¿Teniendo en cuenta el perfil político de la inmensa mayoría de sus 22 miembros y su largo historial de inoperancia, podemos considerar que la Liga Árabe está capacitada para valorar el cumplimiento de un acuerdo? ¿Cómo cabe enjuiciar que la delegación que ha enviado a Siria esté encabeza por el general sudanés Mustafa Dabi, estrecho colaborador del presidente Omar al Bashir, al frente un
régimen genocida? ¿Qué hace el resto de la comunidad internacional para poner fin al brutal castigo que está realizando el régimen encabezado por Bachar el Asad contra su propia población?
Recordemos que la misión de la delegación de la Liga no es la de informar sobre las violaciones de derechos humanos, sino la de constatar el cumplimiento del acuerdo que obliga a Damasco a acuartelar a sus tropas, liberar a los prisioneros, garantizar la libertad de expresión y abrir un diálogo sin discriminación con la oposición. Visto así, resulta inmediato que de ningún modo se puede compartir la opinión de Dabi cuando afirma que “la situación parece tranquilizadora por el momento”. ¿Se refiere a su propia tranquilidad? ¿Sabe que las muertes violentas sobrepasan ya las 5.000? ¿A partir de qué cifra entendería que la situación dejaría de parecer tranquilizadora?
Por inútil que pueda ser la misión de la Liga Árabe, nada justifica la pasividad del resto de la comunidad internacional. Si no fuera trágico, resultaría cómico el ejercicio de simulación en el que están enfrascados muchos gobiernos cuando critican a Rusia y China por mostrarse reacios a una nueva y más contundente Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, escondiendo de ese modo su falta de voluntad para incrementar la apuesta contra el régimen sirio. A la espera de que en algún momento colapse el régimen- y eso es solo una de las opciones posibles- todo se resume en considerar que el tiempo corre en contra de Asad y sus acólitos. Recordemos que Sadam Husein también debió sentir lo mismo desde su derrota en la Operación Tormenta del Desierto (1991) y, sin embargo, su caída efectiva no se produjo hasta 13 años más tarde.
Dabi y el resto de los observadores no solo parecen no querer ver ni oír lo que ocurre, sino que cuando hablan suenan a todo aquello que ha hecho levantarse a la ciudadanía árabe en demanda de dignidad, libertad y trabajo. Algo que la inmensa mayoría de los que se sientan en la Liga no parecen dispuestos a garantizar.