Visto lo ocurrido en las elecciones presidenciales egipcias, la noticia no es, en ningún caso, que Abdelfatah al Sisi se haya convertido ayer en el nuevo rais. Eso era algo bien sabido desde el mismo momento en que, dejando su uniforme de mariscal en el armario, se convirtió en candidato. En ningún caso cabía pensar que su rival, Hamdin Sabahi, podría ser algo más que una figura ornamental, utilizada para crear una mínima fachada de competencia a lo que ilusoriamente se planteaba como la ascensión súbita al altar político del ex ministro de defensa (nombrado por Mohamed Morsi), empujado por un pueblo necesitado de un nuevo salvador. Tan seguro se sentía el candidato que hasta pudo escenificar una fingida timidez política, argumentando que no deseaba el cargo y que solo se presentaba como respuesta a la presión popular.
En clave más realista, cabe imaginar que esa calculada postura tenía mucho más que ver con los enormes riesgos de fracaso que correría en su nuevo puesto, dada la penosa situación económica del país. De ahí que, al tiempo que mostraba un aparente desapego al poder, reclamara un respaldo (medido en votos) que no dejara dudas sobre las preferencias de los 55 millones de egipcios llamados a las urnas. Su declarado objetivo era lograr más de 40 millones de votos. Era así como imaginaba que no solo podría hacer olvidar la victoria electoral del defenestrado Morsi (que logró 13 en junio de 2012), sino que podría encarar decididamente la erradicación de los Hermanos Musulmanes (HH MM) de la escena nacional. Además, calculaba que un apoyo de ese nivel supondría un colchón político suficiente para soportar el inevitable desgaste que acarrearía la reforma de un modelo económico insostenible.
Pero finalmente los resultados cosechados en la convocatoria electoral han debilitado en buena medida ese fantasioso planteamiento. En primer lugar, la participación fue tan limitada que los colegios electorales tuvieron que abrir un tercer día, con la esperanza frustrada de que se lograra movilizar a más del 52% del electorado (que fue el porcentaje de participación de junio de 2012). Aunque oficialmente se llegó de ese modo hasta el 47%, son numerosas las fuentes que abiertamente cuestionan que se haya podido ni siquiera llegar al 40%. Aunque quepa aludir a la pasividad de muchos votantes, que optaron por no acercarse a su colegio electoral convencidos de antemano de la victoria de Al Sisi, también hay que añadir el efecto provocado por el llamamiento a la abstención de los ilegalizados HH MM, la incapacidad de los salafistas de Al Nur para movilizar a sus simpatizantes en el apoyo a un candidato con el que no se sentían identificados y el desencanto de los demócratas egipcios al ver que el país volvía a quedar en manos de los militares.
Ahora, con más del 93% de los votos emitidos a su favor (traducido en algo más de 23 millones de votos), Al Sisi se enfrenta a un cúmulo de retos que pueden arruinar a corto plazo su presidencia. Ni tiene a su servicio un partido político que le sirva de correa de transmisión para traducir en hechos sus planteamientos, ni programa (más allá de su constante proclama sobre la necesidad de pacificar el país), ni tampoco el soñado respaldo unánime de la sociedad egipcia. Su margen de maniobra, en consecuencia, se reduce significativamente. Y en este caso, además, su decisión de ejercer directamente el poder lo expone a un deterioro diario que muy pronto puede hacerse visible, marcado por el ritmo que deba imprimir a las impopulares reformas económicas (con la reducción de subsidios, en primer lugar) que se verá obligado a realizar si no quiere acelerar el colapso del sistema que ha heredado.
Ante esta situación cabe suponer que Al Sisi tendrá que concentrar el grueso de sus esfuerzos en la política nacional (tanto en el campo económico como en el de la seguridad), olvidando por un plazo indefinido la permanente aspiración egipcia de ser visto como el líder natural del mundo árabe. Como mucho, cuando mire hacia fuera solo tendrá ojos para calibrar el grado de satisfacción de sus principales sustentadores financieros (con Arabia Saudí y EAU a la cabeza), vitales para poder seguir “comprando” la paz social, a la espera de que algún día pueda regresar la inversión extranjera y se recupere el turismo. Ninguna de esas reales preocupaciones le han impedido iniciar su presidencia con una cena de gala en el palacio de Quba para unos 1.200 invitados. Todo va bien, debe pensar.
Hay 1 Comentarios
Tal vez Al Sisi haya comenzado con mal pie, pero los que si han sido la cagada, son los países llamados democratas que permiten este abuso de poder por el mero hecho del odio que tienen a los Musulmanes y éso ni es democracia, ni cambia el hecho que es una dictadura más disfrazada de democracia.
Lo mismo pasó con Ucrania. El gobierno legítimo fue depuesto por la CIA y sus "amigos" en los países "demócratas" que cómo sucede, sucedió en Egipto, mantienen un silencio de tumba cuándo el gobierno de turno favorece sus intereses, pero se rasgan las togas cuándo esas democracias están o pertenecen a gobiernos no en su esfera de poder. Y para echarle sal a la herida, cuándo el dictador de turno está atacando y masacrando a la hermandad Musulmana, Obama y demás porristas de Occidente, se quedan callados, pero cuándo Yanukovih es depuesto por la CIA, entonces llaman a ese gobierno terroristas. En otras palabras, democracia no es lo que fué en antaño, sino que ahora es lo que los neo-Nazis de Europa y EE UU decidan lo que es el Nuevo significado de democracia.
A tal ha llegado este doble standard de doble moral, que los criminales de Guerra confesos, el retardado perverso de Tejas y su gran commando, nadie los quiere ver ni pintados, pero deciden investigar a Assad por posibles crímenes de Guerra, crímenes que varios medios han achacado a los rebeldes. En otras palabras, hacen caso omiso de lo obvio y salen a buscar brujas porque odian a Assad y ésto, no importa por el lado que se le mire, no puede ser otra cosa que rabia, odio selectivo que obviamente nada tiene que ver con la verdad, ni con la nueva "democracia."
Aquí me gustaría preguntarle, parodiando a Cicerón: Quousque tandem abutere, Obama, la Otan patientia nostra?
Publicado por: Emile Zola | 10/06/2014 19:31:06