Sección 'Swingtown'
Una serie para ver
con la esposa (de otro)
Acabo de ver (por fin hoy, entre tanto estreno) el episodio final de Swingtown, y no me queda tan claro que el intercambio de parejas haya resultado tan eficaz en la vida de estos matrimonios. Todo ha quedado patas arriba: los felices ahora están pensativos; los conservadores no saben qué hacer; la ultraliberal tiene que desintoxicarse y la familia normalita, la que podríamos ser tú y yo, a ésa, le ha tocado la peor parte.
Hace tres meses, cuando vi el episodio piloto ya hice en Espoiler una recomendación efusiva. En ese entonces, expliqué la trama, que es simple: estamos en Norteamérica, en el comienzo del verano de 1976. El matrimonio Miller (Susan y Bruce) se están mudando de barrio. No se van muy lejos, a tres o cuatro calles de su casa de toda la vida, donde criaron a sus dos hijos adolescentes. Son una familia normal.
Se mudan a una casa más grande, justo frente al hogar del matrimonio Decker (Tom y Trina) que no tienen hijos y viven una 'relación abierta'. Es decir que son swingers: intercambian parejas y ofrecen fiestas interesantes donde se pasea la coca, la marihuana y las pastillitas de colores. La parte guay de los setenta.
Estos dos matrimonios, junto a los Thompson (Roger y Janet, los más conservadores), vivirán aventuras muy filosóficas y sexuales; expandirán sus mentes, y cada grupo funcionará como maestro y alumno del resto.Es decir: Janet acabará enseñándole a doblar las servilletas a Trina, mientras ésta le vuela la cabeza con un brownie de marihuana.
Los ejes de la serie están puestos en la historia de los matrimonios, que está muy bien. Pero se ayuda con dos plots menores: la historia de amor de Laurie Miller, menor de edad, con su profesor de filosofía; y una trama todavía más minúscula: la soledad de Samantha, hija de un matrimonio reventado de drogas y alcohol.
Estas tramas alcanzan y sobran para componer un cuadro de situación que nos muestra la Norteamérica de hace treinta años, los gustos políticos y sociales de la época y, por sobre todo, unos personajes muy cálidos y palpables, realistas y tiernos, que nos hacen tragar la historia con sensibilidad.
Para darle de comer aparte: la actriz Molly Parker (Susan Miller en la ficción) a quien ya conocíamos como Alma Garret en Deadwood. Esta chica es una canadiense maravillosa que habla con los ojos. En los últimos cuatro episodios, cuando la vida de su personaje se pone complicada, es capaz de trasmitir todo con la mirada.
Menos me gustó Jack Davenport (Bruce Miller, y antes uno de los cinco grandes de Coupling), bastante correcto en su papel pero a veces demasiado gestual: se balanceaba, sin querer, para el lado de la sit-com. Pero es perdonable.
De los demás actores y actrices, la que mejores sorpresas trajo es Shanna Collins (Laurie Miller), la hija del matrimonio. Una chica muy extraña, que tiene mandíbula de caballo joven y, sin embargo, es guapa. Y también una buena actriz. Todo el tiempo me hizo acordar a Laura Ingalls con una mezcla de Jodie Foster con anorexia.
Si el lector no sabe de qué estuve hablando en estos párrafos, es porque todavía no ha descargado la primera temporada de Swingtown. Mal. Muy mal… A descargar ahora mismo, aprovechar el momento, que esta semana no es pecado.
Y sobre lo dicho aquí, que no haya preocupaciones: ésta no es una serie para destripar finales, no hay finales. Es de las buenas. Una serie para quien disfrute de Big Love, Six Feet Under y también Weeds. Paladares poco ansiosos, degustadores de escenas calmas, de miradas y complicidad. Que les aproveche mucho.
Swingtown, el mejor episodio
piloto en mucho tiempo
Hacía tiempo que no veía un comienzo de serie tan prometedor, así que escribo con alegría, pues no esperaba que junio (siempre tan raquítico) ofreciera algo semejante. Acabo de ver el capítulo piloto de Swingtown, amigos. Y no hay razón en el mundo para que no empiecen a bajarse la serie ahora mismo, incluso antes de pasar al segundo párrafo de esta reseña. Confíen.
