[El post de hoy lo escriben como invitados Jose Antonio Herce, Director asociado de Afi y Profesor de economía en la UCM, y Pablo Hernández, Consultor del Área de Economía Aplicada de Afi.]
Ha transcurrido un año desde que comenzara su andadura el Boletín de Morosidad y Financiación (ver documento completo aquí), una iniciativa coordinada por Cepyme y patrocinada por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo. En ella se encuentran numerosos colaboradores y proveedores de información y su realización técnica corre a cargo de Analistas Financieros Internacionales (Afi).
Desde antes del inicio del Boletín de Morosidad la economía española ya había puesto rumbo hacia el crecimiento, dejando atrás el tortuoso periodo de recesión de la actividad acaecido, con altibajos, entre 2008 y 2013. El clima de mayor confianza de empresas y consumidores que se ha venido gestando en éste periodo, especialmente en el último año es un hecho constatado por diversos barómetros oficiales de opinión, organismos internacionales y casas de análisis[1]. Y ello a pesar de la elevada tasa de paro que aún lastra a la economía española, sin perjuicio de los avances de ocupación confirmados en las Encuestas de Población Activa (EPA) de los últimos trimestres y los registros de afiliación y paro de frecuencia mensual de los dos últimos años.
En este contexto macroeconómico, el dinamismo de las empresas está también tomando su propio testigo y tanto el crédito comercial como la morosidad ínter-empresarial que le afecta adquieren dimensiones cambiantes y exigen lecturas adaptadas al momento coyuntural.
Los resultados de esta edición – que integra un extenso análisis de la Encuesta de Morosidad y Financiación asociada a la iniciativa de CEPYME- se presentaron públicamente el 21 de julio de 2015, en un acto que contó con la participación del Secretario de Estado de AA.PP., del Director General de Industria y de la Pyme y de representantes de la Comisión Europea y de Comunidades Autónomas, junto a destacados ponentes provenientes del ámbito académico, asociativo y profesional.
La evidencia reunida en el Boletín ofrece interesantes lecturas de la coyuntura actual del fenómeno de la morosidad, pues este fenómeno posee muchas caras y, además, se viene aproximando documentalmente desde muchos ángulos en un marco, no obstante, de escasa coherencia de las diversas fuentes existentes.
En primer lugar, el Boletín presenta el denominado Indicador Sintético de Morosidad Empresarial (ISME, normalizado a 100 en el IVTR10), que condensa las dos dimensiones básicas del fenómeno - los periodos medios de retraso de pago y la tasa de crédito comercial en retraso de pago sobre su plazo legal. Según se muestra más abajo, el ISME vuelve a mostrar una trayectoria favorable en el arranque de 2015. El periodo medio de retraso de pago entre empresas se sitúa ya en 79,5 días, cuando en 2010 alcanzaba los casi 100 días. Por otra parte, la tasa de crédito comercial en mora (retraso de pago sobre el periodo legal) se encuentra cercana al 69%.
Fuente: Afi a partir de Cepyme e Informa
Pero es que, además, la mejora del ISME se produce al mismo tiempo que se recupera poco a poco el crédito comercial, y esta es la buena noticia. Durante la crisis, sin embargo, al tiempo que se deshinchaba la burbuja del crédito financiero y comercial, disminuía la morosidad (con la notable excepción que supuso el periodo de los “brotes verdes”, donde se observaron algunos repuntes transitorios). La elevada mortalidad de empresas poco solventes, la incertidumbre y la postura muy selectiva adoptada por los acreedores en las contrapartidas comerciales, así como el propio ajuste a las nuevas normativas de plazos legales, coadyuvaron en este sentido. Así, mientras en 2009 el crédito comercial representaba cerca del 70% del PIB, en 2015 se encuentra cerca del 30%, habiéndose producido una suave recuperación del mismo desde el primer trimestre de 2014.
El restablecimiento paulatino del canal del crédito financiero y el “aprendizaje selectivo” pueden estar detrás de este comportamiento. Las empresas pueden acceder con mayor facilidad al crédito financiero para atender sus compromisos de pago y necesidades de cobro (en forma de descuento) más inmediatos, al mismo tiempo que han desarrollado mejores instintos de selección de contraparte comercial (o control de la misma) y seguimiento de sus facturas.
