El alivio de la posición de liquidez de los bancos –nadie duda que el Banco Central Europeo (BCE) va a continuar aportando liquidez “barata”, y el mercado de emisiones viene mostrando un extraordinario apetito por el papel emitido por entidades financieras españolas- ha terminado por anular cualquier atisbo de guerra por los depósitos de hogares, sin necesidad de ningún tipo de pacto entre entidades, ni de recomendaciones por parte de supervisores.
Esa ausencia de presión por ganar cuota de mercado entre los depósitos bancarios, unida a la constatación de que los reducidos tipos de interés oficiales –el “repo” del BCE, sobre todo- van a acompañarnos durante una larga temporada, ha ejercido una sistemática presión a la baja sobre la rentabilidad que los bancos pagan por los depósitos. Como puede apreciarse en el gráfico adjunto, correspondiente a los depósitos de hogares, la bajada ha sido mucho más intensa en los tipos marginales, es decir los que se aplican a los saldos de nueva captación y/o renovación (línea azul). En media para el conjunto de entidades dicha retribución ha bajado desde 2,84% al cierre de 2012, en plena lucha por captación de depósitos, hasta el 1,46% en enero de 2014, es decir un descenso de 1,38 p.p. muy superior al experimentado por los tipos oficiales (Euribor a un año, sobre todo), indicativo de esa mucho menor presión por la captación de depósitos.
Esa reducción de tipos de interés es más lenta en el caso del saldo vivo de depósitos en las entidades financieras (línea roja), que es el relevante a efectos de su margen de intermediación. Por consiguiente, el efecto neto de las reducciones de tipos les llega a las entidades con un cierto decalaje, y se beneficiarán de la bajada a lo largo del presente año, lo que permitirá al sistema bancario revertir parcialmente el fuerte descenso (-18%) de su margen de intermediación registrado en 2013.
Pero el acusado descenso en la remuneración de los depósitos no es inocuo desde la perspectiva de los ahorradores a la hora de decidir el destino de sus ahorros. Ante la imposibilidad de obtener rentabilidades decentes, tanto en depósitos como en valores de deuda pública a corto plazo (las Letras del Tesoro a doce meses remuneran un escaso 0,5%), los ahorradores buscan fórmulas de inversión con mayor potencial de rentabilidad, aun asumiendo mayor riesgo, como ya comentábamos en una anterior entrada de este blog.
Por esta razón, se viene produciendo un intenso desplazamiento desde depósitos hacia fondos de inversión, como ilustra el gráfico adjunto, que refleja la variación trimestral de depósitos (incluye pagarés bancarios) y de suscripciones netas en fondos de inversión.
Y dentro de los fondos, también se ha producido una clara recomposición, con auténtico descalabro de los garantizados (los reducidos tipos de interés no permiten “comprar las opciones” necesarias para garantizar el capital invertido), y fuerte incremento neto en los de renta variable y en los de renta fija a largo en euros. Categorías estas en las que es posible obtener rentabilidades más elevadas, aunque asumiendo riesgos de pérdida no desdeñables.
Por otra parte, aunque ese desplazamiento pueda responder a una mayor propensión al riesgo por parte de los ahorradores en busca de rentabilidad, hay que reconocer que también las entidades financieras se ven beneficiadas por el mismo. Las comisiones por la gestión de los fondos de sus clientes son, especialmente en los fondos con mayor perfil de rentabilidad y riesgo -que son precisamente los que más han visto incrementarse las suscripciones- sustancialmente superiores al margen que se le puede obtener a un depósito remunerado al 1,46%, por no decir en el caso de depósitos más caros.
De ahí cabe deducir que probablemente no están las entidades financieras descontentas con ese trasvase; incluso no sería descartable que haya habido por su parte cierta proactividad en cuanto a inducir una mayor preferencia de los ahorradores por los fondos y en detrimento de los depósitos: la propia caída en la retribución ofertada en estos es ya de por sí suficiente elemento incentivador del trasvase hacia fondos.
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