Una mirada despistada al Egipto de hoy podría crear la impresión de que los militares han logrado noquear definitivamente a los Hermanos Musulmanes (HH MM). Han descabezado a Mohamed Morsi de la presidencia, han encarcelado a la práctica totalidad de sus principales dirigentes (incluyendo a su guía supremo, Mohamed Badie) y han desactivado su capacidad movilizadora en las calles. Ni el golpe de Estado ni la matanza de ciudadanos egipcios parece haberles pasado una factura significativa entre su propia opinión pública, con los países occidentales aceptando un hecho consumado que, aunque les pueda repugnar moralmente, encaja con su deseo de ver a Egipto en manos fiables. Además, por si algunos se sintieran tentados a recortar su apoyo económico, tanto Arabia Saudí como Kuwait y otros países árabes se han apresurado a mostrar su disposición para compensar cualquier recorte de ayuda occidental que pueda producirse,
Visto así- con el añadido de la liberación de Hosni Mubarak- podría pensarse que hemos vuelto a la casilla de salida (antes de febrero de 2011). Sin embargo, conviene no adelantar conclusiones. Su positiva imagen entre buena parte de la población difícilmente podrá mantenerse a corto plazo, en cuanto se constate que el poder militar no resuelve los graves problemas económicos, que condenan al subdesarrollo a la inmensa mayoría de los 84 millones de egipcios, y que tampoco hace frente eficazmente al alto nivel de corrupción e ineficiencia que caracterizan al aparato estatal.
Para los HH MM, esa previsible decepción ciudadana les ofrece la posibilidad de seguir jugando un papel político importante. Aunque momentáneamente aturdidos tras el golpe recibido, no cabe olvidar que han pasado la mayor parte de sus 85 años de existencia entre la clandestinidad y la alegalidad consentida. Saben, por tanto, moverse en estas situaciones, contando con su férrea disciplina y su alto nivel de organización para combinar su labor asistencial con los más desfavorecidos, su denuncia contra los corruptos y poderosos y su capacidad de movilización.
Cuentan con que el régimen militar no será capaz de decretar su ilegalización y confían en que sus votantes y simpatizantes no les abandonarán en masa. En consecuencia, si finalmente se convocan elecciones en los próximos meses, pueden soñar incluso con una nueva victoria (salvo que se repita un fraude electoral como los que han salpicado la historia egipcia en estas últimas décadas).
No es previsible que los militares hayan dado el golpe para permitir que algo así pueda suceder y, en consecuencia, cabe esperar que vayan adoptando medidas para arrinconar y desactivar a los HH MM. Esto pondrá a prueba la cohesión del movimiento, en el que ya son bien visibles las tensiones internas. Por una parte, están los que parecen aceptar el nuevo orden de cosas, reconociendo en cierta forma la necesidad de moderar el ritmo de su pretendida islamización de la vida nacional. Quienes así piensan, se contentan por volver a tener la oportunidad de seguir participando en el juego político, bajo las condiciones que impongan los militares. Pero, por otra, hay un creciente sector que ha llegado a la conclusión de que lo ocurrido significa que el islam político no es aceptado como un actor más en el escenario político. Los representantes de esta corriente (muy notoria entre los jóvenes del movimiento) argumentan que esa expulsión por la fuerza solo puede ser respondida en clave radical (lo que no excluye la violencia) para poder lograr sus objetivos últimos.
Los militares apenas contarán con unos meses para rematar su tarea- una nueva Constitución a su gusto, unos compañeros de viaje manejables para encargarse de la gestión de los asuntos diarios y una defenestración política de los HH MM. No cabe imaginar que los HH MM se lo vayan a poner fácil.
Hay 1 Comentarios
A mi , me satisface donde estan ahora...ese es el lugar del fascismo religioso y de ahi no debe salir.
Publicado por: almendarez | 04/09/2013 20:28:10