Sección 'The Prisoner'
The Prisoner:
un sentido homenaje
Después de ver la nueva The Prisoner uno piensa dos cosas: que la remake de esta legendaria serie inglesa estuvo a la altura de lo que esperaba, y que la joven cadena de pago AMC —que cuenta en su parrilla con las geniales Mad Men y Breaking Bad— se está convirtiendo en un canal muy, muy serio.
La remake estuvo a la altura, lo repito. Pero claro: todo depende de las expectativas individuales. Si queríamos que la adaptación del guionista y productor ejecutivo Bill Gallagher superara a su musa inspiradora, íbamos mal.
La original, el clásico de culto creado por Patrick McGoohan en los sesenta, fue genial y revolucionaria. Trató un tema filosófico en la rudimentaria televisión de la época (el de las libertades individuales) y lo formateó a partir de la ciencia ficción y del surrealismo más desbocado. Fue arriesgada, no sólo porque mezcló en sus tramas drogas alucinógenas, técnicas de control mental y manipulación del sueño, sino por el planteo estructural de la historia, su atmósfera extrañísima y la forma elegida para desarrollar la intriga.
Y, además, porque rompió con todos los moldes habidos y por haber, y porque inauguró el concepto de lo que hoy entendemos como televisión de autor.
Number Six (Jim Caviezel, a la derecha) descubre que otras personas son conscientes de que más allá de The Village existe otra vida, que en algunos casos se representa a través de sueños enigmáticos. Y está convencido de que Number Two (Ian McKellen, izquierda), el manipulador y lacerante líder del lugar, esconde un propósito siniestro.
La nueva versión, naturalmente, está muy lejos de todo esto, incluso de aquello que llamamos —¡qué espantoso suena!—, denuncia social. No es intención de la remake abrir cabezas, mucho menos despertar a una audiencia dormida o cosas semejantes. Eso queda claro. Sí en cambio recrear la atmósfera onírica de la original, ese clima extraño de opresión constante, de confusión y duda, cosa que la miniserie consigue, y muy bien.
Hay algo que puede haber molestado a los fanáticos, y no es un detalle menor: allí donde la serie de Patrick McGoohan dejó sólo desconcierto y cientos de interrogantes, la versión de Bill Gallagher ofrece un final cerrado, con moño y todo. Una jugada peligrosa y audaz que revela toda una postura con la que podemos o no estar de acuerdo, pero que no deja de resultar interesante. Prefiero esto a la posibilidad de otro final abierto.
Bill Gallagher hizo varios ajustes en la versión moderna, algunos más necesarios que otros. Entre ellos el perfil del Número Seis (Jim Caviezel), que antes de llegar a The Village se desempeña en una compañía dedicada a recopilar grabaciones de cámaras de seguridad de todo el mundo (un tiro que apunta directo al tema de la sociedad de vigilancia, tópico de la historia). Su rol consiste en observar los patrones de conducta de los hombres y anticipar el rumbo de la sociedad moderna.
Hasta que descubre algo —una trama oculta de la empresa— y renuncia, con escándalo incluido. Después de eso, igual que su homónimo de los años sesenta, se despierta en las afueras de The Village. No tiene la menor idea de cómo llegó allí, pero ve a un hombre mayor huyendo del fuego de francotiradores y trata de ayudarlo. Es el número Noventa y Tres, un anciano de claro aspecto británico. ¿Un guiño al personaje de Patrick McGoohan? No hay duda.
Al estar concentrada en seis episodios, la historia gana en velocidad y consigue un ritmo que la original, por su extensión y por la época, no tiene. Está bien: estamos frente a una especie de thriller psicológico que a estas alturas difícilmente sorprenda a alguien, pero que de todos modos resulta entretenido.
Un fotograma de la original. The Prisoner se emitió en Gran Bretaña, por primera vez, el 1 de octubre de 1967. Su último capítulo (son 17 en total) vio la luz el 4 de febrero de 1968. Fue sin embargo en este siglo cuando los espectadores comenzaron a disfrutar de su extraordinaria originalidad.
Además la realización es impecable y se disfruta plano por plano; la villa, una recreación de la original con palmeras y casas idénticas, no desentona, y la atmósfera de la serie británica —acaso la nota más difícil de conseguir— está presente en esta impecable miniserie que se puede disfrutar de un tirón, siempre y cuando no le pidamos más de lo que tiene para darnos.
Una recreación, un homenaje necesario y un final que cierra las puertas de la historia para siempre. Aunque The Prisoner, señores, hubo y habrá una sola.
The Prisoner
en seis capítulos
En noviembre la cadena AMC estrenará The Prisoner, una remake de la mítica serie de 1967 creada y protagonizada por Patrick McGoohan. La noticia genera muchas expectativas -¡cómo no!-, pero sobre todo despierta curiosidad por saber de qué manera será esta nueva versión de la historia: en esencia rarísima y adelantada a su época, aunque no tan extraordinaria para nosotros, contemporáneos de Lost y de otras variedades.
Según explicó el responsable de la adaptación, el guionista y productor ejecutivo Bill Gallagher, la nueva The Prisoner pretende recrear la historia original y evitar la remake rigurosa. Es decir que mantendrá el espíritu de la primera y sus temas principales (libertad, crisis de identidad, conspiración y crítica social), pero no se aferrará a reproducir el viejo argumento con nuevas tecnologías. Esto es bueno.
