Jesús A. Núñez

Sobre el autor

Jesús A. Núñez es el Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH, Madrid). Es, asimismo, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid), y miembro del International Institute for Strategic Studies (IISS, Londres). Colabora habitualmente en El País y en otros medios.

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Marruecos: gana el rey

Por: | 29 de noviembre de 2011

En una primera lectura de las elecciones del pasado día 25 hay que destacar la victoria inapelable de un actor por encima de cualquier otro: Mohamed VI. Por una parte, ha visto reforzado su modelo y su pretensión de cerrar cualquier deriva revolucionaria al estilo de las que están desarrollándose en su vecindad. Con su reforma constitucional y ahora con las elecciones queda actualizado su poder personal, sin que nada afecte realmente a sus privilegios y a su corte (Majzen). En sus manos sigue estando el proceso que encamina homeopáticamente a Marruecos hacia una democracia para la que no se adivina fecha alguna.

Desde luego no ha ganado la población, que sigue escasamente entusiasmada con su clase política. Así lo muestra a las claras su escasa movilización para acercarse a las urnas. El verdadero porcentaje de participación no es el 45% que oficialmente se ha difundido, sino un magro 25% del total de potenciales votantes, puesto que tenemos que recordar que unos ocho millones de marroquíes ni siquiera se ha molestado en registrarse para poder votar y otros tres millones son emigrantes diseminados en diferentes países, que tampoco han querido probar el complejo sistema diseñado para ellos.

Por su parte, el Partido Justicia y Desarrollo incrementa su poder, reflejando (guste o no en las cancillerías occidentales) que es el grupo más atractivo a los ojos de los votantes (todo eso sin contar con el alegal Movimiento Justicia y Caridad, liderado por el jeque Abdesalam Yasin). Su ascenso indica la falta de credibilidad del resto de fuerzas políticas, incluyendo las nacionalistas o las impulsadas desde palacio (como el Partido Autenticidad y Modernidad, a cuya cabeza figura Fuad Ali el Himma).

Aunque palacio pudiera haber soñado con una victoria de este último, la previsible llegada de Abdelilah Benkirane al puesto de primer ministro le sirve al monarca para reforzar, aún más, su condición de garante de la estabilidad frente a cualquiera deriva islamista. En resumen, lo que se avecina no es un escenario preocupante para el Comendador de los Creyentes.

Lampedusa vive en Yemen

Por: | 28 de noviembre de 2011

Protesta en Sana, capital de Yemen (Foto:AFP)

Aunque nunca lo visitara en vida, Yemen acogería hoy de buen gusto a Giuseppe Tomasi di Lampedusa, aunque solo fuera para alabarlo como un sabio de las ciencias políticas y para perfeccionar su conocimiento sobre el principio que dejó recogido en su Il Gattopardo: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".

Uno de los mejores ejemplos actuales de este vigente principio es lo que acaba de ocurrir en la Arabia Felix de los romanos. Se nos dice que con el acuerdo rubricado en Riad por el que ha sido presidente durante los últimos 33 años, Ali Abdula Saleh, y la oposición, representada por el Comité Conjunto de Partidos (en la que el partido islamista Islah ostenta el liderazgo), Yemen entra decisivamente en una nueva etapa que debe colmar las esperanzas de una población mayoritariamente empobrecida y deseosa de libertad, dignidad y trabajo. Por un lado, Saleh abandona el poder ( y se dirige a Estados Unidos para ser tratado en un centro médico) y, por otro, se acaban de convocar las elecciones para el próximo 21 de febrero y de nombrar a Mohamed Basindawa, líder de la oposición, como primer ministro de un gobierno de unidad nacional.

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Hay esperanza

Por: | 24 de noviembre de 2011

Minas antipersona

Un soldado colombiano, víctima de una mina antipersona, entre zapatos que recuerdan a las víctimas de minas antipersona. Foto: FERNANDO VERGARA (AP)

En un contexto de seguridad internacional salpicado de violencia y focos de tensión muy aguda, resulta esperanzador saber, como nos cuenta la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas (ICBL; www.icbl.org) en su último informe, que ya son 158 los países firmantes del Tratado de Prohibición de Minas Antipersona, con la incorporación de Sudán del Sur a un proceso que comenzó en 1999. El camino hasta Ottawa arrancó en 1992, gracias al impulso de siete organizaciones no gubernamentales, que consiguieron finalmente implicar a Canadá para que incorporara a la agenda intergubernamental el asunto. Así, desde el 1 de marzo de 1999 se estableció el compromiso para terminar con la fabricación, comercialización, almacenamiento y uso de ese tipo de minas.

Si en aquel momento unas 35.000 personas morían o quedaban mutiladas cada año por efecto de estos artilugios, en 2010 la cifra ha bajado hasta los 4.191 (1.155 muertas y 2.848 mutiladas). De ellas, 1.211 se localizaron en Afganistán, 512 en Colombia y 394 en Pakistán.

Es positivo ver cómo la sociedad civil organizada puede desarrollar esfuerzos que impulsen a los gobiernos a comprometerse de este modo. En todo caso, el problema no se ha solucionado completamente. Por una parte porque se estima que hay unos 200 millones de estos artefactos ya diseminados por muchos territorios, sin que haya programas de desminado suficientemente sólidos como para confiar en que todas acaben siendo removidas. Esto hipoteca seriamente la vida de muchas comunidades, imposibilitadas de transitar por determinadas vías o de cultivar sus antiguos campos. Por otra, porque todavía hay 38 países que no han firmado el Tratado. Entre estos interesa destacar a China, Estados Unidos, India y Rusia, pero también a Cuba, Irán, Israel y hasta nueve países árabes (Arabia Saudí, Bahrein, Egipto, Líbano, Libia, Marruecos, Oman, Siria y Emiratos Árabes Unidos).

Además, todavía en 2010 Israel, Libia, Siria y Birmania las han empleado y, por su parte, India, Pakistán y la misma Birmania las han fabricado.

Este mismo modelo- de un impulso promovido por actores de la sociedad civil que logra activar a instancias gubernamentales- ha llevado a que actualmente la ONU esté negociando un futuro tratado para regular (que no prohibir) las armas ligeras y peuqeñas, responsables de más del 85% de la muertes violentas que se producen en las guerras de hoy. Queda tarea.

El País

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