Es por ello que 2015 y 2016 - que serán años de crecimiento económico salvo catástrofe – se convertirán en una buena “piedra de toque” para evaluar el comportamiento de la morosidad en este nuevo escenario post-crisis.
La mejora de la situación también es palpable en lo que concierne al crédito comercial de dudoso cobro. En julio de 2014, según la Encuesta de Morosidad y Financiación empresarial de CEPYME, un 24% de las empresas consideraba que no cobraría jamás el 10% (o más) de su facturación. Un año más tarde, ese mismo porcentaje de empresas no llega al 9%. Sin la pretensión de “quitar hierro” a este problema, lo cierto es que esta reducción solo cabe calificarla como una buena noticia, y que se encuentra en línea con la mejor evolución de la incidencia de la morosidad en las empresas, que afecta a día de hoy a cerca del 44% de las mismas. Hace un año este porcentaje superaba el 60%. Por otra parte, el coste estrictamente financiero imputable al crédito comercial moroso ha descendido cerca de un 10% en este año, pasando nuestra estimación del mismo de 1.013 a 911 millones.
Proporción del valor de las facturas pendientes de cobro que no se cobrará nunca
Fuente: Encuesta de Morosidad y Financiación Empresarial de CEPYME
No obstante, y a pesar de estos avances generales, también se pueden identificar tres rasgos “estructurales” que siguen presentes, con independencia del momento del ciclo.
- Las pymes siguen sufriendo un agravio comparativo en el cobro más dilatado o pago más perentorio de sus facturas en relación a las grandes empresas, cuyo poder de negociación en las relaciones comerciales suele ser, por lo general, mayor que el de las pequeñas y medianas.
- En las comunidades autónomas del sur de España - Andalucía, Canarias o Extremadura - los periodos de pago de facturas son más dilatados que en el norte – Navarra, Aragón o País Vasco.
- Desde una perspectiva sectorial, mientras la distribución alimentaria percibe el cobro de sus facturas con bastante cercanía al periodo legal, el textil y la construcción son las ramas productivas que más tardan en cobrar de sus clientes.
En lo que concierne a la financiación (no comercial) de las empresas, además de los buenos presagios que avanzan las distintas estadísticas oficiales – nueva concesión, crédito bancario, tasa de rechazo de préstamos, etc. - el sentimiento de las empresas viene a corroborar esta dinámica en el primer semestre, según revela también la propia Encuesta de Morosidad y Financiación empresarial de CEPYME. La mejora más evidente tiene que ver con el volumen que las entidades bancarias ofrecen a las empresas, algo que encaja con la evolución que se observa en la inversión productiva. Un 36,8% de las pymes encuestadas en junio de 2015 manifiesta que ha aumentado el importe del crédito concedido por las entidades bancarias.
En resumen, la normalización de la actividad económica y la progresiva recuperación del crédito financiero han llevado aparejadas una reducción de la morosidad. Este hecho es novedoso, puesto que lo que hasta ahora se observaba en España es que mientras crecía el crédito comercial y el PIB, también lo hacía la morosidad. La explicación es que las empresas suelen relajarse más en la selección de clientes y en el cobro de las facturas en épocas de bonanza que en épocas de crisis. Si a ello se le suma la disponibilidad de crédito financiero a bajo coste para financiar el circulante, las empresas se vuelven menos vigilantes de la morosidad.
El dinámico crecimiento económico en curso será un buen decantador de si efectivamente se están corrigiendo determinados vicios en el comportamiento empresarial en materia de morosidad o por el contrario permanecen los patrones observados antes y durante la crisis. De manera preocupante, las lecciones aprendidas posteriormente a la recesión de 2009, con una elevada selección de la contraparte comercial hasta el final de la recesión de 2011-2013, parecieron olvidarse a la finalización de esta última cuando se produjo un repunte del ISME (similar al que se observó durante el breve periodo de los “brotes verdes”). Desde finales de 2014, sin embargo, la mejora de los dos componentes del ISME sugieren que la morosidad empresarial está entrando en una fase más controlada al tiempo que se recupera poco a poco el crédito comercial.
[1] Cabe destacar los informes periódicamente publicados por el Servicio de Estudios del BBVA, de La Caixa Research y de FUNCAS (Los 100 indicadores principales de la economía española)