También es bueno que la historia conste de sólo seis capítulos, al menos en principio, contra los diecisiete que tuvo la versión original. (Nota al pasar: recordemos que Patrick McGoohan había pensado el argumento en siete episodios, pero terminó agregándole otros diez para que la serie cruzara el charco y llegara a los Estados Unidos). Y celebramos asimismo la decisión de la cadena AMC de emitirla en noches consecutivas, para ahorrarnos la espera.
En la nueva versión, rodada en los desiertos de Namibia y en Ciudad del Cabo, Jim Caviezel y el gran Ian McKellen encarnan a los personajes principales.
Paranoia y soledad
Cuando salió al aire por primera vez, The Prisoner fue incomprensible para la mayoría de la gente. El protagonista de la historia es el Número Seis, a secas; alguien del que sabemos muy poco, más allá de que renuncia a su trabajo -al parecer era agente secreto del gobierno británico-, y que luego lo secuestran y lo encierran en un pueblo misterioso y surrealista, conocido como La Villa (The Village).
Mientras que las autoridades, representadas por el Número Dos, intentan que el Número Seis revele los motivos de su renuncia, éste trata de fugarse desesperadamente y por todos los medios a su alcance, al mismo tiempo que procura descubrir la identidad del Número Uno, el verdadero responsable de todo ese circo.
En La Villa, un sitio bonito y en apariencia pacífico, pasa de todo. Hay un enorme globo blanco que atrapa, incluso mata, a quien intenta fugarse; y el administrador visible, el Número Dos, cambia de rostro cada dos por tres. También se ven otras cosas raras, como drogas alucinógenas, técnicas de control mental y manipulación del sueño. Y un episodio entero, Living in Harmony, es un western, con caballos, trompadas y disparos.
Muchas le deben algo
Hubo que esperar un tiempo para que The Prisoner ocupara el lugar que se merecía. Esta serie magistral que rompió, despedazó y reconstruyó el lenguaje televisivo de su época, sigue siendo en la actualidad un lago cristalino del que beben y se alimentan muchísimos autores.
Sin ir más lejos, el planteo estructural de la serie nos recuerda al de Lost. Igual que la isla, La Villa es un lugar impreciso, que nadie sabe dónde está y del que no se puede salir, al que gobiernan leyes propias. Tanto los losties como el prisionero no pueden entender las cosas extrañas que suceden a su alrededor (el humo negro, el globo blanco; la función del esotérico Jacob o del misterioso Número Uno); y los espectadores tampoco.
La necesidad de comprender, de saber cada vez más, es el motor que mueve la intriga en las dos tramas. Esto hizo que los seguidores de The Prisoner, igual que los fanáticos de Lost, devoraran cada episodio tratando de entender qué pasaba. Ni hablar de la construcción de una mitología propia, plagada de referencias e interpretaciones, combustible en ambas historias para largos debates, foros y especulaciones.
The Prisoner fue la primera serie de autor de la televisión, revolucionaria y descomunal. No tiene sentido pretender que esta nueva versión esté a la altura de la original; pero sí, al menos, que sea digna de sus orígenes. No pedimos mucho.
Si esto se logra, nos damos por satisfechos.
El hombre que
no sabía demasiado
La aparición de The Prisoner (El prisionero) en las pantallas inglesas de fines de 1967 no estuvo acompañada por el éxito que la serie consiguió con el paso de los años. De hecho, nadie en aquellos tiempos entendió demasiado su trama. Se trata de una historia muy surrealista para la época, y con temáticas extrañas: hipnosis, experiencias con alucinógenos, hipnopedia, control mental y suplantación de la identidad.
Este coctel hace que tenga un parecido estructural con Lost, pero claro, cuarenta años antes, lo que hace que la serie se nos presente como una obra adelantadísima para su tiempo, como si hubiese estado escrita por Leonardo Da Vinci o Julio Verne.
Podemos encontrar un resumen de la trama en la wikipedia:
El personaje protagonista, el Número Seis, es en apariencia un antiguo agente secreto del Gobierno Británico durante la Guerra Fría. Nunca es llamado por su nombre y la naturaleza exacta de su trabajo nunca se indica, aunque numerosos episodios proporcionan pistas.
Tras renunciar a su puesto, es secuestrado y retenido prisionero en un aislado pueblo costero conocido como La Villa. Allí las autoridades (cuya identidad y lealtad nunca quedan claras) intentan dilucidar por qué el Número Seis presentó su renuncia. A lo largo de la serie, el protagonista intenta escapar mientras desafía todos los intentos de quebrar su voluntad. También busca descubrir la identidad del misterioso "Número Uno", quien presuntamente dirige La Villa.
The Prisoner se emitió en Gran Bretaña, por primera vez, el 1 de octubre de 1967. Su último capítulo (son 17 en total) vio la luz el 4 de febrero de 1968. Fue sin embargo en este siglo cuando los espectadores comenzaron a disfrutar de su extraordinaria originalidad.
En 2002, la serie ganó un Prometheus Hall of Fame Award. En 2005, los lectores de la revista SFX situaron a la serie en el quinto lugar en una votación de programas de televisión de género fantástico. Y desde entonces, siempre figura en el top ten de todas las listas de series preferidas por el espectador.