mismo tiempo, una enorme responsabilidad a la hora de parir la tercera.
La semana pasada, casi en silencio, la cadena puso en el aire el piloto de una nueva apuesta de ficción: Rubicon. Y entonces, morbosamente, todo el mundo se preguntó: ¿harán un triplete de genialidad? ¿Será también ésta una serie increíble? ¿Tendrá AMC la receta del éxito?
Quizás sí. O quizás no. Aquí es donde aparece la paradoja de los dos refranes: "no hay dos sin tres" dicen los optimistas. Y "la tercera es la vencida" dicen los pesimistas. ¿Pero qué dice el piloto?
Aquellos que disfrutan con dramas centrados en teorías conspirativas, en los que —al estilo Damages, aunque salvando las distancias— las cosas no son lo que parecen y lo que sucede en la superficie tiene otra explicación, pueden ponerse contentos: Rubicon va por esa línea.
Por lo que pudo verse el domingo, existe una "sociedad secreta", del estilo masónico, que parece manejar los hilos de la política mundial: no sólo la bolsa, las guerras y el petróleo, sino incluso los costados antropológicos de la vida, del azar, de las catástrofes. Y por otro lado hay un joven brillante, Will Travers (James Badge Dale), que —por pura casualidad o por puro destino— comienza a desenmarañar los tejes y manejes de estos titiriteros invisibles.
Si todavía queda un lector culto en Espoiler (creo que después de los últimos posts futbolísticos se fueron todos a otra parte, y con razón) debo decir que encontré un paralelo entre la trama de Rubicon con la última trilogía de Javier Marías, esa larguísima novela llamada Tu rostro mañana, en donde el personaje de Jaime Deza trabaja para el Servicio de Inteligencia británico.
Will Travers tiene un trabajo parecido, junto con otros genios oscuros. Busca señales, códigos y guiños cotidianos de conspiraciones y secretos. En este caso, Will no tiene nada que perder, porque ya lo perdió todo: su mujer y su hija murieron en el 11-S, y él también podría haber muerto allí, pero tuvo la suerte —o la desgracia— de llegar tarde a la cita con ellas, que ese día lo esperaban en el World Trade Center, y seguir con vida.
Esa catástrofe personal convirtió a Will en un hombre destrozado (y puntual). Sigue trabajando, porque es lo único que le queda. Se dedica a analizar y descifrar códigos para la agencia de inteligencia federal de Nueva York. Está solo, muy solo, y para peor no puede hablar con nadie sobre lo que hace durante el día, encerrado en una de las millones de oficinas que pueblan la Gran Manzana.
Hasta que un día descubre algo, en los crucigramas de todos los periódicos (algo que sin duda es un mensaje en código) y eso que descubre será, justamente, lo que desencadena la historia. ¿Cruzar o no cruzar el Rubicón?
Rubicon es un thriller, sí, pero el piloto ya deja ver que es un thriller con el sello propio de la cadena AMC: reflexivo y con tiempo —con todo el tiempo necesario—, para narrar y meternos en la historia.
Por eso, quienes aún no hayan visto el piloto, no esperen mucho más de lo que cuentan las sinopsis. Rubicon promete, tiene clima y está muy bien, pero necesita tiempo. La serie comenzará a emitirse regularmente el 2 de agosto.
Lo que vi me gustó, pero también me dejó con una sensación de ansiedad negativa: ¿por qué me dieron este pedacito solamente? Hubiera preferido esperar una semana para el episidio dos, y no un par de meses.
La buena noticia es que, en medio, está ocurriendo el Mundial.
El piloto de Rubicon,
el domingo en AMC
Rubicon es una de las nuevas series de AMC, cuyo estreno está previsto para el 1º de agosto. Pero atentos, porque el próximo domingo —tan luego después del capítulo final de Breaking Bad—, la cadena emitirá el episodio piloto de esta nueva serie que tiene a James Badge Dale como protagonista. La idea es que los americanos que siguen las peripecias de Walter White queden enganchados para cuando arranque la serie.
Mientras tanto, veamos la promo.
Rubicon es un thriller político, otra historia de grandes conspiraciones, como la inminente The Event, pero con el toque especial de AMC.Nueva York, una agencia de inteligencia gubernamental, y un analista de mente brillante que no tiene nada que ver con nada —James Badge Dale—, y que terminará destapando una olla tremenda. En dicho destape descubrirá que sus jefes no son lo que aparentan ser.
En la serie también aparecerá la célebre Miranda Richardson, una dama de los negocios que será fundamental en esta historia de trece episodios sobre gente poderosa que maneja, en las sombras, la fluctuante marea de la política global. ¿Qué tal?
Atentos al domingo, y vayamos agendando el evento.