[NOTA: El post de hoy lo escriben como invitados José Antonio Herce (Director Asociado de Afi) y Pablo Hernández (Consultor del Área de Economía Aplicada de Afi)]
La hondura de la crisis económica ha supuesto un reto de primera magnitud para la supervivencia de muchas empresas. El racionamiento crediticio y la prolongada atonía de la demanda interna han dado como resultado la extinción de muchas de ellas, especialmente pymes, quienes han comprimido su estructura y sus márgenes hasta extremos que harían inviable a una gran empresa si ésta no pudiese recurrir a los mercados exteriores. En este sentido, las pymes no han podido sustituir fácilmente un mercado doméstico menguante porque, entre otras razones, se encuentran insuficientemente internacionalizadas. Y, a pesar de que pueden postergar en el medio plazo la realización de nuevas inversiones y aplazar su correspondiente financiación, no están en condiciones de sobrevivir sin poder sufragar su circulante o sin descontar sus derechos de cobro contra clientes.
El pasado día 22 de julio se presentó públicamente el primer número del nuevo Boletín de Morosidad y Financiación Empresarial, un proyecto que nace al abrigo de la colaboración entre CEPYME y el Ministerio de Industria, y en la que Analistas Financieros Internacionales (Afi) ofrece apoyo técnico. El propósito de esta nueva iniciativa es, cuanto menos, ambicioso. Y no es otro que servir de referencia para el seguimiento y la vigilancia de un problema que tiene una incidencia muy negativa en las actividades empresariales: la morosidad. Además, trata de tomar de manera simultánea el pulso de las empresas en cuanto a la financiación de sus actividades, y en particular, de sus actividades corrientes.
La morosidad comercial es un fenómeno del que no existe una métrica estándar o comúnmente aceptada – como si existe en otros órdenes que afectan al desempeño empresarial, en el ámbito del mercado laboral o de indicadores de actividad, por ejemplo - sino solo indicadores parciales y dispersos, surgidos a partir de metodologías heterogéneas. Dichos indicadores, a pesar de que permiten percibir de alguna forma la grave situación por la que atraviesan las empresas en esta materia, resultan insuficientes a todas luces como instrumentos de diagnóstico y herramientas generales de seguimiento. En este sentido, el Boletín es un proyecto pionero al plasmar en sus contenidos, por un lado, los resultados de una encuesta a pequeñas y medianas empresas en la que se obtiene información de base y directa sobre éste y otros fenómenos de interés. Por otro, al recopilar y sintetizar los principales indicadores existentes que proceden de otras fuentes, y proveer de medidas sintéticas del alcance de la morosidad empresarial y su repercusión.
Con respecto a los contenidos del Boletín, precisamente, el anhelo de disponer de un indicador que permitiese caracterizar de manera sencilla la evolución de la morosidad fue una de las motivaciones centrales y originarias. Este indicador, que se nutre de fuentes oficiales y empresariales en su cálculo, denominado Indicador Sintético de Morosidad Empresarial (ISME), condensa las dos dimensiones básicas del fenómeno: los periodos medios de pago y el tasa de crédito comercial en retraso de pago sobre su plazo legal. Hasta el momento, la trayectoria del indicador ha sido claramente descendente desde el estallido de la crisis, si bien ha repuntado levemente en los dos últimos trimestres. Esto es atribuible a la caída de ambos componentes del ISME, aunque el repunte del indicador sintético está dominado por la remontada de la tasa de crédito comercial en retraso de pago, como puede verse en los siguientes gráficos. Paralelamente, según los resultados de la encuesta, el 60% del tejido de pequeñas y medianas empresas sufre problemas de morosidad.
Fuente: Afi a partir de Cepyme e Informa
Pero, ¿cómo es posible que la morosidad esté aparentemente disminuyendo y al mismo tiempo las empresas lo señalen como un importante lastre para su actividad?
La evidencia indica que ambos componentes se han venido reduciendo durante la crisis, especialmente en sus momentos más graves. Los periodos medios de pago se han ido ajustando a nuevas regulaciones de plazos de pago más exigentes, a lo que ha contribuido también la desaparición de empresas insolventes que ha tenido lugar durante la crisis, lo que ha acabado reduciendo, paradójicamente, tanto el crédito comercial vivo como la proporción del mismo en mora. Por todo ello, las empresas se han vuelto mucho más selectivas con el crédito comercial concedido, ante la dificultad (y carestía), por otra parte, de recurrir al descuento comercial en los canales bancarios tradicionales. Y todo ello, en un contexto de crisis que naturalmente ha provocado la disminución de la facturación y, por ende, del crédito comercial. Este comportamiento pro cíclico de la morosidad en términos agregados podría ser un ‘’hecho estilizado’’ de las crisis financieras en España, en cuanto se viene reproduciendo un repunte leve de la morosidad en la coyuntura actual de recuperación, algo que ya se observó en el periodo de los llamados “brotes verdes”, entre finales de 2010 y comienzos de 2011.
Por otra parte, uno de los datos quizá más preocupantes que se desprenden de los resultados de la encuesta que se realiza ad hoc para el Boletín es que un 24% de las empresas considera que no va a cobrar jamás el 10% (o más) de su facturación. Especialmente preocupante porque para muchas empresas ese mismo 10% de su facturación representa el propio margen empresarial, es decir, la renta del pequeño empresario y su familia.
Fuente: Encuesta de Morosidad y Financiación Empresarial
Según las estimaciones que se obtienen en el informe, el conjunto del crédito comercial interempresarial tuvo para las empresas prestamistas un coste imputado de 1.612 millones de euros en el primer trimestre del año, de los cuales más de 1.000 millones corresponde a la parte de dicho crédito en retraso de pago. Esto es, en términos relativos, alrededor de un 0,1% del PIB. Sin duda, la información derivada de la encuesta sobre morosidad y financiación permitirá un conocimiento mucho más ajustado a la realidad de las pymes y de las implicaciones de la morosidad sobre la financiación. En esta nueva andadura se difundirá con carácter periódico el análisis minucioso de la realidad y las tendencias en materia de cobros y pagos y financiación de este segmento de empresas. Iniciativas de este estilo resultan cruciales para poder incidir con éxito desde las instancias públicas y asociativas en la solución de estos graves problemas que, en definitiva, constituyen otro lastre a la competitividad de nuestro tejido empresarial - especialmente aquél que tiene más complicado competir en mercados exclusivamente domésticos.