Jesús A. Núñez

Vía libre a la farsa electoral en Siria

Por: | 03 de mayo de 2014

UntitledSi nada lo remedia (y nadie parece dispuesto o capaz de evitarlo) en treinta días se habrá consumado la macabra farsa que el régimen de Bachar el Asad está representando ante sus propios ciudadanos y la comunidad internacional, con la celebración de las elecciones presidenciales previstas para el 3 de junio. Empeñados en que se ha llegado a un punto de inflexión en el conflicto iniciado en marzo de 2011- de tal modo que, una vez derrotado estratégicamente el terrorismo que amenaza al país, ahora se entra en una etapa de consolidación y normalización “democrática”-, los leales a El Asad pretenden no solo convencer a quien todavía quiera escucharlos de su triunfo por la armas frente a los que identifican como terroristas (todos los que se oponen a sus designios), sino también de su voluntad democrática para superar las dificultades.

Es este un planteamiento insostenible, que no repara ni en los más de 150.000 muertos acumulados, ni en los tres millones de sirios que han buscado precario refugio en los países vecinos, ni en los más de 6,5 millones que se encuentran forzosamente desplazados en su propio territorio.

Solo los que no quieran ver ni oír la realidad podrán sostener que los comicios serán una expresión normal y democrática de las preferencias ciudadanas. Por un lado, porque hoy el país se encuentra trágicamente fragmentado, con unas zonas bajo el control más o menos sólido del régimen- fundamentalmente la zona costera mediterránea, Damasco y Homs-, otras en poder de diferentes grupos rebeldes- especialmente en las provincias del sur y este, así en algunos núcleos puntuales cerca de las fronteras con Turquía, Irak, Jordania y Líbano- y el resto sometido a una confrontación directa en la que nadie está en condiciones de imponerse. Por otro, porque las condiciones que impone la vigente Constitución de 2012- todo candidato debe contar con el apoyo por escrito de al menos 35 parlamentarios, debe haber residido ininterrumpidamente en el país durante los últimos diez años y no puede tener ninguna otra nacionalidad-, determinan que todos los opositores reales quedan automáticamente eliminados de la carrera electoral.

En esas condiciones no puede extrañar que las críticas al anuncio hayan ido desde calificarlo de farsa (líderes de la Coalición Nacional de Fuerzas Opositoras y Revolucionarias) hasta considerarlo un obstáculo a las posibles negociaciones de paz (como ha declarado el enviado de la ONU, Lajdar Brahimi). El régimen, en todo caso, juega nuevamente con ventaja, aparentando una normalidad que no existe, consciente de que en el terreno militar comienza a disfrutar de ligera ventaja (la recuperación de la localidad cristiana de Malula es el más reciente ejemplo) y de que nada sacará a la comunidad internacional de la pasividad de estos últimos años.

Buena muestra de esto último es lo que ocurre en relación con el plan de desarme químico que debería estar completado el próximo 30 de junio. Según la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), desde el pasado diciembre el régimen está incumpliendo lo estipulado en el acuerdo alcanzado el 14 de septiembre con el aval conjunto de Estados Unidos y Rusia. Así, tomando como referencia las fechas límite acordadas, a 31 de diciembre no había removido la totalidad de las 700 toneladas de agentes Prioridad 1 (los más tóxicos, incluyendo gas mostaza, sarín y precursores VX). Tampoco había cumplido con la fecha del 5 de febrero para completar la remoción de las 500 toneladas de agentes Prioridad 2 (no necesariamente tóxicos, pero que sirven como ingredientes para producir gases letales y agentes nerviosos). Asimismo, el 1 de marzo tampoco había destruido la totalidad de las 122 toneladas de isopropanol (precursor de gas sarín), ni el 13 de marzo había hecho lo propio con las 12 instalaciones de producción y almacenaje de armas químicas señaladas al efecto.

Con datos del 13 de abril el régimen habría hecho llegar al puerto de Latakia catorce convoyes que suponen, junto al material químico incinerado in situ, el 67,8% de todo el arsenal químico conocido. Queda, por tanto, una parte sustancial de tarea pendiente mientras se acumulan los retrasos y las incertidumbres sobre lo que hay en las dos instalaciones no inspeccionadas hasta ahora, sobre el arsenal oculto que pueda conservar el régimen (con la Libia de Gadafi como referente inquietante) y sobre lo que debe entenderse por “destrucción de instalaciones y capacidades” (el régimen considera que consiste únicamente en “cerrar la puerta” y no en “desmantelar y demoler”). Igualmente preocupante es, como ya se ha denunciado desde diferentes instancias, que las fuerzas leales a El Asad no hayan tenido reparo en volver a utilizar material químico contra población civil en varias ocasiones desde la firma del acuerdo.

Así las cosas, ya puede adelantarse que las elecciones no servirán para resolver ninguno de los problemas que sufre actualmente Siria. Pero sí darán nuevo aire a un régimen que desprecia el bienestar y la seguridad de sus ciudadanos.

Hay 1 Comentarios

En Egipto, El País habla de "ganador seguro"; en Siria, donde no es muy diferente, habla de "farsa electoral".


Estpa bien que tengan sus preferencias, pero están llegando a un nivel de manipulación informativa sin precendentes. Y sobre Ucrania y el incendio de Odessa, mejor ni hablar. La prensa de la épooca de Pinochet era menos manipulada que ustedes.

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Sobre el autor

Jesús A. Núñez es el Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH, Madrid). Es, asimismo, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid), y miembro del International Institute for Strategic Studies (IISS, Londres). Colabora habitualmente en El País y en otros medios.

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