Sobre la polémica de "cirugía sí" o "cirugía no" no voy a entrar, porque sería eterno, como infinita es la casuística que nos inclinaría a justificar un caso o denegar otro. Para mí, está claro que la realidad, las cifras y la conducta de la población, marcan un claro resultado a favor del "sí". La gente se opera: queremos y ahora también podemos estar mejor. Uno de los motivos que me llevó ante el ordenador para escribir el libro fue un dato que cayó en mis manos: nuestro país ocupa el tercer
puesto, a nivel mundial, en cuanto a número de intervenciones anuales de Cirugía Estética,
precedido sólo de Estados Unidos y Brasil (hay informes que nos
posicionan en el cuarto lugar, apareciendo Venezuela delante).
Estamos en una sociedad del bienestar. Los costes de las intervenciones se han ido progresivamente abaratando y además, casi todas las clínicas ofrecen financiación. Las personas tenemos la opción de operarnos, como la tenemos de comprarnos un coche, o irnos de viaje... -cualquiera de estas cuestiones forma parte de nuestro día a día y conlleva un riesgo igual o mayor que entrar en un quirófano-.
Habrá quienes desestimen de modo radical someterse al bisturí por
motivos estéticos y es totalmente respetable, pero a estas alturas,
habiendo escuchado y visto a personas reales cargadas de complejos,
defectos físicos más o menos graves (ojo, que esto es muy subjetivo y
por tanto, no cabe cuestionar el daño psíquico que genera en el
paciente un defecto para otros inapreciable), acercándome a personas
"muy guapas" que quieren mejorar algo concreto... y están igualmente en
su derecho; he entendido que la Estética es otro bien de consumo de
relativamente fácil acceso. Sólo recalcaría que es necesario recurrir a
profesionales, recabar toda la información y tomar la
decisión de un modo sensato.