Los test de estrés aplicados a la banca europea, cuyos resultados hemos conocido recientemente, tenían como foco principal el análisis de la capacidad de aguante de las entidades en una situación de crisis extrema durante un periodo de tres años. No es menos cierto que el ejercicio proporciona otra información relevante. En particular, resulta de verdadero interés analizar la capacidad que tienen las entidades para generar márgenes en “condiciones normales” durante ese mismo periodo; en definitiva su capacidad para proporcionar una rentabilidad suficiente en un escenario razonable (escenario base) que los propios test definían.
De hecho, el escenario base partía de las previsiones económicas realizadas por la Comisión Europea en otoño de 2015 para el bienio 2016-17 extrapoladas un año más, hasta 2018, para cubrir el periodo del ejercicio de estrés pedido a las entidades. Aunque particularizado para cada uno de los países, el marco general diseñado reflejaba un crecimiento económico moderado pero estable para el conjunto de la Unión Europea (alrededor del 2%), baja pero creciente inflación en dicho periodo, y una lenta pero progresiva corrección de los desequilibrios exterior y de las finanzas públicas. En cuanto a tipos de interés, dicho escenario se asumía niveles bajos pero crecientes, con una referencia media de los de corto plazo en el área euro (euribor a 12 meses) del 0,3% y unos tipos a largo (bund alemán a 10 años) del 0,9%.
Visto con la perspectiva de ahora ese escenario quizás peque de optimista en cuanto a crecimiento económico y, desde luego, de una visión sobre el nivel de tipos que se compadece poco con la realidad actual. El BCE ha profundizado desde entonces en su política de tipos negativos y el Brexit ha determinado un cambio de orientación radical de la política monetaria del Banco de Inglaterra. Es obvio que teniendo en cuenta consideración anterior, la rentabilidad proyectada para la banca en el escenario base debiera revisarse a la baja (con la nueva información disponible).
Menos concluyente es el efecto sobre la rentabilidad proyectada de las restricciones y supuestos metodológicos que definió la European Banking Authority (EBA), de uso obligatorio por los 51 bancos europeos analizados (seis de ellos españoles). Algunos supuestos que podrían calificarse de conservadores en el caso de algún país o entidad surtían el efecto contrario en otros/as. Es natural que en un ejercicio compartido, realizado con bases comunes, no es posible recoger totalmente el componente idiosincrático de todas y cada una de las entidades.
Pues bien, la conclusión principal no puede ser más contundente. Y ello aun asumiendo que las cuentas de resultado proyectadas recogen una visión razonable del comportamiento que cabe esperar de las mismas en el trienio para el conjunto de la banca europea. Como se observa en los gráficos siguientes, el ROE medio de la banca europea y española en todo el periodo 2016-18 sería incluso inferior a la rentabilidad obtenida en 2015: 4,8% frente al 5,4% en el caso europeo y 7% frente al 7,7% en el español. Insuficiente a todas luces para cubrir el coste del capital del sector. El ROE en 2015 es resultado de la contribución positiva (en verde) o negativa (en rojo) de cada uno de los epígrafes relevantes de la cuenta. La línea amarilla muestra por otra parte el perfil medio de la cuenta de resultados sobre el capital que sería esperable en los tres años siguientes.
No hace falta recalcar que, dando por hecho en todo caso la capacidad de aguante general que señalan los test frente a un escenario adverso y duradero, esta baja rentabilidad esperada, ahora validada por las pruebas realizadas, es la razón fundamental por la que la banca capitaliza (está valorada en mercado) muy por debajo de su mero valor contable.
Además de tan clara conclusión, los resultados obtenidos son expresivos de la idiosincrasia (y/o la coyuntura) por la que atraviesan los sectores bancarios de algunos países. Es especialmente rica la comparativa de la cascada de resultados proyectada para la banca española en relación a sus homólogos europeos. Es llamativa la mucha mayor contribución (medida en ratio sobre el capital) del margen de intereses de la banca española; nada menos que 10 puntos porcentuales más. En ello influye especialmente el mayor peso relativo del negocio minorista en la banca española, así como los diferenciales más elevados obtenidos por la amplia presencia de las dos mayores entidades (Santander y BBVA) en mercados menos desarrollados (Latinoamérica fundamentalmente)[1]. El otro gran signo distintivo de los bancos españoles es, por el contrario, el mucho mayor drenaje de rentabilidad, más de seis puntos porcentuales, que suponen las dotaciones de pérdidas por deterioro consecuencia de los activos dañados aun presentes en los balances de las entidades.
Por lo que se refiere a la comparación entre 2015 y la proyección realizada para 2016-18 es evidente, como se plasma en la tabla adjunta, la menor contribución esperada del margen de intereses (puede serlo más aún con el actual escenario de tipos negativos) y también, en general, del resto de ingresos. Es mucho mayor en la banca española (caída más de 8 puntos porcentuales en total) que en el promedio de la europea (algo más de 3 puntos). El mencionado descenso de la aportación de los ingresos se vería compensado por una reducción notable de los gastos de explotación (5,3% en la banca española por un 3,3% en la banca europea), que en el caso español también vendría acompañada por una caída significativa (2,8%) de las pérdidas por deterioro.
- Entre la rica información que proporcionan los resultados de los test de estrés 2016 que ha conducido la EBA (y aunque no es su principal foco de interés) se encuentran las cuentas de resultados proyectadas por las entidades para el trienio 2016-18 bajo un escenario macroeconómico y de tipos de interés razonable (no estresado).
- Dicha proyección certifica la percepción general de que la falta de rentabilidad adecuada de la banca seguirá siendo un problema en un periodo tan largo como los tres próximos años. Más aún, el ROE medio en dicho periodo, tanto de la banca europea como española, sería inferior incluso a la ya baja rentabilidad obtenida en el ejercicio 2015.
- En todo caso la rentabilidad de la banca española se mantendría por encima de la europea, merced al mayor peso de su negocio minorista y a la diversificación geográfica (fuera de la UE) de las dos grandes entidades.
- Esa menor rentabilidad proyectada sería (i) consecuencia de una caída generalizada de la contribución de los ingresos, (ii) especialmente del margen de intereses (pero no sólo) y (iii) mucho mayor en la banca española que en la europea.
Si la caída esperada del ROE, tanto en la banca europea como española, no es aún mayor es porque se está asumiendo (i) un drenaje notablemente inferior de los gastos de explotación (supuesto implícito de reestructuración del sector), (ii) acompañado en el caso español de una contracción de las provisiones necesarias sobre los activos deteriorados.
[1] En el caso del Sabadell contribuye especialmente un mix más orientado a la banca de empresas frente a la de particulares.
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