Si nada lo remedia (y nadie parece dispuesto o capaz de evitarlo) en treinta días se habrá consumado la macabra farsa que el régimen de Bachar el Asad está representando ante sus propios ciudadanos y la comunidad internacional, con la celebración de las elecciones presidenciales previstas para el 3 de junio. Empeñados en que se ha llegado a un punto de inflexión en el conflicto iniciado en marzo de 2011- de tal modo que, una vez derrotado estratégicamente el terrorismo que amenaza al país, ahora se entra en una etapa de consolidación y normalización “democrática”-, los leales a El Asad pretenden no solo convencer a quien todavía quiera escucharlos de su triunfo por la armas frente a los que identifican como terroristas (todos los que se oponen a sus designios), sino también de su voluntad democrática para superar las dificultades.