Jesús A. Núñez

China-Vietnam, algo más que un choque de barcos pesqueros

Por: | 27 de mayo de 2014

ImagesG35Q584XHa vuelto a repetirse la historia, ahora con un choque entre barcos pesqueros que se ha saldado con el hundimiento del vietnamita. Ya hace tiempo que la tensión en las relaciones de China con sus vecinos crece peligrosamente, con episodios que rozan la confrontación directa tanto en el mar del Este de China como en el de China Meridional, en abierta contradicción con la imagen del “ascenso pacífico” con la que Pekín trata de presentarse en sociedad.

En la parte que esa tensión afecta a Vietnam el punto de fricción más reciente se localiza en torno a las islas Paracelso (Xisha, para los chinos, y Hoang Sa, para los vietnamitas), a partir de la entrada en funcionamiento desde principios de mayo de una plataforma de exploración petrolífera propiedad de la empresa estatal China National Offshore Oil Corporation, CNOOC). Ubicada a unas 17 millas náuticas de las citadas islas, la plataforma Haiyang Shiyou 981, valorada en unos 1.000 millones de dólares, permitirá a China avanzar en la explotación de las previsibles riquezas petrolíferas localizadas en la zona, con las que atender a las crecientes necesidades que demanda su modelo de desarrollo económico.

Vietnam, que reclama ese archipiélago como parte de su Zona Económica Exclusiva, exige la retirada de la plataforma y ha desplegado unos 35 buques (entre ellos varios guardacostas) con la intención inmediata de impedir los trabajos de exploración. Por su parte, China ha reiterado su conocido argumento de que se trata de aguas chinas (apoyándose en el hecho de que desde 1974 ocupa de facto esos islotes deshabitados), ha establecido una zona de exclusión de 3 millas alrededor de la plataforma y ha desplegado unos 80 buques (siete militares entre ellos) para reforzar sus intenciones.

Hasta el momento la tensión ha desembocado ya en choques (no armados) entre ambas flotillas- y en manifestaciones en varias ciudades vietnamitas contra intereses chinos (y de otros países)- pero, a pesar del desacuerdo entre ambos y de su discurso aparentemente belicista, nada apunta a una escalada en la que ninguno está interesado a corto plazo. Por lo que respecta a China, su objetivo principal es aprovechar todas las posibilidades que se le ofrecen en ambos escenarios marítimos para ir consolidando su control efectivo sobre unas aguas oceánicas que le permitan moverse con mayor libertad (desembarazándose del dominio naval global de EE UU en el Índico y en el Pacífico, con el añadido de las capacidades navales de sus aliados en la región) y, no menos importante, para intentar hacerse con las notables riquezas submarinas que albergan ambos mares continentales. No le interesa, al menos de momento, exacerbar en demasía y simultáneamente a unos vecinos que puedan verse tentados no solo a incrementar sus presupuestos de defensa, sino a aliarse abiertamente con un EE UU que está pivotando militarmente hacia el área Asia-Pacífico.

Por su parte, Hanoi- que no es un aliado formal de Washington, pero que está mejorando sus relaciones bilaterales- es sobradamente consciente no solo de su inferioridad militar frente a Pekín (con el recuerdo de la limitada confrontación bélica que se produjo entre ambos en 1979 por la disputa sobre la entonces denominada Campuchea), sino también del hecho de que China es un importante socio comercial e inversor, al que no puede desairar frontalmente. Sabe, además, que no cuenta con el apoyo real de otros vecinos- igualmente inquietos por la actitud expansionista china, pero temerosos también de sufrir en sus carnes los enfados de una China que también es su principal cliente e inversor. Esa es la razón principal de que ni se haya decidido todavía a presentar el caso ante el Tribunal Internacional de La Haya (una idea que Pekín rechaza de plano), ni de que la ASEAN haya logrado establecer una posición común al respecto en su reciente reunión celebrada en Myanmar.

Todo indica que en el mar de China Meridional, donde confluyen los intereses a menudo contrapuestos de seis países- China, Taiwán, Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunéi-, se seguirán sucediendo este tipo de choques, fundamentalmente en la medida en que China siga adelante con su estrategia de dominio de los espacios marítimos que le resultan imprescindibles para su emergente condición de potencia global. Queda por ver si los vecinos terminan por amoldarse pasivamente a esa dinámica o si, con la interesada participación de EE UU- en esa clave hay que interpretar la reciente gira de Obama por cuatro países de la zona-, ponen en marcha algún tipo de respuesta multilateral.

Hay 2 Comentarios

China golpea a todo aquel que considera inferior y no cede a sus pretensiones de colonialismo financiero, aunque en teoría defiendan la misma bandera, ya que actualmente la República Popular mantiene símbolos y parafernalia, pero de igual manera que el PSOE en España, tras su decorado se esconde algo totalmente contrario.

http://casaquerida.com/2014/05/26/el-eibar-de-la-politica/

Buen artículo, pero habría que completarlo con lo que ocurre con las Spratlys, que generan también muchas tensiones: http://www.losmundosdehachero.com/viaje-al-mar-del-sur-de-china-las-spratlys-son-de-filipinas-y-de-china-y-de-taiwan-y-de-malaisia-y-de-vietnam-y-de-brunei/

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Sobre el autor

Jesús A. Núñez es el Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH, Madrid). Es, asimismo, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid), y miembro del International Institute for Strategic Studies (IISS, Londres). Colabora habitualmente en El País y en otros medios.

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