Tras más de un lustro de crisis, reconocer que la misma ha afectado de forma intensa al normal funcionamiento de los flujos crediticios (tanto de los bancos hacia los sectores productivos, como entre los propios bancos, donde el mercado interbancario sigue siendo un muerto viviente) es ya una obviedad.
Por ello no parece de recibo que, en un sistema que necesita respiración asistida para sobrevivir, es decir financiación abundante y barata por parte del eurosistema, se vuelva a las andadas de renunciar a esa financiación, con argumentos de que quienes la usan de forma intensiva pueden ser estigmatizados por los mercados, argumento que pudo tener alguna validez en los primeros momentos de la crisis, pero mucho menos en la actualidad.
Esos razonamientos vienen de nuevo a colación con motivo de las decisiones de cancelar anticipadamente parte de la financiación captada en las dos macrooperaciones de financiación, conocidas como LTRO (long term refinance operations), llevadas a cabo en diciembre de 2011 y febrero de 2012, por un importe agregado de un billón de euros (medio en cada una), de los cuales los bancos españoles acapararon casi un tercio de todo lo otorgado por el eurosistema. Esa financiación era a tres años, y a un coste extraordinariamente reducido, 0,75% inicial, y con escaso riesgo de encarecerse, pero otorgaba la posibilidad de cancelarse anticipadamente a partir del primer año.
Apelación bruta a la liquidez del Eurosistema por sistemas bancarios (miles millones euros)
Fuente: Afi, Banco de España, BCE
Pues bien, en la primera oportunidad de esas ventanas de vencimiento, la banca europea en conjunto amortizó casi 140.000 millones, y la española unos 44.000. Esa devolución anticipada coincidía con un momento especialmente dulce en el mercado mayorista durante el mes de enero, que permitía a los bancos españoles captar más de 12.000 millones en emisiones de valores, con plazos más dilatados, y en condiciones mucho más favorables, que en todo 2012 (véase blog Finanzas a las 9). Pero por muy favorables que fuesen esas condiciones de financiación, eran mucho más onerosas que las LTRO, por lo que financieramente no tenía ningún sentido la sustitución, y la decisión podía estar imbuida de un cierto componente de señalización hacia los mercados de la salud de cada banco. No es casual, en este sentido, que todas las entidades que han cancelado LTRO anticipadamente son cotizadas, mientras que apenas ha habido cancelación entre las no cotizadas.
Pero claro, una actuación basada en ese ejercicio de exhibicionismo tiene sus riesgos, y estos se han visto materializados en el mes de febrero, cuando se podía hacer amortizaciones anticipadas de la segunda LTRO, y en la que se esperaba una exhibición similar a la realizada en la de enero. El problema es que durante el mes de febrero prácticamente se ha secado el mercado de emisiones, volviendo a aparecer de nuevo temores sobre la capacidad de los bancos para mantener un flujo recurrente de financiación sin tener que apelar a la mencionada respiración asistida por el eurosistema. El resultado ha sido que en la segunda ronda el grado de cancelación anticipada ha sido de apenas un tercio de lo realizado en la primera, lo que deja en evidencia esa política de huir del estigma; al fin y al cabo, “el emperador sigue desnudo”.