La EBA (la Autoridad Bancaria Europea, por sus siglas en inglés) hizo público hace unos días las características del ejercicio de estrés al que van a ser sometidas las entidades bancarias europeas este año. Como antecedente cabe recordar el ejercicio similar que se llevó a cabo en 2014, y que en el caso de las entidades que iban a quedar sujetas a la supervisión del BCE desde finales de dicho año, estuvo acompañado además de un proceso previo de revisión de la calidad de los activos de sus balances bancarios.
Con razón, las pruebas de estrés que se han puesto ahora en marcha han suscitado menos expectación que las anteriores. No sólo no son novedosas, sino que además:
- Dejan de estar acompañadas de esa revisión de la calidad de los activos bancarios. Parece natural que así sea cuando las entidades sujetas de la eurozona ya están bajo la órbita supervisora y vigilancia continuada del BCE (en el anterior lo estaban previamente a las respectivas autoridades nacionales).
- A diferencia del ejercicio de 2014, y precisamente por el mismo motivo, el objetivo no es identificar posibles necesidades de capital que exijan una recapitalización inmediata, sino valorar vulnerabilidades y el impacto del escenario adverso que se maneja.
- Incluso la evaluación tiene ahora un alcance menor (51 bancos de 15 países frente a los 123 bancos que tomaron parte en 2014), si bien con una elevada cobertura media de los activos bancarios de la eurozona que alcanza el 70%, y sube hasta el 87% en España, donde serán seis los bancos participantes.
Por lo demás, aunque se introducen algunas novedades, los cambios metodológicos no son sustanciales.
¿Qué valor tendrá este nuevo ejercicio? Desde luego proporcionará una información no despreciable como ejercicio de sensibilidad a los escenarios (base y adverso) que se han planteado y contribuirá a la mayor transparencia de un sector tan sensible.
Lo cierto, en cualquier caso, es que más allá del propio ejercicio probablemente haya que anticipar un panorama pesimista para la estabilidad de un sector en el que:
- Con alta probabilidad va a seguir vigente un “escenario de tipos cero” durante el periodo de tres años contemplado (2016-18), con riesgos cada vez mayores de que opere la “trampa de liquidez keynesiana” en un contexto de débil crecimiento económico.
- A pesar del proceso de recapitalización bancaria nada despreciable llevado a cabo en la eurozona en estos últimos años, se mantienen focos de vulnerabilidad evidentes en algunas entidades e incluso países. Piénsese en el desplome reciente de entidades como el Deutsche Bank, la banca italiana,… más allá de lo que lo ha hecho el conjunto del sector.
- Los nuevos entrantes y el cambio vertiginoso que impone la transformación digital amenazan la supervivencia a medio plazo de muchas entidades.
Con una visión de luces más cortas, no va a ser fácil (no lo está siendo) en este contexto el papel del BCE en su doble condición de ejecutor de la política monetaria de la eurozona, al tiempo que de supervisor y garante de la estabilidad de su sector bancario. Demasiadas novedades y retos en el horizonte. “Entretenimiento” asegurado para investigadores y analistas.
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