Jesús A. Núñez

Sobre el autor

Jesús A. Núñez es el Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH, Madrid). Es, asimismo, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid), y miembro del International Institute for Strategic Studies (IISS, Londres). Colabora habitualmente en El País y en otros medios.

Irán y el toreo de salón

Por: | 25 de mayo de 2012

Diez años después de que saliera a la luz pública que Irán estaba desarrollando un programa nuclear, ni ha estallado la guerra (salvo la encubierta) ni se ha logrado convencer al régimen liderado por Ali Jamenei de que abandone dicho programa. Por un lado, la posibilidad de un choque militar frontal vuelve a perder fuerza, aunque no se puede descartar en modo alguno. Por otro, como acaban de mostrar en las dos recientes reuniones- una en Viena, en el marco de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), y otra en Bagdad, con los miembros del Grupo 5+1-, los responsables iraníes se han mostrado como consumados torero de salón, aunque probablemente no sepan ni que tal cosa existe.

Los promotores de las diferentes rondas de sanciones contra el régimen de los ayatolás, con Washington a la cabeza, se muestran tan ufanos que creen haber logrado el regreso a la mesa de negociaciones de la contraparte iraní como resultado de la presión. Sin embargo, existen indicios claros que apuntan en otra dirección. Es evidente que esas sanciones están dañando a una economía sumida en una profunda crisis, aumentando el descontento de una población escasamente entusiasmada con sus dirigentes. Pero también lo es que los iraníes han acabado interiorizando el programa nuclear como una señal de orgullo frente al mundo.

Eso, en otras palabras, significa que las autoridades iraníes cuentan todavía con un significativo margen de maniobra para mantener el rumbo que han trazado con el objetivo de consolidarse como los líderes de Oriente Medio, sin que nuevas sanciones tengan la capacidad para provocar el colapso de la revolución islámica que mantienen desde 1979. Por si esto no fuera suficiente, son también sobradamente conscientes de que las sanciones presentan suficientes resquicios para seguir encontrando clientes para su gas y petróleo y para financiar sus políticas.

Si eso es así, habrá que buscar en otro lado las razones que ha tenido Teherán para retornar a la mesa de ¿reuniones/negociaciones? En esta búsqueda sobresalen dos argumentos. El primero hace referencia al plan iraní para abortar un ataque armado- sea por parte israelí, estadounidense, o de ambos al unísono. Cuenta con que mientras esté sentado a la mesa puede argumentar que está mostrando voluntad de negociar y que, por tanto, no estaría justificado ningún ataque. Cuenta también con que Washington no desea en modo alguno verse empantanado en un nuevo conflicto bélico en la región en plena campaña electoral y que, en consecuencia, la propia administración Obama estará interesada en frenar el apetito belicista que muestra el gobierno de Netanyahu. En todo caso, también debe calcular que esta actitud solo será útil durante un tiempo limitado por lo que o acepta algunas de las exigencias- paralizar el enriquecimiento de uranio y abrir todas las puertas a los inspectores de la AIEA- o habrá arruinado sus opciones tal vez para siempre. Visto así, y dada esa demostrada maestría torera, cabe imaginar que pronto asistiremos a ciertas concesiones iraníes, que parcialmente satisfagan a algunos miembros de la comunidad internacional.

En ese mismo punto se identifica el segundo argumento. Con su mera presencia en la mesa de reuniones- y más aún si cede en algún punto- contribuye a fragmentar aún más una exigencia internacional que no es, ni mucho menos, unánime. Además, le otorga a sus principales patronos internacionales (Rusia, sobre todo) más supuestas evidencias de que la presión diplomática y política es no solo útil sino suficiente para hacer entrar en razón a Irán. Con lo que volvemos al punto anterior: el ataque militar se convierte en una opción muy improbable.

En Rusia, a partir del 16 de junio, podremos asistir a un nuevo espectáculo taurino… aunque ninguno de sus protagonistas lo sepa.

China se está haciendo marinera

Por: | 17 de mayo de 2012

Con la salvedad de las siete expediciones navales comandadas por Zheng He durante la dinastía Ming (S. XV), que le llevaron hasta las costas africanas, China (el imperio del centro) ha sido históricamente fiel a su nombre, concentrando su esfuerzo en atender a lo que ocurre dentro de sus fronteras. Sin embargo, ni siquiera así ha podido sustraerse a la globalización que define nuestros días y, bajo el impulso de la necesidad (seguridad alimentaria y energética, sobre todo) y de su emergencia como actor de envergadura mundial, hoy es bien visible su afán por salir a los mares que la rodean.

A ese esfuerzo corresponde su “collar de perlas”, que le ha llevado no solo a establecer acuerdos en materia militar con países costeros del océano Índico, sino a participar en la operación internacional contra la piratería que se desarrolla en torno al Golfo de Adén y a poner en servicio un portaviones. En esa misma línea, se han registrado recientemente dos hechos que conviene destacar.

