Una de las imágenes tomadas por las cámaras de seguridad de la frontera de Melilla con Marruecos del asalto de 300 inmigrantes en el que un ciudadano de Camerún resulto muerto en territorio marroquí. El asalto fue rechazado por fuerzas de la Guardia Civil desde Melilla y por guardias de la Mehanía, desde Marruecos el 28 agosto 2005.
Gobernaba el PSOE y la situación económica en España era boyante: en 2005 se crearon 894.100 empleos y la tasa de paro bajó al 8,7% de la población activa; fue la mejor cifra desde 1978. Gran parte de ese auge del mercado laboral obedeció a la regularización de inmigrantes realizada aquel año. Aquel año 2005, el final del verano y el comienzo del otoño fueron muy duros en las fronteras de Melilla y Ceuta con Marruecos.
El 26 de agosto de 2005, era viernes, y “a las seis de la mañana se oyó un cuerno y 250 subsaharianos surgieron de la maleza y se lanzaron al asalto de la valla que separa Melilla de Marruecos. Avanzaron en tres grupos de unas 80 personas cada uno. Portaban más de cien escaleras para salvar las alambradas. Cincuenta guardias civiles, pertrechados con material antidisturbios, tardaron tres cuartos de hora en rechazarlos. Una docena de los inmigrantes logró entrar en la ciudad autónoma.”
Un portavoz de la Guardia Civil explicó algunos pormenores de aquel asalto: "Es la primera ocasión en que los subsaharianos se muestran agresivos. No quiero decir que nos atacaran, pero si se encontraban con un guardia que les impedía avanzar, se lo llevaban por delante, y si intentábamos detenerlos, se zafaban y seguían intentando pasar. Son fuertes y corpulentos, han aprendido que éste es un Estado de derecho y que no les vamos a pegar un tiro o a darles un mal golpe intencionado, y lógicamente aprovechan esa ventaja".
El artículo acababa así: “La Guardia Civil anuncia: "Lo volverán a intentar". Tardaron dos días en hacerlo. “A las 22.20 del domingo, 300 inmigrantes subsaharianos, provistos de más de 100 escaleras, se lanzaron por sorpresa al asalto de la valla fronteriza que separa Marruecos de Melilla. 10 de los 80 guardias civiles que intentaron rechazarlos resultaron heridos, y un número indeterminado de asaltantes logró introducirse en la ciudad.” En ese asalto murió un inmigrante camerunés.
Había dudas sobre lo que ocurrió. La Guardia Civil señaló que su muerte pudo deberse a un accidente y un testigo relató que un guardia civil le disparó a bocajarro tres pelotas de goma. La autopsia atribuyó la muerte a una posible caída, pero no todos estaban de acuerdo. EL PAÍS editorializó resaltando que “el suceso pone de manifiesto que ninguna barrera, por sofisticada que sea, hará desistir a los inmigrantes que buscan una vida mejor en Europa. La Europa fortaleza que algunos defienden es una ensoñación. Para España y Marruecos, que comparten fronteras exteriores de la Unión Europea, el desafío es enorme, por lo que están abocados a aunar esfuerzos y reforzar su colaboración. Los inmigrantes subsaharianos que llegan a Marruecos camino de Europa no cejarán en su asalto a las vallas tras las que han puesto sus esperanzas.”
Interior apostó por hacer más alta la valla fronteriza de Melilla y ordenó duplicar su altura hasta los seis metros en los seis kilómetros de frontera que sólo tenían tres metros de altura: “En principio, Interior sólo tenía previsto elevar este año la altura de la valla en 3,3 kilómetros situados al norte de la ciudad autónoma. Los trabajos habían sido presupuestados en 1.134.066 euros y adjudicados a la empresa Necso.
Pero las continuas avalanchas de subsaharianos que se han producido en los últimos días han obligado al ministerio a adelantar la inversión prevista para 2006 y a ordenar el comienzo de los trabajos en otra zona del perímetro cuya altura quedaba por duplicar. Se trata de los 2,8 kilómetros que van desde la frontera de Beni Enzar, al sur de la ciudad, hasta el paraje conocido como Villa Los Abuelos. Los trabajos están presupuestados en 750.000 euros y han sido adjudicados a la constructora Ferrovial. Interior espera culminar el cierre del perímetro fronterizo en pocos meses.”
