“Y Google, ¿cómo lo haría?”, era el título de uno de los libros del periodista Jeff Jarvis. Una oda a Google, a medias entre la admiración profunda, el agradecimiento y el cambio de paradigma en la distribución del contenido. Algunas cosas discutibles, pero entretenido y bien escrito. Pero el problema de Google no está en lo que todos conocemos, su buscador, sino sus productos periféricos, que son muchos y no todos rentables. Es más, una de las primeras decisiones de Larry Page tras asumir la jefatura ejecutiva fue precisamente “soltar lastre” y deshacerse de aquellas iniciativas sin salida comercial o uso masivo. Y Google, ¿cómo lo hizo con Chrome? Pues comprando enlaces en plena campaña publicitaria. La compra de enlaces es el atajo más sencillo para posicionar contenidos en el buscador de manera rápida. Eso sí, está penado por las normas del buscador. La historia suena rara. Como la de JC Penney… Demasiadas cosas raras en Google, como si la peyorativa fama del número 13, año en el que se encuentra desde su fundación, le estuviera gafando la imagen.
Google ha reaccionado rápido. Ha penalizado la página principal de su producto Chrome (un navegador excelente, probablemente el mejor). Van en serio con este producto, porque saben que es la llave que potencia muchas cosas, como Google+, por ejemplo.
Las suspicacias están servidas. La pifia de Google ayer estaba en todas las portadas de los grandes diarios digitales del mundo entero. Miles de enlaces a la home que permite la descarga de Chrome, consiguiendo el doble de rendimiento que la compra de enlaces. ¿Intencionada acción? Demasiado rebuscada, pero nunca se sabe. Más aún cuando en las grandes cadenas de televisión los spot de Google Chrome abruman en las pantallas. Intencionado a no, son los reyes del marketing sobre sus éxitos y, curiosamente, más aún sobre sus miserias. Que también las tienen...