Jesús A. Núñez

África construye (a duras penas) su propia paz

Por: | 20 de enero de 2014

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No es fácil, y menos aún si se trata de temas de paz y seguridad, poder de acuerdo a 53 Estados (Marruecos no cuenta) para que superen sus intereses particulares y piensen en clave continental. Sin embargo, la Unión Africana (UA)- a pesar de su juventud, de todas sus carencias institucionales y del alto nivel de violencia existente- ha puesto en marcha hace ya diez años un encomiable esfuerzo pacificador impulsado en origen por su Consejo de Paz y Seguridad (CPS), cuya máxima expresión es la Arquitectura Africana de Paz y Seguridad (AAPS).

Como componentes esenciales de la AAPS destacan el Mecanismo Continental de Alerta Temprana, el Grupo de Expertos- cinco personalidades destacadas en este campo que actúan como asesores del CPS, del Presidente de la UA o de la Comisión de la UA- y la Fuerza Africana de Reserva (FAR). Sin que ninguno de esos tres instrumentos haya logrado rendir a plena satisfacción, es la FAR la que visibiliza con mayor nitidez los desafíos a los que se enfrenta la UA en la materia.

La FAR está planteada para desarrollar misiones de paz- dotada de capacidades militares, pero también policiales y civiles-, en condiciones de dar asesoramiento militar a una misión de perfil político, activar una misión de observación (tanto en colaboración con una iniciativa ONU como motu proprio), realizar un despliegue preventivo, activar una fuerza de mantenimiento de la paz bajo mandato de la UA ante una crisis compleja o intervenir por la fuerza ante situaciones críticas (crímenes de guerra, genocidio o crímenes contra la humanidad). Ya en 2004 se tomó la decisión de que dicha fuerza se estructuraría en cinco brigadas regionales, que se corresponden con las cinco organizaciones subregionales encargadas de darles vida a partir de las contribuciones de los Estados miembros. Así, se dio paso a la creación de SADCBRIG (para África Austral), EASBRIG (para África Oriental), NASBRIG (para Norte de África), ECOBRIG (para África Occidental) y ECCASBRIG (para África Central).

Mirando hacia el futuro inmediato, y tras reformular los planes iniciales (que preveían su operatividad plena para 2010), se espera que, idealmente, en 2015 la FAR ya sea capaz de movilizar un contingente total de 25-32.000 efectivos. A la vista de los resultados obtenidos hasta el momento- solo SADCBRIG y EASBRIG han alcanzado un nivel de operatividad apropiado y solo se ha podido desarrollar un ejercicio por parte de cuatro de ellas (todas, salvo NASBRIG) y uno conjunto a escala continental (Amani Africa 2010) en octubre de 2010- parece, sin embargo, que ese objetivo no es hoy realista.

Las razones que explican ese magro balance van desde la dificultad para superar la diversidad de visiones e intereses de los Estados miembros a la preocupante desconfianza vecinal, pasando por el choque entre posibles aspirantes al liderazgo subregional o la reticencia de las organizaciones subregionales para aceptar el liderazgo de la UA. Pero también tiene mucho que ver su crónica escasez de recursos presupuestoarios; baste con recordar que, en 2011, el jefe de la FAR reclamaba un total de 60 millones de dólares para lograr esa ansiada operatividad, cuando el presupuesto total de la UA apenas alcanzaba los 250 millones de euros (de los que el 97% procedían de fuentes externas al continente, con la Unión Europea a la cabeza).

El hecho obvio es que ninguna de estas capacidades ha podido jugar un papel importante en el tratamiento de las crisis recientes de Libia, Malí o República Centroafricana. Por supuesto, la solución a los conflictos africanos actuales y la paz en el continente no se va a alcanzar en ningún caso por vía militar, dado que sus causas estructurales son de naturaleza sociopolítica o económica; pero es necesario que, para dar pleno sentido a la idea de “soluciones africanas para problemas africanos”, la UA cuente también con capacidades creíbles en este terreno.

En un intento adicional por superar las dificultades actuales, en abril del pasado año la UA ha aprobado la creación de una Fuerza de Reacción Rápida (Capacidad Africana de Respuesta Inmediata a Crisis, CARIC). Con un total de 1.500 efectivos- Suráfrica, Kenia, Nigeria, Angola, Etiopía y Uganda ya han mostrado su voluntad de aportar medios- debe estar en condiciones de desplegar de manera efectiva en el territorio de un Estado miembro en diez días, bajo mando y control del CPS y siempre a demanda del país afectado por el problema. Sus necesidades deben cubrirse con aportaciones voluntarias, pero nada garantiza que en su proceso de formación no se vuelvan a reproducir los problemas que ha ralentizado hasta ahora la AAPS.

Con idea de paliar al menos los problemas presupuestarios ya citados, la UA acaba de tomar la decisión de que, a partir de 2015, se recaudarán obligatoriamente 10 dólares por cada billete de avión emitido con origen o destino en África y 2 dólares por cada noche de hotel contratada. Con eso se prevé obtener anualmente unos 763 millones de dólares para consolidar la AAPS. Los países turísticos africanos ya han mostrado su oposición a la medida. ¿Y nosotros?

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Sobre el autor

Jesús A. Núñez es el Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH, Madrid). Es, asimismo, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid), y miembro del International Institute for Strategic Studies (IISS, Londres). Colabora habitualmente en El País y en otros medios.

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