Voy como loca (para variar...). Mi casa es, decididamente, una réplica del camarote de los hermanos Marx.
Rulos puestos desde las doce de la mañana, veinte cambios de ropa sin decidir el definitivo amontonados encima de todos los muebles, zapatos aún tbc, opción gastronómica resuelta a favor de ibéricos varios y selección de dulces pecados -un día es un día...-.
He colocado casi sesenta velas de vainilla y canela (espero no causar más incendio que el puramente hormonal), descarto las varillas de incienso porque al final apesta a fumadero de opio barato, las tres lámparas de lava que tengo enchufadas hace rato para que vayan cobrando vida, cuatro cd's infalibles preparados... Algo se me olvida seguro.
A ver qué pasa...
(GRACIAS a todos por las FABULOSAS SUGERENCIAS).
Hace tiempo encontré un comentario de una lectora (deduzco que es una chica) que me pareció magnífico. De entre las varias ideas y reflexiones que hace, algunas, las que marcaré en negrita, supongo que son asuntos sobre los que muchos (tanto hombres como mujeres) hemos pensado alguna vez y, por mi experiencia, no son temas sobre los que estemos de acuerdo...