Van conociéndose más detalles sobre la configuración del denominado “banco malo público” –curioso, no será ni un banco, sino una SA, ni tan malo, porque será un instrumento de apoyo a la restructuración y, sobre todo, no será público porque el capital será en más de un 55% de agentes privados.
Una de las piezas más novedosas de su
configuración es la posibilidad de “compartimentar” o “trocear” el banco malo,
para dar mayor facilidad a la entrada de inversores y también para permitir una
gestión más especialidada.
La realidad a veces es terca y no es fácil conseguir inversores para una sociedad que va a recibir un volumen de activos que, en su origen, tendrían un valor nominal que podría alcanzar los 166 mil millones de euros –considerando los activos inmobiliarios y adjudicados de todas las entidades individuales que en las últimas pruebas de resistencia elaboradas por Oliver Wyman requerirían capital--.
No es una decisión fácil la de poner capital en algo tan complejo y con tanta diversidad en los activos que va a recibir –préstamos e inmuebles procedentes de, al menos 20 entidades en su origen--. Tampoco debe ser fácil gestionar varios cientos de miles de activos de los que sólo pensar en cómo y cuándo se podrán tener ordenados los expedientes, contratos, escrituras o llaves obliga a pensar en un horizonte dilatado.
Aunque los activos cuyo valor original era de unos 166 mil millones de euros se adquiriesen con descuentos en línea con los aplicados en los ejercicios de resistencia el volumen del “banco malo” puede ser muy significativo, del entorno de los 80-90 mil millones de euros.
Por ello se ha ideado un esquema ingenioso, en el que los activos que reciba el “banco malo” se podrán compartimentar en una especie de fondos de inversión –Fondos de Activos Bancarios, FAB, es la nueva figura--, que recibirán activos específicos y en los que podrán entrar inversores.
Estas figuras de los FAB tendrán una regulación y supervisión por parte de la CNMV comparable a la de los fondos de titulización o los propios fondos de inversión, que permitirá dos cosas. La primera, dar confort a los inversores, porque garantiza unos mínimos controles, criterios en la gestión de riesgos y un nivel de transparencia en la información de cada FAB. La segunda, no menos importantes, un control público, incluso a nivel estadístico, que se perdería si todos los activos que llegasen al “banco malo” no se recogiesen en las estadísticas de seguimiento de créditos . Al pasar de entidades de crédito a una sociedad anónima, no se tendría información sobre su evolución y, de la noche a la mañana, “desaparecería” del crédito una buena parte del crédito de riesgo, dando la sensación ilusoria de que el problema está resuelto.
Hasta tal punto se ha considerado relevante este control que el propio “banco malo” tendrá obligación de informar a la central de información de riesgos del Banco de España las posiciones que mantiene con acreditados –sería también sorprendente que todos los deudores cuyos préstamos pasasen al “banco malo” quedasen “límpios” de deudas a ojos del resto de entidades de crédito, que consultan dicho registro antes de conceder cualquier nueva operación--.
Como toda solución ingeniosa, esta creación de de “compartimentos” de activos dañados en la forma de FAB no está exenta de problemas. En primer lugar, harán falta gestoras, a las que se exige la forma de sociedades gestoras de fondos de titulización de activos, que deberán tener unas competencias, capacidades de gestión e incluso dotación de recursos, muy diferentes de las que tienen las actuales sociedades gestoras de fondos de titulización –ni siquiera está claro si podrán ser las mismas o deberán crearse nuevas gestoras ad-hoc especializadas en exclusiva en la gestión de FAB--. Es evidente que no es lo mismo gestionar un fondo de titulización hipotecaria –donde la administración de los préstamos la sigue haciendo la entidad financiera que los concedió, que sigue cobrando sus recibos y atendiendo a sus clientes—que gestionar un fondo donde pueden incluirse préstamos de empresas en situación concursal, deudas que requieren de una seria restructuración para ser viables o inmuebles con costosos requerimientos de gestión y mantenimiento--. Esas gestoras, de forma directa o indirecta deberán ser capaces de negociar con los deudores, de gestionar activos inmobiliarios o de promover y desarrollar activos, en función de la tipología de los mismos que se incluyen en cada FAB. Por ello, la capacidad, experiencia y especialización tendrán un valor mucho más diferencial que en las tradicionales gestoras de fondos de titulización.
Probablemente en los próximos meses veamos cómo van surgiendo estas gestoras y cómo van reconvirtiéndose, uniéndose o aliándose a servicers de créditos, especialistas inmobiliarios y otros agentes necesarios para poder llevar a buen fin esta empresa que hemos dado en llamar “banco malo”, considerando que ese buen fin deberá ser antes o después la venta de activos a inversores que puedan obtener un retorno de los mismos.
Pensando en cómo atraer a estos inversores y haciendo una analogía burda, parece más fácil encontrar clientes que compren un cerdo por partes y los diferentes productos que de él se extraen, adecuadamente envasados y con registro sanitario, que un cerdo correteando por la dehesa o, mejor aún, dada la magnitud del “banco malo”, una participación en una dehesa.
Hay 3 Comentarios
Y la merkel sin darnos ni agua para nuestro bancos http://www.sanisur.es
Publicado por: ANGEL | 19/10/2012 17:55:30
Banco malo, frob, rescate a comunidades autonomas, mora bancaria en aumento ¿ seguimos para bingo?
Publicado por: ANGEL | 19/10/2012 17:54:07
¿Qué es un banco malo? ¿un banco para españolitos?
Publicado por: Josquín | 19/10/2012 10:13:40