Sección 'Series policiales'
¿Estoy loco, en coma
o viajando por el tiempo?
Pocas veces la simpleza extravagante de un argumento me ha llamado tanto la atención (en un sentido marketinero), al punto de hacerme saltar del sofá e ir corriendo a descargar una serie. La trama de Life On Mars se explica rápido: un policía británico sufre un accidente de coche ridículo, nimio, azaroso, y cuando despierta está en el mismo barrio, sigue siendo policía, pero estamos en 1973.
¿No es un argumento, a priori, muy seductor?
En una trama como ésta hay muchos estilos narrativos posibles: el humor y la ciencia ficción son, quizás, los más destacables. Sin embargo, los creadores de Life On Mars escapan justamente de esos clichés. La serie es un policial filosófico. Hay poco humor y poca ciencia ficción.
Es un policial porque en cada capítulo se intenta desentrañar un delito. El problema (esto me encanta) no es el delito en sí, sino las complicaciones de un policía actual para utilizar las herramientas de hace tres décadas. En 1973 no existe toda la maquinaria propia de los CSI actuales: no hay base de datos para las huellas dactilares, no hay laboratorios de ADN, no hay casi nada. Además, la policía británica de entonces es corrupta, es borracha, es machista (es casi idéntica a la policía bonaerense actual). Con todo eso debe lidiar nuestro personaje, un inglesito casi pijo y acostumbrado al teléfono móvil y el orden jurídico del siglo XXI.
La parte filosófica también es maravillosa. Sam Tyler (John Simm) sabe que sólo pueden ocurrirle tres cosas: o está loco, o está en coma y soñando, o realmente está viajando por el tiempo. No cabe una cuarta opción, y eso le hace replantearse cada vez, paso a paso, su propio e incierto destino.
¿Qué debe hacer si está viajando por el tiempo? ¿Adaptarse a ese mundo y ser también corrupto y mediocre, o está allí para cambiar la metodología policial de entonces y modernizarla? Si está en coma, ¿no puede ser, quizás, que sólo haciendo las cosas bien pueda despertar y retomar su vida?
Sin embargo, casi siempre le da por pensar que está loco.
Life On Mars comenzó a emitirse en enero de 2006 y cuenta con dos temporadas cortas, de ocho episodios cada una. El último se emitió en abril de este año, y no hay prevista una tercera parte. En Espoiler recomendamos comenzar por el principio y saborearla lentamente.
De momento, sólo hay subtítulos para la primera temporada, pero ya hay gente noble trabajando en la segunda, que todavía no está completa en castellano. (Dios les conserve los dedos y el bilingüismo.)
¿Y cómo hago para ver esta serie?
Este post se autodestruirá
en cinco segundos
Si no hubiera existido la apertura musical de Lalo Schiffrin (o si hubiesen llamado a otro músico para la tarea) quizás recordaríamos a esta serie por alguna de sus muchas virtudes, pero la memoria auditiva no acepta sobornos. Mission: Impossible está recubierta por aquella cortina musical, hiperquinética y archifamosa, que nos ponía los pelos de punta y nos invitaba a sesenta minutos de aventura en blanco y negro. La serie se emitió a colores, ya lo sé, pero nuestros países todavía eran daltónicos.
Mission: Impossible fue un éxito rotundo de público y crítica. En su momento, le gustaba a todo el mundo: a las madres, los obreros, los niños y las ancianas. Comenzó a emitirse por la CBS el 17 de septiembre de 1966 y, después de siete temporadas arrolladoras, dejó este mundo el 30 de marzo de 1973. Pero no se fue para siempre, porque dejaría un reguero de secuelas, remakes y versiones libres.
La historia es simple: un grupo secreto comandado por Jim Phelps (el actor Peter Graves) tiene como objetivo desarrollar misiones complicadas, fuleras, enrevesadas. De ésas que todo el mundo diría: "ah señor, esto es imposible", y la dejaría de lado para otro momento.
