El pasado 31 de enero la Autoridad Bancaria Europea (EBA por sus siglas en inglés) realizó su primera comunicación sobre las características del ejercicio de estrés que realizará la banca europea en 2014. En el citado ejercicio se verán implicados 22 estados y 124 entidades con un volumen total de activos que rondará los 25 billones de euros: va a ser la prueba más ambiciosa sobre la capacidad de resistencia de la banca europea llevada a cabo hasta el momento.
Una valoración inicial de dicha comunicación, que no va a ser objeto de esta entrada, puede verse aquí. Como bien se señala en dicha valoración, no será hasta finales del mes de abril próximo cuando se conozcan realmente la metodología y los escenarios para la realización de las pruebas de estrés. Por esta razón, me propongo en esta entrada hacer un ejercicio de ingeniería inversa, si bien limitado al caso español. Consideraré la situación actual del sistema bancario y asumiré que vuelve a tener lugar un (hipotético y brutal) deterioro económico y financiero en España tal que, como resultado, se reproduzcan impactos sobre su balance y cuenta de resultados agregada de similar intensidad a los de la reciente crisis[1].
Siguiendo las premisas que se proponen en las pruebas de estrés que ahora se plantean, evaluaré sus efectos en el horizonte de tres años (2014-16), tomando además como medida de corte para el aprobado (o suspenso) el que se preserve (o no), tras el impacto de un escenario tan adverso, una ratio mínima de capital de mejor calidad del 5,5%[2] sobre los activos ponderados por riesgo (actualmente en niveles algo por debajo del 11%). Es decir, el aprobado estaría asociado, grosso modo, a que el sistema conservase aproximadamente la mitad de sus fondos propios actuales después de un impacto similar al experimentado en la reciente crisis durante un periodo de tres años.
Déjenme en primer lugar que ilustre de forma sencilla[3], con números aproximados y el gráfico adjunto, el impacto de la reciente crisis en los fondos propios de la banca. Son estimaciones realizadas a partir de los datos del balance y cuentas de resultados agregadas del sector del último boletín estadístico del Banco de España.
El punto de partida es la disposición por el sector de aproximadamente 180.000 millones de euros de fondos propios en 2008, al inicio de la crisis. Como puede observarse, éstos se habrían reducido en 60.000 millones (una tercera parte de los iniciales) de no mediar inyecciones de capital en quinquenio 2009-13. En efecto, los recursos generados por el negocio bancario (margen antes de dotaciones y otros[4]) no han dado en este periodo para compensar el extraordinario deterioro sufrido por los activos bancarios; nada menos que 250.000 millones de euros (50.000 millones de euros en media anual) o, en otros términos, un 25% del PIB español.
Fuente: elaboración propia a partir de datos del boletín estadístico del Banco de España
Como es conocido, la insuficiencia de capital a la que ha abocado esta detracción de fondos propios, consecuencia de las pérdidas en las que ha incurrido la banca española, ha debido ser cubierta con inyecciones de capital por una voluminosa cuantía. Si se tiene en cuenta que los fondos propios actuales ascienden aproximadamente a 230.000 millones de euros, las aportaciones de nuevo capital en estos cinco años han sido de 110.000 millones aproximadamente. En torno a la mitad de esta cifra han sido inyecciones de fondos públicos (participación pública en las antiguas cajas de ahorros que se concentra en el FROB) y la otra mitad aportaciones del sector privado (mayoritariamente emisiones de capital, pero también resultado de la conversión en capital con sus recortes correspondientes, de deuda subordinada y preferente).
Ahora estamos en condiciones, en segundo lugar, de responder a algunas preguntas básicas, haciendo una traslación adecuada de las cifras anteriores a la situación actual considerando una (hipotética) nueva crisis similar en su intensidad a la anterior (ejercicio de estrés).
- ¿Con qué colchón se contaría para el aprobado en el ejercicio de estrés?: Ya hemos dicho que grosso modo se correspondería con el 50% de los fondos propios actuales; esto es, 115 mil millones de euros.
- ¿Cabe pensar razonablemente en que el ejercicio de estrés pueda arrojar cifras de reducción de capital por esa cuantía? Muy inverosímil. Basta enfrentar la reducción de 115.000 millones en tres años que serían necesarios ahora como mínimo para suspender la prueba, con los 60.000 millones de euros antes mencionados en la crisis que ahora empezamos a ver por el retrovisor. No sólo la diferencia es sustancial sino que las condiciones son muy distintas.En efecto:
- Los balances actuales están más saneados, o dicho de otro modo, el perfil de riesgo que reflejan su exposición crediticia es mucho más reducido que al inicio de la crisis (piénsese por ejemplo en la extraordinaria reducción ya producida en la exposición inmobiliaria y también en el resto de exposiciones con más riesgo).
- Además el tamaño de la cartera crediticia bancaria se ha reducido significativamente respecto de la situación anterior. Cierto es que se ha compensado parcialmente aumentando la exposición a deuda soberana; pero convengamos en que no es lo mismo en términos de pérdida esperada.
Conclusión: el sistema bancario español (en su conjunto) aprobará con claridad el examen si los parámetros de estrés se definen razonablemente y se asume como referencia para los mismos la crisis bancaria reciente.
Alguien crítico con el argumentario anterior podría señalar (con mucha razón) que el verdadero ejercicio de estrés no cabe hacerlo una entidad media representativa del sistema, ya que las necesidades de capital las determinan básicamente aquellas (malas) entidades con insuficiencia. También, sin embargo, hemos mejorado mucho en la actual situación: las peores entidades de la crisis anterior son las que, en general, más han saneado sus balances, lo cual quiere decir que se ha estrechado la dispersión en términos de solidez de los balances de las entidades que han sobrevivido. En otros términos: no es previsible que se detecten necesidades de capital mínimamente significativas en las entidades españolas; en su caso se corresponderá con alguna entidad singular.
Ahora bien, dicho todo lo anterior, debo hacer algunas reflexiones finales para distanciarme de una complacencia poco justificada:
- Que la situación de solvencia de la banca para enfrentar un escenario de estrés en las condiciones actuales sea incomparablemente mejor que al comienzo de la crisis, no quiere decir que sea una situación razonable; ni siquiera, probablemente, que el sistema esté completamente saneado.
- La capacidad de generación de márgenes de la banca española sigue siendo débil a pesar de todo. Esto supone un lastre que perdurará durante algún tiempo aún e interactuará negativamente sobre la propia capacidad de crecimiento de la economía española.
- El aprobado de las entidades españolas, en unas pruebas como las planteadas, no es (no puede ser) la aspiración de las mismas. Más que nunca, especialmente en el horizonte de la Unión Bancaria que se está gestando, lo relevante será la posición relativa en términos de solidez respecto del resto de entidades europeas[5]. Y en esto, el resultado es bastante más incierto y comprometido.
[1] Es obvio que el ejercicio de estrés está pensado para aplicarse a entidades individuales y no para el agregado del sistema, pero a ello nos referiremos más adelante.
[2] Core Tier 1 o CT1 en términos de Basilea, muy cercano a lo que son los fondos propios puros.
[3] Trato de ser más didáctico que preciso.
[4] Resultado de considerar resultados extraordinarios, pagos de dividendos y efectos impositivos fundamentalmente.
[5] Véase también esta entrada anterior
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Fenomenal análisis.
Publicado por: Sebastián Marco | 05/02/2014 12:08:46