Lo hemos dicho muchas veces. Los flujos de inversión directa en el extranjero son la categoría de movimientos de capital más apreciada, con bastante independencia del grado de desarrollo de las economías. Además de las entradas de capital en la economía receptora, significan un compromiso superior al de los demás flujos de capital: con la gestión y con la difusión de tecnologías e intangibles, en general. El colesterol bueno de los movimientos de capital, ya se sabe. El aumento de esas inversiones, la verdadera contribución a la internacionalización de las empresas, era unos de los objetivos del Tratado Transatlántico, a suscribir entre EEUU y la UE, hoy en situación precaria.
Conviene recordar cuando se habla de flujos de inversión directa en el extranjero un par de precisiones metodológicas. La primera es que aunque por definición los flujos de entrada y de salida deberían ser iguales, en la práctica las discrepancias estadísticas entre la medición de ambas categorías explican esas diferencias. Solo cuando la referencia es genérica a los flujos globales, se entienden referidas al promedio de entradas y salidas. La segunda hace referencia a la composición de esos flujos. Se integran en la inversión directa las aportaciones de capital, la reinversión de beneficios y la deuda intraempresas. Por último, pero no menos importante, es la referencia a los flujos de las SPE (Special Purpose Entities). Se trata, según la OCE, de entidades con poca o ninguna presencia o empleo en el país receptor, pero que proporcionan importantes servicios a las empresas multinacionales bajo la forma de financiación o tenencia de activos y pasivos. Las multinacionales canalizan con frecuencia inversiones a través de estas entidades hacia un país como fase previa a la inversión en otro país de destino final. Aquí se detallan esos procedimientos de canalización de inversiones por muchas multinacionales
Los datos que la OCDE acaba de difundir no son muy saludables. Durante la primera mitad de este año descendieron esos flujos en un 5%, hasta totalizar 793.000 millones de dólares, comparados con el registro en la segunda mitad de 2015. Fue durante el segundo trimestre del año cuando cayeron de forma más pronunciada, desde los 513.000 millones de dólares del primero a 279.000 millones. En el conjunto de la treintena de economías avanzadas agrupadas en la OCDE los flujos de salida descendieron en un 16%. Han sido los flujos desde y hacia la Unión Europea los principales responsables de ese descenso. Las entradas cayeron en 34.000 millones y las salidas lo hicieron en 15.000 millones en el segundo trimestre de este año. Desinversiones que se atribuyen a los flujos negativos de deuda intraempresas, al mismo tiempo que menores transacciones de capital.
A pesar de ello, las entradas de capital en el conjunto de la OCDE aumentaron un 14% si comparamos con la segunda mitad del 2015 en gran medida debido al aumento de las inversiones en EEUU y en menor medida en Reino Unido. A pesar de que en el aumento de las correspondientes entradas en EEUU han influido operaciones de reestructuración empresarial (y en el caso de Reino Unido la compra por Royal Dutch Shell de British Gas) no deja de llamar la atención ese selectivo comportamiento en dos economías especialmente afectadas por la incertidumbre política. Quizás una explicación, al menos provisional, es la pretensión de algunas multinacionales por afianzar la presencia en dos países que, al menos en principio, pueden registrar tensiones proteccionistas. Mantener una cabecera importante en esas economías, con centros de producción, puede contribuir a sortear restricciones a las importaciones de bienes y servicios si se concretan los planes de ambos gobiernos.
EEUU como principal receptor de flujos de inversión directa fue seguido por China y Reino Unido. El primero fue también en este semestre el principal emisor de inversiones directas, igualmente seguido por China. Un exponente más del protagonismo de estas dos economías en la dinámica de globalización. Y, en particular de esta última. Habrá que seguir con atención sus reacciones a la eventual concreción de las decisiones proteccionistas de Donald Trump. Es más que posible, si avanza la involución multilateral estadounidense, que China pase a ocupar el lugar principal en la tracción del proceso de inversión transnacional.