Es difícil. Pero si conseguimos por un momento abstraernos de los ya bien visibles efectos de una crisis que se adivina larga y de lo que nos impele a decir el siempre sospechoso instinto nacionalista, es posible vislumbrar una lógica no tan negativa como la que a menudo se difunde para entender lo que ocurre en la Unión Europea. Simplificando la situación, y como resultado de una pulsión populista y demagógica en la que han caído tanto unos como otros, parecería que unos (nosotros) son irremediablemente vagos y despilfarradores, mientras que otros (sobre todo los alemanes) son los “abusones” del patio de colegio en el que se ha convertido la Unión y solo quieren nuestra ruina.
Traspasando esa visión cortoplacista y victimista (el malo siempre es el otro), podríamos entender que asistimos al parto de un nuevo orden europeo. En ese proceso, Alemania- liberada en gran medida de su sentimiento histórico de culpabilidad y tras haber digerido su propia unificación- vuelve a comportarse como un país normal. Aunque todavía sorprenda que se atreva a hacer lo que los demás vienen haciendo diariamente sin tener que pedir disculpas por ello- defender sus intereses propios-, lo más relevante es que Berlín ha entendido que la mejor manera de defenderlos pasa por el reforzamiento de la UE.
Alemania necesita a la Unión. Por un lado porque, siendo una economía netamente exportadora, le resulta vital contar con una zona de libre comercio donde colocar fácilmente sus productos; y por eso ha apostado política y financieramente por su ampliación. Por otro, porque hace mucho que entendió que solo con la suma de los Veintisiete puede aspirar a jugar un papel relevante en la escena internacional (consciente de que en solitario ni puede resolver sus propios problemas ni aspirar a ser uno más entre los grandes).
En consecuencia, para Berlín la Unión es el único camino que tiene sentido recorrer. Ocurre, sin embargo, que no quiere hacerlo de cualquier manera- con una Unión que sigue siendo básicamente una instancia intergubernamental (como París siempre ha querido), con muy poco de verdaderamente común. Hoy, la crisis que todos (también Alemania) sufrimos le ofrece a Berlín la posibilidad de forzar un salto cualitativo en el proyecto de unión política que inspiró a los padre fundadores de la entonces CEE. Su estrategia se basa en permitir que todos nos acerquemos peligrosamente al abismo; pero no soñando con que nos caigamos en él, sino con la intención última de derribar las resistencias de los más reticentes a la puesta en marcha de una verdadera unión (fiscal, bancaria y económica, pero también en política exterior, de seguridad y de defensa). Berlín apuesta, en suma, por la creación de auténticas instancias de decisión, gestión y vigilancia comunitarias para que la Unión disponga finalmente de una efectiva política común en todos estos terrenos.
Esto no quiere decir que Alemania se libre de las críticas, principalmente ligadas a una puesta en escena de notable prepotencia y aparente inflexibilidad. Atrapada también en el cortoplacismo de su calendario electoral y bajo unos poderosos condicionantes internos (como el del Tribunal Constitucional), Merkel ha contribuido a alimentar un estado de opinión en su país que ahora se puede volver en su contra, cuando tenga que explicar las medidas de apoyo económico que Alemania tendrá que activar necesariamente para salvar a la Unión. Nada garantiza tampoco el éxito de esta peligrosa estrategia de vida en el borde del abismo. Son tantas las voluntades que hay que movilizar y tantos los obstáculos que superar que ningún actor está en condiciones de garantizar que no acabemos cayendo todos en sus profundidades.
Alemania aprieta, con condicionalidades exigentes, para ayudarse a sí misma salvando a la Unión. Pero no ahoga, porque hundiendo la UE se asfixiaría ella misma.
Hay 6 Comentarios
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Publicado por: perder peso | 09/09/2012 7:21:45
Pues los griegos están bien ahogados y nosotros vamos por el mismo camino ....
Publicado por: Lidia | 06/09/2012 12:25:46
Creo que padeces un ligero brote de síndrome de Estocolmo.
Publicado por: Paul | 06/09/2012 12:03:04
Coincido en que Alemania necesita a la UE y a los otros 26 países. El problema es que el árbol nos está impidiendo ver el bosque, ver más lejos. Damos por supuesto que si la UE sale hacia delante, y lograse su unión política, estaríamos todos salvados. Que Europa unida tiene el éxito asegurado. ¿Por qué pensamos eso, porque ha triunfado en el pasado? Si vemos las amenazas que se nos ciernen a medio plazo, lo tenemos muy difícil.
http://www.otraspoliticas.com/politica/la-burbuja-mas-peligrosa-de-europa-no-es-financiera
Publicado por: carmen sanchez | 06/09/2012 11:40:04
Como decía Keynes, ' largo plazo todos muertos'. Muy comprensivo su análisis con la visión 'nacionalista' de Merkel de la crisis europea. Por cierto, ya vista con el reconocimiento 'por su cuenta' que hizo de Eslovenia, en el desmembramiento de Yugoslavia. Cuanto 'comprensivo' hay hoy en las páginas de El País.
Publicado por: Francisco | 06/09/2012 11:35:43
Un análisis ponderado e inteligente con el que coincido. Solo añadir que Hollande y el resto de la UE debería estar participando en el debate de construcción europea a medio y largo plazo, en vez de callarse y dejar que Alemania tome la iniciativa. ¡Luego nos quejamos de que Europa sea tan alemana!
Publicado por: Alvaro | 06/09/2012 11:32:20