Siguiendo la serie de entradas de este blog dedicadas al sector seguros (aquí, aquí, aquí, aquí o aquí) pongo el foco en este post en la evolución de la estructura de su cuenta de resultados agregada. Por supuesto las cuentas de este sector comparan muy favorablemente respecto de las de su hermano mayor en España, el sector bancario. El el gráfico adjunto, ya usado en otra ocasión, es bien ilustrativo al respecto. Actualmente, e incluso asumiendo una cierta “normalización” del sector bancario (excluimos los recientes impactos adversos del Banco Popular) se da la siguiente circunstancia: para generar en torno a dos veces y media los resultados del sector seguros por sus negocios en España, la banca requiere un tamaño de balance ocho veces mayor, a la vez que cinco veces más volumen de fondos propios y en torno a cuatro veces y media más empleados directos. No sólo, esas dos veces y media de los resultados del sector seguros que la banca genera ahora, compara con las cinco veces que representaban antes del inicio de la crisis los resultados de la banca.
Fuente: Afi a partir de Banco de España y DGSFP
No es extraño por consiguiente que la rentabilidad del sector seguros, que en términos de ROE ronda el 10%, sea ahora algo más del doble que el de la banca, tal y como acredita el gráfico siguiente.
Rentabilidad (ROE) comparada de la banca y del sector seguros
Fuente: Afi a partir de Banco de España y DGSFP
En todo caso, nos interesa destacar en este post que a pesar del buen comportamiento relativo del sector seguro, su rentabilidad también se ha visto comprimida a lo largo de esta última década. Llegó a ser del 25% en 2007 y se mantuvo en el 15% hasta 2011, mientras que actualmente trata de defender niveles de dos dígitos. Las causas son diversas, pero es bastante claro que en los últimos años ha tenido un peso singular la caída de la rentabilidad de sus inversiones, muy determinada por el impacto en sus carteras del escenario de extraordinariamente bajos tipos de interés con el que estamos conviviendo. Como es natural este impacto es muy superior en el negocio de vida, ya que sus carteras de inversión, dado el proceso de acumulación de las primas cobradas (ahorro), hace que sus carteras sean muy superiores a las del negocio de no vida.
La descomposición de los resultados (antes de impuestos) del sector, que se visualiza en los gráficos siguientes (en vida, no vida y en el negocio total) para los últimos cuatro años y que presentamos hace unos días en el 1er Taller de Seguros Afi, es indicativa de un evidente proceso de deterioro de la rentabilidad, solo oscurecido en 2016 el extraordinario crecimiento de las primas en el negocio de vida en 2016. En la descomposición se refleja para cada ejercicio la contribución de los grandes epígrafes (ingresos por primas, resultado de las inversiones, siniestralidad y gastos de explotación) a la cuenta de resultados, cada uno con su signo apropiado. También, lógicamente, el resultado final expresado como beneficio antes de impuestos (BAI) representado por la línea roja.
En efecto, como puede verse en la composición gráfica que se presenta, el resultado global en el negocio de no vida presenta un crecimiento relativamente estable y moderado; como lo hacen las primas y la siniestralidad en estos últimos cuatro años, con una aportación ligeramente decreciente de los resultados financieros en los últimos tres (poco más de mil millones de euros de los casi tres mil millones que aproximadamente viene ganando de forma robusta este subsector).
Por su parte, el resultado global del negocio de vida ha definido en estos años (salvo por el repunte en el último) una marcada tendencia a la baja en paralelo a la ininterrumpida caída de los resultados financieros (7,3 mil millones de aportación en 2016, cayendo desde los 8,7 mil millones que aportaban en 2013). El repunte del BAI en 2016 está motivado, como señalábamos, por el excepcional crecimiento de las primas en este ejercicio[1] que excede significativamente la siniestralidad imputada. Sin dicho fenómeno, el BAI de este subsector (que recuperó niveles superiores a los dos mil millones el pasado año, cifra inferior a la aportación del negocio de no vida) hubiese caído adicionalmente en 2016, dado el adverso comportamiento de los resultados financieros en el negocio de vida para el que son extremadamente relevantes[2].
En otras palabras, parece evidente que en ausencia de notables crecimientos en volumen de las primas del negocio de vida (como el observado en 2016) el lastre que supone el escenario de prolongados bajos tipos de interés va a seguir presionando los resultados del negocio de vida y, por consiguiente, la rentabilidad de este subsector y la del conjunto del negocio de seguros. Menos, desde luego, que en otros grandes países europeos, pero no va a ser inmune el sector seguros español a esta esta situación.
Dada la mejora que viene produciéndose en el negocio bancario (excepción hecha del impacto del Banco Popular) es muy probable que se mantenga, por otra parte, el proceso de convergencia de rentabilidades de los dos sectores, banca y seguros, que se viene apreciando en estos años más recientes (volver a ver el segundo gráfico de este post). Aún lejos creemos, en todo caso, de que lleguen a igualarse.
[1] Fenómeno singular localizado en pocas entidades como consecuencia de la agresiva venta de productos de vida-ahorro, rentas vitalicias y temporales fundamentalmente, cuyo crecimiento no tiene visos de repetirse en tal intensidad en este año y siguientes.
[2] De hecho sirven para compensar el margen negativo que arroja en este subsector el denominado “resultado técnico”.