El primero, dado a conocer el pasado 9 de mayo, se traduce en la decisión de construir 36 buques de patrulla marítima para la Marina de Vigilancia costera (CMS, en sus siglas inglesas), que deben entrar en servicio a lo largo del próximo año. Cabe recordar que esta agencia fue creada en 1998 y que mientras en 2005 contaba únicamente con 91 patrulleros y cuatro aviones, hoy ya supera los 300 (de ellos, unos 30 con más de 1.000Tm), 6 aviones y 4 helicópteros. Y solo estamos hablando de una de las cinco agencias que complementan la labor de la Armada china.

Estos buques no van armados (aunque pueden llegar a estarlo si así se decide), pero sirven a China para consolidar su presencia en aguas que considera propias y para mejorar su control de una zona económica exclusiva que no es fácilmente aceptada por sus vecinos. Dicho de otro modo, su continuo deambular por esas aguas incrementa la posibilidad de rifirrafes más o menos tensos con buques de otros países (incluyendo los estadounidenses).

Precisamente esto es lo que ha vuelto a ocurrir el pasado 8 de abril en torno a la isla de Huangyan (o Scarborough Shoal, en terminología filipina). Dos patrulleros de la CMS bloquearon el intento de un buque de guerra filipino de expulsar de esas disputadas aguas a varios pesqueros chinos.

Como derivación de ese tipo de incidentes, ahora Pekín ha optado por cerrar el flujo turístico hacia tierras filipinas y ha comenzado a aplicar a Manila un castigo comercial, con los plátanos como primer ejemplo. Aunque para los productores de la provincia de Mindanao la interrupción de este flujo comercial supone un impacto brutal- al poner en peligro el futuro laboral de unos 200.000 productores-, en términos macroeconómicos la decisión china hay que entenderla como un mero mensaje. Por esta vía Pekín intenta hacer ver a Manila la conveniencia de rebajar sus reclamaciones sobre la citada isla, al tiempo que aspira a que otros actores regionales entiendan que les puede ocurrir lo mismo (o peor) si no aceptan la pretensión china de navegar a sus anchas por el mar del Sur de China. Veremos.

San Hollande, patrono de los desesperados

Por: | 09 de mayo de 2012

Es comprensible que en situaciones desesperadas (como la que vivimos en la UE) muchos estén dispuestos a agarrarse a cualquier clavo, aunque esté ardiendo y no sea lo suficientemente sólido para aguantar nuestro peso (lastrado por errores prolongados). Pero no lo es tanto que, después de errores de apreciación tan notorios como los cometidos con el advenimiento de Obama a la presidencia estadounidense, se vuelva a repetir ahora otro similar con François Hollande, tras su victoria en las elecciones presidenciales francesas.

En aquel caso era tanta la necesidad de dejar atrás la nefasta administración de George W. Bush que nadie puso reparos a la inmediata elevación a los altares de su sucesor- premiándolo con un apresurado Nobel de la Paz, para el que su único mérito era la formulación de buenos propósitos-, mientras se le encargaba la resolución de todos los problemas del mundo. El balance cosechado desde entonces no puede ser positivo- por mucho que quepa alegrarse de su éxito en algunos ámbitos concretos- por la sencilla razón de que la exigencia era tan alta que en ningún caso podía estar a su altura.

Con Hollande, y en este caso a escala de la Unión Europea, parece que estamos viviendo una repetición de la misma historia. De repente se ha cargado sobre sus hombros nada menos que la salvación de la Unión (de las garras una Merkel y unos inefables mercados que se pintan invariablemente como los malos de la tragedia en la que estamos inmersos). Y como por ensalmo, olvidando los enormes obstáculos y las hipotecas de partida, se supone que no solo se va a enfrentar a quien se le oponga para sacar adelante a la UE sino que tendrá medios y capacidad sobrada para hacerlo.

Los anglosajones le llaman a esto, en el mejor de los casos, wishful thinking.

Recordemos, por un lado, que Hollande ha vencido con el 51,6% de los votos. Esto significa que no toda Francia apoya sus ideas y que, en consecuencia, tendrá que emplear buena parte de su tiempo y voluntad en convencer a sus conciudadanos (que son ante quienes debe rendir cuentas) de sus bondades. Una tarea nada sencilla y que puede ser todavía más enrevesada en función de los resultados de las inminentes elecciones legislativas, en las que el Frente Nacional (antieuropeista por definición) volverá a tener opciones para aumentar su peso.

