29 septiembre, 2008 - 14:52
Spa Excellence
Lo admito: ayer fui a un gimnasio, muy mono, conste. Siempre he predicado un contundente “yo no sudo si no me pagan por ello” y eso me ha mantenido lejos de cualquier sitio donde se haga deporte, pero ahí estaba… Podría inventarme que he cambiado y que me he vuelto vigoréxica y que por eso estaba yo en un sitio así, lleno de máquinas de todo tipo, de pesas, de poleas, etc. por mi propia voluntad; pero no voy a mentir ahora... Después de casi dos años, cualquiera de mis lectores sabe que es más fácil que Paris Hilton aprenda latín…
Por otro lado, todo el mundo es consciente de que los gimnasios siempre se abarrotan en enero y en septiembre. Ello se explica fácilmente: se produce una especie de fiebre de buenos propósitos después del verano, a la que he sucumbido. Es un hecho que en la playa vemos cuerpazos y, como no podemos tirárnoslos ni matarlos, se nos despierta una envidia tiña tremenda y, también, no olvidemos que la autoindulgencia estival se traduce rápidamente en lorzas -¿sabíais que imparten clases sólo de abdominales? No quiero ni pensarlo…-. Otro momento de asistencia masiva es el mes de enero, porque nos intentamos mentalizar de que hemos de mejorar durante el siguiente año y tratamos de bajar los mazapanes a base de carreras.
A ver, que me estoy justificando demasiado… He roto mi mantra (el de no sudar si no es a cambio de billetes) pero he tenido ciertas satisfacciones inmediatas: hay buenas vistas…
Llego a la sala de fitness. Una incalculable variedad de horribles aparatos de tortura último modelo perfectamente alineados parecen mirarme con desafiante hostilidad. La idea de subirme en ellos me da entre vértigo y pereza, pero elijo uno y me encaramo. Por supuesto no sé programarlo y, he aquí la parte magnífica de esto: miro alrededor y ¡voilà!, acude en mi ayuda un tremendo. Já, ¡ya tengo un amiguito!
Sudo como una bestia, que era el objetivo, por otro lado. Me avergüenza
ser ésa con la cara enrojecida que lleva cuarenta minutos andando
(insisto: sólo andando) en una cinta y que siente que va a sufrir un
infarto. “Gracias a los mil cafés diarios durante los últimos sesenta
años. ¿Por qué no me pasé al té verde?”. Me comentan que el corazón se
“ha encogido” por culpa de la vida sedentaria ("y de las putadas que me
han hecho", pienso yo). Me distraigo observando a los demás: estiran,
trabajan con pesas, hacen series de abdominales, dorsales, bíceps,
tríceps… inconcebibles para mí. “Llevo años afirmando que el único
deporte que hago consiste en secarme el pelo: ¿seré irrecuperable?”. Un
monitor me dice que no, que tenga esperanza… “Eso debes decírselo a
todas” le espeto. “Por hoy ya vale”, me rindo.
Buscando la escalera que lleva al vestuario, paso por delante de varias
salas y me fijo en los tablones. Tiene un programa de actividades y de
excursiones para hacer los fines de semana. El gimnasio es como un club
social. Mucho single… que no significa “simple” por lo que veo... Esto
promete. En una hojita con los horarios de las clases, leo: Yoguilates.
Pilates. Pilates Máquina. ABD y estiramientos. Yoga Iyengar
reconstituyente, Yoga Power Vinyasa, etc. Salvo un par de “asignaturas”
no tengo ni idea de qué son las demás… Próximo objetivo: dejar de ser
gimnásticamente analfabeta. Echo otra mirada a los chulazos que aún
están entre las mancuernas y las otras máquinas de tortura… Algo dentro
de mí sueña con ir a las olimpiadas pero como opción me conformaría con
llevarme de cañas a un morenazo de tamaño XXL situado a las 15.50h…
En fin, pasado mi momento voyeur, me coloco mi bañador, unas gafas y un gorro y me voy al spa, motivo por el que me he matriculado, las cosas como son... Recordad la que monté en el onsen... (el post se titulaba "Onsen en Niko: mujeres y hombres japoneses al desnudo").
Convertida en un alien -o en una famosa esquivando paparazzis-, me meto en el agua calentita y pierdo la noción del tiempo. Burbujas y más burbujas… Salgo y recorro las duchas de sensaciones, una a una –que para eso pago- y, cuando voy hacia el vestuario, toda cotilla, me asomo a la cabina que antes quedaba fuera de mi alcance.
Hay una gigantesca cama bainesa… Me cuentan que es donde se dan masajes para dos personas a la vez, con dos masajistas, cava, musiquita chillout… Se llama “paquete romántico” (avisados quedan quienes necesiten una sugerencia para sorprender a su pareja o para conquistar a alguien). Subo las escaleras del palacio (sí, ¡es que está en un palacio, el de Santa Ana!), y enfilo hacia la salida. “Yoguilates. Uhmmm, tengo que probar eso”, pero otro día.
Agradecimientos: Spa Excellence
Plaza del Ángel 6. 28012 Madrid. T. 915234065
Lástima que no sea de Madrid.He estado pensando a quién podría invitar a masajes en la gigantesca cama bainesa.Pero, al llegar al final y ver la dirección...por narices también he tenido que pensar aquello de "Qué mal repartido que está el puto mundo (nunca lo he dicho mejor).Y si eran poco los peros, por la parte que me toca, en lo referente a lo gimnástico, creo que tendría algún que otro rival competente.Ahora,lo que es a invitarte a cañas...Ya me digo, una pena.
Publicado por: Cómo me gustas | 29/09/2008 21:05:48
q buena pinta tiene el spa... habrá que visitarlo ;)
Publicado por: Jaime | 29/09/2008 17:41:34