Primero, hablemos de la historia. Estamos en Norteamérica, en julio de 1976, a horas del bicentenario de la independencia. El matrimonio Decker (Susan y Bruce) se están mudando de barrio. No se van muy lejos, a tres o cuatro calles de su casa de toda la vida, donde criaron a sus dos hijos adolescentes. Son una familia normal.
Se mudan a una casa más grande, justo frente al hogar del matrimonio Miller (Tom y Trina) que no tienen hijos y viven una 'relación abierta'. Es decir que son swingers: intercambian parejas y ofrecen fiestas interesantes donde se pasea la coca, la marihuana y las pastillitas de colores. La parte guay de los setenta.
Los liberales Miller ven por la ventana la llegada de los tradicionales Decker y se les hace agua la boca:
—¿Qué piensas de los nuevos vecinos? —preguntará más tarde Trina a su esposo.
—Parecen agradables —responde Tom—. Atractivos. ¿Estás interesada?
—Aún no lo sé —dice ella.
—Parecen un poco honestos y morales —aventura él—. Podrían ser algo difíciles de persuadir.
Pero ella responde, con una sonrisa encantadora:
—Lo fácil es aburrido.
Tres parejas, tres formas de vivir los setenta
Los Decker son exactamente como los vislumbra Trina: agradables, atractivos, honestos y morales. Y también muy amigos de una tercera pareja, los Thompson (Janet y Roger), que también parecen honestos y morales, pero no resultan demasiado atractivos y sí en cambio un poco pacatos.
Estos tres matrimonios configuran un croquis a escala de las relaciones interpersonales en los años setenta, tan tumultuosos para algunas familias y tan decentes para otras.
En la fotografía aparecen los tres matrimonios ubicados en orden moral: a la extrema izquierda los Miller, y a la extrema derecha los Thompson.
Bruce y Susan Decker están en medio, como se ve, pero riéndoles las gracias a la pareja demoníaca. Los viejos amigos santurrones, en cambio, permanecen rígidos y alertas. Él incluso parece abrazar a su esposa con menos amor que recelo.
Hay un cuarto matrimonio, los Saxton (Samantha y Gail) que aparecen brevemente en el episodio piloto, pero sospecho que encarnan a la ultra izquierda liberal: están limadísimos: siguen viviendo la resaca de los sesenta, entre orgías descabelladas y drogas duras.
En esta maqueta de una década, de trazado maravilloso, también están los hijos adolescentes de las parejas. Esos hijos somos nosotros, los espectadores que hoy tenemos entre 30 y 40 años. Por eso el planteo estético de la serie, minucioso desde el primer coche antiguo y hasta el último empapelado cursi, nos remite a una nostalgia de juventud inusual. Algunas escenas parecen sacadas de la memoria propia. Y la música, señores, es maravillosa.
Enorme piloto
Swingtown, por sus primeros 46 minutos, tiene toda la pinta de convertirse en una extraña maravilla de la tele moderna. Hacía mucho tiempo que no veía un capítulo presentación tan bien armado, tan sutil y conmovedor. Si me pongo memorioso, podría decir que no veía un piloto tan bueno desde el primer episodio de Six Feet Under, dios lo tenga en la gloria.
Por último, datos importantes para seguir la trama: Swingtown se estrenó en Estados Unidos la semana pasada, por la cadena CBS y en horario central. Se emitirá todos los jueves, sin interrupción, hasta el episodio trece (final de temporada) del 28 de agosto. Es decir: tendremos con nosotros esta historia durante todo el verano europeo. Una noticia maravillosa, dada la escasez de ofertas.
En el calendario de Espoiler aparecerá, por la diferencia horaria, los días viernes. Los subtítulos de AsiaTeam han sido, de momento, los más veloces, y dada la calidad de la obra es posible que continúen con buen pie. (Rezamos para que así sea.)
Por lo demás, lo de siempre: a disfrutar de las historias bien contadas.
