Las nuevas autoridades egipcias se sienten crecientemente fortalecidas como resultado de sus propios actos de fuerza para aplastar la resistencia de los Hermanos Musulmanes (HH MM) y, simultáneamente, para aplacar a una opinión pública que aún mantiene mayoritariamente una imagen positiva de los uniformados que han dirigido el país prácticamente a lo largo de toda su historia moderna (con la breve excepción del hoy enjuiciado Mohamed Morsi). Pero esto no les ha permitido resolver ninguno de los graves problemas pendientes de la agenda nacional: ni los económicos- con el país sumido en una profunda crisis que puede acabar siendo el motor principal de un cambio de percepción popular si la situación no cambia drásticamente a muy corto plazo-, ni los políticos- con la tarea de elaboración de una nueva Constitución todavía explorando la fórmula para asentar el poder y los privilegios de los militares y para excluir de raíz a las opciones islamistas-, ni los de seguridad- con la península del Sinaí amenazada por un yihadismo violento en auge.
Por lo que respecta al ámbito exterior, y más allá del apoyo político y monetario de algunos países del Golfo, Egipto no recibe la comprensión que soñaba ni de Bruselas ni tampoco de Washington. Aunque en los dos casos es bien visible el ejercicio de comprensión de ambas capitales con la interrupción del proceso que había llevado a Morsi a la presidencia, también lo es su intento de evitar un retroceso que pueda causar mayores problemas en el inmediato futuro. Así, Estados Unidos ha ido modulando sus mensajes hacia El Cairo- con suspensión temporal de entrega de armamento o de ayuda militar ya comprometida-, procurando evitar en todo momento que se rompa el vínculo histórico que une a ambos actores desde la firma de la paz entre egipcios e israelíes (1979).
En un juego psicológico en el que tanto Washington como El Cairo cuentan con que todavía se necesitan mutuamente, este último trata de tensar la cuerda con un visible acercamiento a Moscú. No por casualidad tan solo unas horas antes de la reciente visita del Secretario de Estado estadounidense, John Kerry, a Egipto, el teniente general ruso Vyacheslav Kondrashov- segundo jefe del Estado Mayor y máximo responsable del GRU, servicio de inteligencia militar- se reunía con responsables militares egipcios en el marco del proceso de adquisiciones de material ruso (potencialmente el más relevante desde hace más de 30 años) y de la ayuda prestada por los satélites rusos para captar información de los grupos yihadistas que se mueven por el Sinaí. Rusia es ya el segundo suministrador de armas a Egipto, tan solo por detrás de EE UU y por delante de China. Ahora- en un movimiento de lucha por los mercados que ya le ha permitido beneficiarse de importantes contratos de armamento con Irak y Libia- confía en firmar un contrato por un volumen estimado en unos 4.000 millones de dólares, para vender a El Cairo material de defensa antiaérea y helicópteros de diversos tipos.
El general Al Sisi y sus pares tratan de este modo no solo de frenar las críticas estadounidenses sino también de recuperar un cierto margen de maniobra para seguir adelante con su plan de reestructuración política. La visita de Kerry hay, por tanto, que enmarcarla en este contexto, entendiendo que sus palabras de apoyo al nuevo gobierno egipcio (indicando que todo muestra que persisten en la senda democrática) buscan tranquilizar a sus interlocutores y evitar que Moscú pueda aumentar su influencia en el país (y en la zona).
Aunque nada apunta a un inminente cambio en la relación entre EE UU y Egipto- dado que ambos son conscientes de que los imperativos geopolíticos y geoeconómicos que los unen son muy superiores a los puntuales desencuentros que puedan producirse-, es un hecho que ambas partes se sienten actualmente incómodas. Así lo transmite el ministro de exteriores egipcio, Nabil Fahmy, cuando trata de explicar la necesidad de su país para abrir vías de relación con otros actores importantes sin someterse a los designios de Washington (como reconocimiento de que la ayuda estadounidense está planteada más como defensa de los intereses de Israel que como una contribución al desarrollo de Egipto).
Por lo que respecta a Kerry, se enfrenta a una creciente crítica tanto dentro como fuera de casa, al ser visto como un actor que vive en una ensoñación que no encaja con los hechos. Buena prueba de ello es que las negociaciones palestino-israelíes no muestran ningún avance (mientras Gaza se ahoga), Siria sigue empantanada en la violencia y la democracia en Egipto parece cada día que pasa una opción más lejana.
Hay 1 Comentarios
LOS militares egipcios se cagan en el moro Barak Husein Obama, el mayor inepto y peor presidente USA de todos los tiempos!
Publicado por: Joani | 21/11/2013 4:26:48