Por otro lado, no parece que vaya a ser recibido en Bruselas ni en Berlín con los brazos abiertos y en loor de multitudes. El margen de maniobra es muy reducido en la medida en que existe un acuerdo de austeridad avalado ya por 25 de los Veintisiete (incluyendo a la propia Francia). Por si esto fuera poco, en el crudo mundo de hoy el peso internacional de cada uno viene determinado principalmente por su riqueza económica; y en este terreno ya hace tiempo que Francia ha dejado de poder hablar a Alemania de tú a tú. Puestos a imponer criterios a los demás, Merkel (que también tiene hipotecas internas y cuentas que dar a sus conciudadanos) dispone de más y mejores medios; de ahí que haya advertido ya de entrada contra la conveniencia de no crear “espejismos de crecimiento”.

Recordar estos datos no supone augurar ni desear el fracaso de la tarea que pueda proponerse Hollande, sino únicamente evitar el desencanto que pueda producirse cuando el choque con la realidad nos vuelva a mostrar que la salida del túnel en la que todos (también Alemania) estamos metidos no es labor de un solo hombre, sino de todos nosotros… suponiendo que todavía queden ganas de pelear por una Unión Europea digna de tal nombre.

Putin vuelve a casa

Por: | 07 de mayo de 2012

Tras recibir la bendición del patriarca de la iglesia ortodoxa rusa, Vladimir Putin ha vuelto al Kremlin reconvertido en presidente de la Federación Rusa. Seguramente las aclamaciones de sus leales servidores no han debido dejarle oír las críticas de una ciudadanía a la que le está costando mucho digerir el cambalache que ha orquestado con su fiel Dmitri Medvédev, reubicado ahora como primer ministro. Estamos ante una nueva versión del histórico “tanto monta, monta tanto”, aunque con el ligero matiz de que aquí es Putin quien maneja incuestionablemente las riendas del poder desde 1999. Y todo indica que así va a seguir haciéndolo durante los próximos seis años.

En cuanto ha vuelto a asentar sus reales en el Gran Palacio del Kremlin ha firmado ya sus primeros decretos. En el primero ha invitado a su denostado colega ucraniano Viktor Yakunovych a la próxima reunión de la Comunidad de Estados Independientes (Moscú, 15 de mayo), en un claro mensaje tanto a Washington como a Bruselas de que finalmente Kiev vuelve al redil, olvidados ya sus desvaríos de entrar algún día en la Unión Europea y en la OTAN. Moscú sigue adelante con su esfuerzo por recuperar un área de influencia (el “near abroad” del que se hablaba ya en los años noventa del pasado siglo) que considera vital para poder respirar con cierta tranquilidad ante lo que considera un creciente asedio occidental que ha procurado aprovechar los largos años que Rusia ha estado fuera del concierto internacional.

Durante ese periodo (al menos desde 1991 hasta 2005), su esfuerzo principal ha estado centrado en frenar la caída en un abismo que ponía en peligro su propia existencia como Estado unido. Un objetivo que ha alcanzado a su manera (echando mano de una mezcla estratégica de negación de derechos, corrupción, clientelismo y nepotismo, con la represión y la fuerza bruta en dosis abundantes). Eso le ha permitido en estos últimos años recuperar buena parte del peso perdido tanto internamente- eliminando a sus competidores políticos y sometiendo a su dictado (con juicios y cárcel, incluido) a la nueva élite económica- como en sus periferias más inmediatas- estrechando lazos con buena parte de los países del Asia central y conservando al menos a Ucrania y Bielorrusia como aliados en su frente occidental.

El segundo decreto firmado en su primer día como nuevo zar ha dejado claro que no es posible el “reseatado” que planteó Hillary Clinton hace ya tres años. Las relaciones ruso-estadounidenses se tensan a ojos vista, aunque se mantengan las formalidades (e incluso la colaboración, como la que permite a Washington alimentar su esfuerzo bélico en Afganistán a través de territorio ruso). El elemento que más claramente visibiliza hoy esa tensión es el intento ruso por echar abajo el proyecto estadounidense de desplegar parte sustancial de su sistema misilístico de defensa estratégica (BMD) en territorio europeo. Moscú considera inaceptable esa decisión estadounidense por entender que cuestiona la capacidad de disuasión de su propio arsenal nuclear. Aunque los análisis técnicos desmienten de momento esa posibilidad, todo indica que Putin está dispuesto a convertir este asunto en una prioridad de su política exterior. Lo que queda por ver es tiene prisa por forzar la máquina o si, como Barack Obama pidió directamente a Medvédev en su último encuentro, le permite concentrarse ahora en su campaña electoral, contando con que si es reelegido pueda ser más comprensible con las inquietudes rusas más adelante.

Mientras tanto, Putin suscita la envidia de quienes se ven obligados a abandonar sus propios palacios (como Sarkozy) o de los que no deben dormir muy tranquilos en los que habitan (como Bachar el Asad).

El País

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