Calendario semanal: poco y nada
Cuando hay hambre
no hay pan duro
El calendario de esta semana está raquítico; la enorme mayoría de las series cerraron temporada en mayo y ahora nada más nos quedan migajas pobres sobre la mesa. En la nevera, medio limón que se pudre. En la despensa, dos latas de atún y un pedazo de pan de ayer. Y nosotros con hambre.
Pero si miramos bien por toda la cocina, veremos que alguien se dejó un manjar doble, una gran porción de pato a la naranja. El aroma nos llega desde el viernes, acerquémonos al viernes. Señoras y señores, a no desmayar: nos queda la doble season finale de Lost. Pero además de eso, sí: hambre absoluto durante un tiempo.
Así que hoy volaremos hacia el incierto futuro. ¿Qué nos espera durante este junio anoréxico? ¿Cuándo regresan las series potentes? ¿Qué será de nuestras vidas sin televisión? ¿Es verdad que más allá del sofá existe otra gente? ¿Es confiable el rumor que indica que, más allá de los monitores de 42 pulgadas, hay una cinta áspera que se llama ‘la calle’ y que por ella pasean seres vivos? Lo sabremos en este informe.
Lo que se viene
Hoy mismo, por ejemplo, el canal A&E estrena la miniserie The Andromeda Strain, de la que ya se han filtrado ambos episodios (también hay subtítulos). La cosa va de militares, satélites a punto de caer a la Tierra y mucho rocanrról. El jueves dice hola y adiós Men in Trees (la comedia de la ABC que regresa de la huelga sólo para emitir su capítulo final). El viernes, por supuesto, el pato a la naranja. Y entonces comienza junio.
El primer estreno a la vista es el de House of Payne, que inicia temporada el miércoles 4.
Al día siguiente tendremos un estreno de la CBS: Swingtown. Atención con esta comedia, porque tiene buena pinta: la cosa va de matrimonios que hacen intercambio de pareja en la década de los ’70. Me ilusiona, entre otras cosas, porque su protagonista es Jack Davenport, el excelente actor inglés que hacía de Steve en Coupling.
El mismo jueves 5 de junio, la NBC también estará de estreno. Podremos ver Fear Itself, una serie de terror autoconclusivo. Es decir, trece episodios con trece cuentos para cagarse en las patas. Creo que me quedaré con Swingtown.
El domingo 8 de junio regresa la tercera temporada de Law & Order (a la que le quedaban algunos capítulos post huelga). Y la misma cadena (USA Networks) estrena la misma noche, pero más tarde, el drama policial In plain sight, que tiene que ver con la protección de testigos y esas cuestiones del FBI. (Me aburre hasta explicarlo.)
Y entonces… ¡llega la marihuana!
Ay, qué emoción. Porque cuando promedia junio la sonrisa vuelve a nuestros rostros. Y es que el lunes 16, Showtime pone en el aire el primer episodio de Weeds (T4) y todo lo que pase después ya nos importa un carajo. ¿Seguirá tan guapa como siempre María Luisa, a sus 44 años? Yo apuesto a que sí.
Debemos recordar que la tercera temporada de este drama (+ comedia) acabó de un modo alucinante. Hablé del asunto en su día, incluso quejándome de que no hubiese sido el final-final. El adiós de Weeds para siempre. Ahora, que han pasado estos meses, ya no estoy de acuerdo conmigo mismo.
Me alegro de que vuelva la familia Botwin. Los necesito.
Habrá otras novedades antes de que acabe junio, pero ya no me importan, digo, porque no les veo la menor gracia al lado de mi serie drogadicta preferida.
Pero como soy un profesional (o algo así) rescato dos apuntes más que no huelen a relleno de verano: ABC estrena The Middleman, un drama del que sabemos muy poco pero que tiene un buen precedente: está creado por Javier Grillo-Marxuach, un chico puertorriqueño de ideas fabulosas, guionista de la primera época de Lost. Y la segunda intuición positiva: el viernes 20, HBO presenta una comedia de animación (The Life & Times of Tim). Tampoco sé demasiado pero no suena nada mal.
Como ven, el calendario de esta semana sigue raquítico, pero con un poco de imaginación (y futurología) ya tenemos la sonrisa instalada en lo que vendrá. Además, amigos, está la Eurocopa. No nos podemos quejar.