El comando, por supuesto, está integrado por una serie de especialistas en algo. Cada cual era el mejor en su manualidad (estilo argumental que fue copiado, más tarde, por casi todas las series donde hubiera grupos, equipos, comandos y brigadas de cinco integrantes).
Según los objetivos de cada misión, a veces era necesario un especialista en electrónica, una chica guapa que distrajese al guardia, un forzudo que aportara brutalidad y pocas luces, un experto en convertirse en cualquier cosa, un loquito con toques cómicos, etcétera.
La época ameritaba que se luchase a favor del Mundo Libre, por lo que casi siempre el grupo debía perseguir y desenmascarar a gente rusa, china o comunista. (Han pasado cuatro décadas, y Jack Bauer sigue luchando contra lo mismo; sólo se sumaron los árabes).
Hoy en Espoiler recomendamos las temporadas uno y dos, no porque nos parezcan mejores o peores que las restantes, sino porque quizás sean las únicas que tienen subtítulos en castellano, gracias al trabajo inmenso de ArgenTeam. Las restantes emisiones están en versión original, así que quien sepa inglés estará de parabienes.
Ahora, que estamos en verano y tenemos morriña de 24, la CTU y sus casos difíciles, no está mal llevarse al camping un pack de estos abuelitos de Jack Bauer.
TV Intro con música de Schiffrin
¿Y cómo hago para ver esta serie?
The Wire: todo lo
contrario a una serie policial
Estamos acostumbrados a aceptar la elipsis en casi todas las series policiales. Incluso en 24, donde por regla no debiera haber baches en el tiempo.
La elipsis es la forma habitual de hacer más veloz una historia. El caso más exagerado de síntesis argumental se da en CSI, donde todo ocurre de un modo perfecto: los testigos hablan rápido, los acusados se desmoronan enseguida, los forenses llegan a tiempo a la escena, los jueces dictaminan pronto, los resultados de balística ocurren en un tris, etcétera. Esto no habla mal de un guión policial: al contrario. Es un pacto de suspensión de realidad entre el espectador y la narración. El objetivo es tener una trama cerrada en 45 minutos.
García Márquez decía que admiraba a los compositores de boleros porque podían contar una historia de amor en tres minutos mientras que a él le llevaba seiscientas páginas. Bien. CSI es un bolero. The Wire es El amor en los tiempos del cólera.
Quizá por esto The Wire ('La Escucha') es la obra más revolucionaria que ha ofrecido HBO después de The Sopranos. Sus guiones no sintetizan la acción, sino que desmenuzan la inercia. The Wire es lo contrario a las series policiales deductivas de hoy. Es la otra cara de la moneda, la cruz, en cada uno de sus lineamientos.
Si CSI es velocidad —pim, pum, a la bolsa—, The Wire está basada en el detalle: un solo caso puede durar una temporada completa. Si en CSI los protagonistas hablan demasiado, nunca duermen, lo explican todo en voz alta, verbalizan sin necesidad para integrar al espectador; los policías de The Wire trabajan en silencio, se quedan dormidos cuando tienen sueño. Fallan. Les importa un pito que más allá haya una teleplatea neófita.
The Wire comenzó a emitirse en junio de 2002 y la cuarta temporada acabó en diciembre del año pasado. La quinta, por gracia de Dios, viene en camino para 2008. Cada temporada está compuesta por doce (a veces trece) capítulos de una hora de duración. Las actuaciones son, en todos los casos, excepcionales.
En la primera temporada (la que recomendamos hoy en Espoiler) un grupo de policías de Baltimore intenta desbaratar una red de tráfico de drogas común y corriente. Nada del otro mundo. El obstáculo, en este caso, es que los testigos no hablan, los acusados no se desmoronan, los policías tienen familia y problemas para llegar a la escena del delito a tiempo, los jueces están más interesados en sus carreras que en la Justicia, balística no funciona siempre bien, la burocracia es agotadora, los micrófonos escondidos acoplan, los sargentos se emborrachan, el café está frío y los malos, muchas veces, son más nobles y mejores que los buenos.
