Ahora (3 de diciembre) ha sido el asesinato de Hasan al Laqis, destacado cabecilla del brazo armado de Hezbolá en Beirut, antes (19 de noviembre) fue el doble atentado contra la embajada y la residencia del embajador iraní en la capital, y antes aún (15 de agosto) fue la explosión de un coche bomba que mató a no menos de veinte personas en un suburbio beirutí. El elemento común a esta serie de actos violentos es que todos ellos se han producido en zonas fuertemente controladas por el chií Partido de Dios, lo que solo cabe interpretar como un mensaje directo a Hezbolá, cuestionando su papel tanto en la escena política libanesa como su implicación en el conflicto sirio.
No resulta sencillo, en todo caso, atribuir la autoría de estos actos, dada la diversidad de actores internos enfrentados en el país de los cedros y sus posibles conexiones con actores regionales interesados en erosionar el poder fáctico de un movimiento que es hoy el actor nacional más relevante. Hay sobradas razones para explicar ese creciente nivel de violencia intralibanesa en clave interna, contando con el prolongado enfrentamiento que mantienen los dos grandes bloques políticos- la prooccidental y antisiria Alianza 14 de Marzo, liderada por el exprimer ministro Saad Hariri, y la prosiria Alianza 8 de Marzo, encabezada al alimón por Hezbolá y el Movimiento Patrótico Libre del cristiano Michel Aoun. Son muchas las milicias activas en Líbano que, de un modo u otro, pretenden representar los intereses de la comunidad suní y que perciben a Hezbolá como el enemigo a batir.
Pero también las hay para apuntar a la larga mano de Arabia Saudí, interesada en restar apoyos al régimen sirio de Bachar el Asad en su enfrentamiento con grupos armados suníes que pretenden provocar su caída. En la medida en que Hezbolá ha hecho de la defensa de su aliado sirio (con el trasfondo de los intereses de Irán en la misma línea) un tema prioritario, puede entenderse que Riad intente estimular a los enemigos libaneses de Hezbolá. Puede calcular que golpeándolo en su propio feudo, le obligará a reducir su apoyo directo a Damasco; materializado hoy especialmente en el despliegue de varios miles de combatientes empeñados, junto con las fuerzas leales a El Asad, en la ofensiva Qalamoun, iniciada el pasado noviembre, para recuperar el control de las zonas montañosas próximas al valle de la Bekaa y de la vital autopista M5.
Interesado, como no puede ser de otro modo, en mantener a buen recaudo sus zonas tradicionales y en evitar que se cree una imagen de vulnerabilidad o debilidad, cabe suponer que lo que sus enemigos buscan es forzar su repliegue. Contra esta hipótesis choca, sin embargo, el hecho de que la Brigada Abdullah Azzam- que se responsabilizó del doble atentado del pasado noviembre- es vista como una amenaza por Riad, que incluso detuvo a su líder, Saleh al Qarawi, en junio del pasado año.
En el último acto violento incluso es posible incluir a Israel como posible autor directo del asesinato de Al Laqis. Aunque dos grupos locales- la Brigada de los Suníes Libres de Baalbek y la Brigada de los Partisanos de la Nación Islámica- han reclamado inicialmente el protagonismo, el modus operandi recuerda notablemente al empleado por comandos de unidades especiales israelíes en tantas otras ocasiones. Incluso sorprende que, a diferencia que lo que suele ser habitual, Tel Aviv se haya encargado de inmediato de negar su implicación.
El que no parece tener duda alguna en su lectura de lo que afecta a Hezbolá es su líder, Hasan Nasrallah, quien el pasado 2 de diciembre señaló directamente a Riad como el responsable último de los ataques sufridos en estos últimos meses. Una acusación tan directa supone una auténtica declaración de guerra, y de ahí seguramente su pronóstico de que habrá un mayor nivel de violencia en Siria hasta el próximo 22 de enero, cuando debe celebrarse la conferencia Ginebra 2. En paralelo, con su rotunda imputación Nasrallah pretende también desviar la atención sobre las crecientes críticas de otros grupos libaneses que responsabilizan a Hezbolá de que, con su actitud beligerante en Siria, está convirtiendo nuevamente a Líbano en un campo de batalla por intermediación. Echando balones fuera, Hezbolá atribuye a Riad la intención de desestabilizar Siria y Líbano, en mitad de una parálisis que se prolonga ya desde inicios de año para conformar un nuevo gobierno.
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