Cuando el Liceo se incendió, hace ahora 20 años, las cosas eran muy diferentes en España, o al menos cabe dudar de que se procediera ahora como se hizo entonces. EL PAÍS informó al día siguiente de producirse el incendio con una pieza que abrió la portada del periódico desplegándose a 4 columnas y con una fotografía tomada desde un helicóptero que también se reproduce en este blog. "El Liceo, devastado por el fuego, será reconstruido en el mismo lugar". Desde el primer momento se hizo explícita la voluntad política de reconstruir este templo operístico barcelonés, y esa era la noticia. El siniestro lo provocó una chispa salida de un soplete que un operario manejaba en la reparación, qué paradoja, del telón cortafuegos a las 11 de la mañana del 31 de enero de 1994, mientras los chicos de un colegio realizaban una visita al teatro. Cuando fueron evacuados creían que les echaban por portarse mal. Jacinto Antón hablaba en su crónica de que la chispa provocó "una tormenta de fuego de ribetes wagnerianos".
Emilio Botín donó al día siguiente del incendio 100 millones de pesetas (620.000 euros) y se habilitó una cuenta corriente que canalizara el flujo incesante de aportaciones de instituciones y personas para acometer una reconstrucción cuyo coste se cifraba entonces en 8.000 millones de pesetas (48 millones de euros). [EL PAÍS ha publicado que finalmente costó 21.000 millones de pesetas, (121 millones de euros) porque hubo que construir un muro perimetral de hormigón de 52 metros de profundidad para mantener a raya la enorme bolsa de agua del subsuelo descubierta en 1995 durante los trabajos de reconstrucción.]