Parece indiscutible que el filón de realizar festivales se explota en todos los ámbitos. Y la razón, sin duda, es la crisis. En el asolado mercado de la música, la piratería y el top manta empujan a los artistas hacia las giras y las actuaciones en directo y a tener que estar presentes sí o sí en cada concierto que se monte. En el ámbito del cine, los productores apuestan por diversificar los mercados secundarios y los subproductos derivados de cada título (dvd's, videojuegos, merchandising, etc.). Y el negocio del sexo, devastado idénticamente por los nuevos soportes, internet y las producciones amateur (menuda cara se le quedaria a Rocco Siffredi, en su momento, al comprobar que en esto también hay intrusismo...), opta por realizar ferias de carne bajo la etiqueta de macroexposiciones, disfrazadas de "evento cultural", pretendidamente contectados con la música, el arte y demás disciplinas y que maquillan o edulcoran el verdadero concepto del festival.