Una de las principales responsabilidades de todo Estado es garantizar la seguridad de sus ciudadanos. Visto así, Israel tiene todo el derecho a activar sus capacidades policiales y de inteligencia para liberar a los tres jóvenes capturados la pasada semana en las cercanías del asentamiento (ilegal como todos los demás ubicados en Cisjordania) de Gush Etzion. Pero eso no justifica en modo alguno el quebrantamiento de las normas que limitan la actuación de un Estado que pretende presentarse como la única democracia de Oriente Próximo.
Sea quien sea el planificador y el autor de la operación, son los tres jóvenes y el conjunto de la población palestina de Cisjordania quienes están sufriendo en sus carnes las consecuencias. Aunque Israel insiste desde el primer minuto en señalar a Hamas como el responsable directo, parece elemental entender que ahora mismo el Movimiento de Resistencia Islámica es el menos interesado en dar argumentos a sus enemigos promoviendo una acción de este tipo. Calificado mayoritariamente como un grupo terrorista, aunque solo sea por razones tácticas, lo que le interesa ahora mismo es ofrecer su perfil más político (y, por tanto, menos violento), con el objetivo de asentar su posición en el reciente gobierno de unidad nacional y de ser aceptado por la comunidad internacional con vistas a las próximas elecciones legislativas palestinas.
Visto así, y sin dejarse llevar por interpretaciones más rocambolescas, es más normal suponer que los perpetradores hayan sido miembros de alguno de los grupúsculos palestinos que se oponen a la existencia de Israel, fuera del control de Hamas, jugando al “cuanto peor, mejor”. Sin embargo, el gobierno de Benjamin Netanyahu no quiere dejar escapar la nueva oportunidad que se le presenta para seguir adelante con su estrategia de castigo colectivo contra una población asediada diariamente, y a la que se le niega toda opción política para liberarse de una ocupación que acaba de cumplir 47 años.
Recordemos que el simple anuncio del gobierno de unidad nacional ya fue aprovechado por Netanyahu como excusa para abandonar la mesa de negociaciones promovida por Washington, con el argumento de que Mahmud Abbas había elegido el terrorismo en lugar de la paz. Tratando de esconder así su falta de voluntad para llegar a ningún acuerdo, prosiguió en la misma línea advirtiendo que cerraba todos los canales de contacto con el nuevo gabinete palestino y, como un detalle más de su capacidad de control absoluto sobre lo que ocurre en el Territorio Palestino Ocupado, negó el permiso a cuatro nuevos ministros para que pudieran salir de Gaza para asistir a la primera reunión del gobierno encabezado por Rami Hamdallah. Por si no fuera suficiente para empezar, no tuvo reparos en aprobar los permisos para la construcción de más viviendas en los asentamientos, aduciendo, como manifestó su ministro de vivienda, Uri Ariel, que “es la correcta respuesta sionista al ejecutivo terrorista palestino” y que “cuando escupen a Israel, algo hay que hacer”.
Ahora, el intento de liberación de los tres estudiantes de la yeshiva le está sirviendo para intentar desmantelar el núcleo central de Hamas en Cisjordania (precisamente en Hebrón es donde tiene mayor presencia) y para insistir en el ejercicio de humillación planificada contra la población ocupada. Así, se acumulan los allanamientos indiscriminados, las detenciones (incluyendo al presidente del parlamento palestino, líderes religiosos y mandos políticos intermedios) y el bloqueo total de Cisjordania.
Una cosa es que Hamas deba aprobar aún muchas asignaturas pendientes antes de ser admitido como un actor político y que no sea capaz de controlar efectivamente la Franja de Gaza, donde aún hay grupos implicados en el lanzamiento de cohetes contra territorio israelí, y mucho menos Cisjordania, donde se mueven otros grupos capaces de acciones como la que ahora comentamos. Pero otra muy distinta es que eso sirva para demonizarlo sin remedio, negándole su contrastada voluntad para cumplir los acuerdos con Israel en mayor medida de lo que cabe decir del propio gobierno israelí. Y mucho menos, para desplegar una acción de represalia que va más allá de la mera búsqueda de unos jóvenes que solo cabe esperar que salgan bien de todo esto.
Hay 1 Comentarios
Está claro que las religiones como sistemas de poder -no confundir con religiosidad- son un verdadero opio. Mientras esos supuestos "creyentes" sea del bando que sea, confundan lo divino con la violencia satánica, el problema no tiene solución. Desgraciadamente, la historia humana está repleta de dioses inventados a imagen y semejanza del propio hombre... vengativos, rencorosos, etc., etc. y así para nunca acabar.
Publicado por: RAMÓN | 18/06/2014 13:46:31