Jesús A. Núñez

Erdogan y sus problemas

Por: | 19 de septiembre de 2013

De vuelta a casa tras el varapalo sufrido por la derrota olímpica de Estambul, en la que se había implicado muy directamente, a Recep Tayyip Erdogan se le acumulan los problemas en casa. Como señal más reciente de su exposición a múltiples retos, basta mencionar que el pasado lunes se registró el derribo de un helicóptero sirio Mi-17 que había entrado en territorio turco y no había atendido los requerimientos para volver sobre sus pasos.

Una mirada interesada por el futuro de Turquía puede constatar de inmediato que Erdogan no ha logrado restablecer la paz social tras los episodios de movilización ciudadana que tomaron como referencia visible la ocupación de la plaza de Taksim en mayo pasado. Desde entonces el gobierno ha visto crecientemente cuestionado su modelo de gestión, que incluye la represión policial indiscriminada, sin que haya conseguido contentar a un variado conjunto de opositores que van desde los ecologistas (en su intento originario de evitar la destrucción del parque Gezi) hasta quienes cuestionan abiertamente las tentaciones autoritarias de un líder al que acusan de innegable autoritarismo y de tener una agenda oculta en clave islamista. En ese contexto, los partidos de la oposición (con el Partido Popular Republicano como principal referencia) creen haber encontrado un flanco frágil por el que debilitar a quien hasta hoy parecía invencible en las urnas (tres son las victorias acumuladas por el AKP desde 2002). A ellos se une una clase empresarial tradicional, temerosa de verse desplazada por los jóvenes cachorros ejecutivos alineados con el AKP, los nacionalistas nostálgicos de Mustafa Kemal y no pocos militares que sueñan con volver al centro de la escena nacional.

En paralelo, el proceso de paz con el PKK kurdo ha entrado en una fase de bloqueo, que pone en cuestión el acuerdo logrado el pasado mes de marzo con el inicio de la retirada de los combatientes kurdos hacia Irak. El propio Erdogan había mostrado ya su descontento al entender que únicamente un 20% de los efectivos del PKK habían abandonado el territorio turco (añadiendo que eran, en su mayoría, mujeres y niños). Ahora, con el anuncio del PKK de que pone fin a este proceso (aunque se compromete a mantener el cese de las hostilidades), por considerar que el gobierno turco no está cumpliendo las condiciones pactadas, los adversarios políticos de Erdogan aprovecharán probablemente esa circunstancia para acentuar sus críticas y tratar de abortar un plan que desde su arranque ha contado con numerosos enemigos.

Sin agotar la lista de problemas, el conflicto sirio define en gran medida el alto grado de frustración (y de exposición) que provoca en Turquía. Abandonada sin remedio la visión del ministro de exteriores, Ahmed Davutoglu, de “cero problemas con los vecinos”, hace ya tiempo que Ankara se ha convertido en uno de los principales propulsores de la caída del régimen de Bachar el Asad. Afectada de modo muy directo por la violencia que sufre su vecino- traducido en ataques puntuales recibidos en su propio suelo y en una incesante oleada de refugiados (que ya superan los 500.000)-, Ankara ha mostrado con frecuencia su voluntad de usar la fuerza para provocar el derrumbe de el Asad. En sus cálculos está también el intento por promover un gobierno suní en Damasco y el interés por cerrar el paso a Teherán en su pretensión de consolidarse como líder regional.

A pesar de todo ello, Erdogan conoce de sobra las limitaciones de su aparato de defensa y de ahí que nunca se haya atrevido a traducir sus palabras en hechos, lo que no le impide ayudar a que las armas lleguen a los rebeldes sirios. Sabe que puede contar con la protección que le proporciona la OTAN (aunque ya ha podido constatar el escaso entusiasmo que sus aliados muestran en términos de solidaridad ante una posible amenaza) y que las baterías de Patriot ya desplegadas en su frontera son eficaces contra los misiles sirios. Pero sabe igualmente que en solitario no tiene capacidad suficiente para enfrentarse a su vecino (que, además, puede represaliar activando aún más a los kurdos turcos que se enfrentan a Ankara). Esto explica asimismo la frustración con la que ha recibido el acuerdo entre Kerry y Lavrov, por entender que la opción de castigo contra el régimen sirio queda aparcada sine die.

El próximo mes de marzo se celebrarán elecciones locales en Turquía. Sus resultados serán un buen medidor de la capacidad de resistencia de Erdogan o de su deterioro. Para él no solo está en juego la primacía del AKP como primera fuerza política nacional, sino también su aspiración de transformar al país en un sistema presidencial, con él a la cabeza, cuando se acerca el centenario de la Turquía moderna.

Hay 2 Comentarios

Después de la Primera Guerra Mundial, Kemal Ataturk, el fundador de la República Turca, supo mantener el difícil equilibrio entre el Oriente islámico (de los emires y ayatolás) y el Occidente de los grandes imperios (Francia, Reino Unido, Estados Unidos, y Rusia). Eso lo obligó a sustentar a la naciente república en un orden militarista,que aun perdura. El actual gobernante, Erdogán, juega al gato y al ratón con un islamismo disfrazado de democrático. Ahora bien, el cáncer político de Turquía ha sido y sigue siendo el genocidio cometido contra los pueblos armenios y kurdos que vivían en la parte oriental del país, un genocidio que se niegan a reconocer.

muy buen artículo, gracias. Supongo que el proyecto GAP, mientras tanto, sigue adelante, imparable, sumergiendo enormes extensiones en la Anatolia, represando las aguas del Tigris y del Éufrates ahora que ni sirios ni iraquíes tienen capacidad para protestar siquiera: http://www.losmundosdehachero.com/viaje-al-proyecto-del-sudeste-de-la-anatolia-gap-el-agua-de-turquia-como-fuente-de-poder/ Erdogan tiene muchos problemas pero creo que el principal de ellos es él mismo....

Los comentarios de esta entrada están cerrados.

Sobre el autor

Jesús A. Núñez es el Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH, Madrid). Es, asimismo, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid), y miembro del International Institute for Strategic Studies (IISS, Londres). Colabora habitualmente en El País y en otros medios.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal