Perdón por el anglicismo, pero no encuentro una palabra en castellano que no sea malsonante para indicar una excesiva presencia de activos bancarios en Europa no relacionados con la actividad natural de intermediación entre el ahorro y la inversión.
En varias ocasiones hemos recalcado el excesivo sesgo que Europa tiene hacia los flujos financieros basados en la intermediación bancaria, en contraposición a los sistemas financieros anglosajones, en los cuales cobra mucha mayor importancia los flujos directos a través de los mercados de capitales. Sin duda, la corrección de ese sesgo es uno de los objetivos que subyacen en la iniciativa de la actual Comisión Europea de impulsar una Unión de Mercados de Capitales (UMC).
Pero no es precisamente de la UMC de lo que quiero hablar hoy; ya en una anterior entrada en este blog nos hacíamos eco de la misma, y sin duda en futuras lo seguiremos haciendo, respecto al plan de acción que la CE pondrá en marcha en los próximos meses.
El mismo comisario europeo (Jonathan Hill) encargado de impulsar la UMC es también responsable de Estabilidad Financiera, y recientemente publicaba un excelente y exhaustivo informe sobre Estabilidad e Integración Financiera en Europa, del cual me han llamado la atención algunos gráficos que reproduzco en su integridad. En ellos se presenta, para el conjunto de la banca europea y desglosada por países por países, la clasificación de sus activos y pasivos entre lo que se denominan “core” y “non-core”. Los primeros incluyen la financiación a familias y empresas no financieras (tanto en forma de crédito como de valores). En medio incorpora la financiación al sector público –en una decisión un tanto salomónica y políticamente correcta-, mientras que como “non-core” se considera a todos los restantes activos y pasivos.
La fotografía que emerge del gráfico siguiente es suficientemente ilustrativa, y sin duda hace bueno el calificativo de “fat banking” (la traducción literal sería “con grasa”, obesa, o inflada), en la medida en que más del 60% de los activos y pasivos bancarios en la eurozona son de naturaleza “non-core”. Sin embargo, menos de la tercera parte (algo menos de 10 billones, sobre los 31 billones de activos totales) son de naturaleza “core”, es decir intermediación con empresas y familias.
De hecho, como puede comprobarse en la parte derecha del gráfico, este tipo de activos “core” lleva cinco años con crecimiento nulo o negativo, al tiempo que los “non-core” registraban fuertes oscilaciones, probablemente una evidencia adicional de un cierto carácter superfluo, y en cierta medida especulativo.
El mismo análisis para toda la Unión Europea pone de manifiesto un perfil similar. Sobre 44 billones de activos, apenas 13,4 billones (es decir, menos de un tercio) son de carácter “core”, unos 3,4 billones son financiación al sector público, y el grueso de los balances bancarios (26,7 billones) corresponden a activos “non-core”.
A la vista de tal desproporción, y desde la doble perspectiva de estabilidad financiera y de reequilibrio entre bancos y mercados –los dos ámbitos de responsabilidad del Comisario Hill-, es más que comprensible su impulso a una Unión de Mercados de Capitales que abra el abanico de nuevas fuentes de financiación al margen de los bancos… y que haga estos se dediquen más a la intermediación y menos a otras actividades de riesgo.
Por cierto, en el análisis por países puede comprobarse cómo España es de los países en los que el peso de los activos “non-core” es más reducido, en torno al 35%, indicando un modelo de negocio más concentrado en intermediación financiera entre familias y empresas, aunque también es de los que presenta un peso más elevado en cuanto a financiación del sector público, como por otra parte analizábamos en una entrada anterior de este blog.
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