The Wire es la verdad, lo real, lo que pasa en los arrabales de este mundo, en los verdaderos submundos norteamericanos. La grandeza del guión (asentado en un humor sutil, como el delineador invisible en una mujer que no parece maquillada) nos va llevando de la mano a una composición de lugar que bebemos de a sorbitos, sin prisas. No hay síntesis en esta trama, no hay finales apresurados. Es una larga y maravillosa película de trece horas de duración, repartida en una docena de capítulos magistrales.
Hay que tener un sillón muy grande. Hay que tener doce noches libres y cerveza fría. Porque estamos ante otra serie de HBO de ésas que, después de verlas por descarga, nos dan ganas de comprar los DVD originales para sentirnos seres humanos completos.
¿Y cómo hago para ver esta serie?
Grissom y el asesino
de las miniaturas a escala
En la séptima temporada de CSI Las Vegas, que se emitió en Estados Unidos desde septiembre de 2006 y hasta mayo de este año (es decir, hasta hace muy poquito), pasan cosas nuevas. Parece mentira, pero sí. Es inusual que una serie tan asentada, tan veterana y con espectadores ya fieles y cautivos, te sorprenda otra vez, y CSI lo hace. A fuerza de guión y de maestría.
El espectador de CSI ya no espera nada. La serie es solvente, los casos a veces están muy bien y otras veces no tanto, pero cumple la función de hacerte pasar 45 minutos pensando en la trama. Eso ya es mucho y nadie les ha pedido más. Pero de todos modos han vuelto a crecer. Eso es lo que hace de CSI un clásico.
En la última temporada hay un hilo narrativo inusual, original y —en ocasiones— grandioso. Se trata de un asesino serial atípico que, tras matar, deja en la escena del crimen una maqueta en miniatura con el detalle del asesinato a escala.
Todo es minucioso: el pequeño cuerpo inerte es siempre un muñeco vestido como la víctima, la sangre es sangre y está esparcida igual, dentro de los minúsculos cajones hay las mismas cosas que en los cajones originales, y todo, todo, es digno de un psicópata con mucho pulso, tiempo libre y, por lo menos, un toque de enfermiza genialidad.
Grissom se obsesiona con estos crímenes, por supuesto, y no puede dejar de pensar en ellos. Nosotros, como espectadores, tampoco. ¿Cómo es posible que alguien, en un lapso de tiempo mínimo, deje una maqueta idéntica a la escena del crimen? ¿La confecciona antes o después? Si es antes, ¿cómo sabe la postura final de la muerte? Si es después, ¿cómo logra armar una maqueta en tan poco tiempo?
Esta temporada (de 24 capítulos) es igual a todas, pero está salpicada por estos crímenes, que ocurren a veces, no siempre. Son el eje que nos lleva al misterio, y vamos descubriendo, muy lentamente, la obsesión de Grissom y su fascinación por lo perfecto. A Grissom lo seduce la genialidad con independencia de la moral. La muerte de otras personas es lo de menos, en tanto el hecho se consume con visos de perfección.
Estoy haciendo todo lo posible para que no se me escapen espoilers muy gruesos. Sólo he consignado las bases de una trama alucinante, la mejor de todas las que se han escrito en CSI. Y por eso recomiendo la descarga de esta temporada. Hay otras cosas que no cuento y que son igual o más impresionantes.
Si algún espectador se ha cansado de CSI, es hora de volver a maravillarse. Sus creadores han conseguido, tras siete años de emisión, una obra maestra que quedará en los catálogos de la mejor tele del mundo.
No esperen a que la pase Telecinco. No tiene sentido ver algo tan bueno mal doblado y con cortes de publicidad. ¿Quién prefiere la maqueta en miniatura pudiendo acceder a la escena original de un crimen perfecto?