Hubo un nuevo asalto a la valla melillense a las 24 horas de conocerse la decisión de Interior y se produjo la muerte de uno de los asaltantes. Y tres días más tarde hubo otro asalto y otro inmigrante murió. En apenas 20 días (entre finales de agosto y el 15 de septiembre) murieron tres subsaharianos en asaltos a la valla. Pero la peor parte vino después.
Cursó entonces una visita a Melilla el secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, y dijo que la situación de la ciudad era “un problema de Estado”. A las pocas horas de volver a Madrid comenzó el primero de dos grandes asaltos ocurridos el día 27 de septiembre. “Un mando de la Guardia Civil describió así lo ocurrido: "Los más viejos del lugar dicen que jamás habían visto algo semejante". Un millar de inmigrantes participó y 300 consiguieron pasar a Melilla. Este fue el relato de un guardia local: “Oíamos voces, como si alguien les dirigiese [a los subsaharianos]. A las órdenes de esa voz, oculta en la oscuridad, colocaban las escaleras contra la primera valla y trepaban hasta la alambrada que la corona. Allí recibían otra escalera que les alcanzaba un compañero desde el lado marroquí para que pudieran bajar hasta el camino de ronda, entre las dos vallas. Intentábamos impedir que descendieran, pero se tiraban sobre nosotros. Lo que más oíamos era al compañero que teníamos al lado, que nos advertía: '¡Cuidado, cuidado!', porque te caían encima de tres en tres. Si tratábamos de detenerlos intentaban deshacerse de nosotros a base de bocados y puñetazos. Tienen una complexión física impresionante y van a por todas".
Se editorializó al día siguiente en las páginas de EL PAÍS: "Acierta el secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, al indicar que el problema no tiene solución a corto plazo, ni probablemente a largo, por mucho que se vaya a enviar 40 agentes al lugar, con lo que se aumenta hasta algo más de 700 el total de fuerzas de vigilancia españolas, y se haya decidido acelerar el recrecido de la valla de tres a seis metros. "Por muy alta que se ponga seguiremos intentándolo, porque es más fácil y menos peligroso saltar una alambrada que ir en patera", ha confesado uno de los que se quedó al otro lado de la frontera. Hay que asumir que la desesperación de estas gentes es tan grande que lucharán una y otra vez para huir del drama en busca de una vida mejor."
La masiva llegada de inmigrantes desbordó el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), problema remediado con la urgente instalación de 350 tiendas de campaña de refuerzo y la petición de solidaridad del resto de comunidades autónomas para que apoyaran el plan de acogida de inmigrantes.
Inmigrantes subsaharianos en nuevas tiendas de campaña instaladas por el Ejército en Melilla, tras las últimas oleadas de inmigrantes que han saltado la valla masivamente. 28-9-2005 / BERNARDO PÉREZ
El 29 de septiembre se produjo otro asalto masivo en la frontera de Ceuta. 600 inmigrantes trataron de entrar en la ciudad española y murieron cinco tiroteados. Consiguieron entrar en la ciudad 163. Hubo otro intento de entrada ese mismo día en Melilla de 400 inmigrantes. EL PAÍS hizo una reconstrucción del asalto a la frontera de Ceuta con testimonios de los inmigrantes: "La Guardia Civil disparaba bolas de goma y gases lacrimógenos. El pasillo entre vallas estaba lleno de gente tirada y de otra que corría sobre sus cuerpos. Había mucha confusión, sangre. Muchos intentaron huir hacia el oeste, pero se toparon con una puerta cerrada. Los guardias los acorralaron y los echaron a Marruecos. Otros tuvieron más suerte: cayeron heridos y los llevaron al hospital de Ceuta. La mayoría de los que conseguimos entrar en Ceuta corrimos hacia el monte y nos escondimos, hasta que la policía nos halló y nos trajo al CETI. Otros fueron por las calles, preguntando por la iglesia y se metieron en ella. Luego los trajeron. Estamos bien; España es un país de derechos humanos".
Los disparos que mataron a los cinco asaltantes fueron efectuados por gendarmes marroquíes. Horas antes de estos asaltos, se aprobó un incremento de la seguridad en Ceuta y Melilla. "Patrullan el perímetro de Ceuta dos compañías de Regulares, de 120 hombres cada una, apoyados por otra compañía de reserva del mismo cuerpo. En Melilla vigilan una compañía de Regulares y una de la Legión, mientras otra de legionarios queda de reserva. En total, 720 efectivos. Los militares irán armados con sus fusiles de reglamento (H&K) y apoyados por vehículos blindados BMR para que sean "muy visibles" y tengan efecto disuasorio.Los militares irán armados con sus fusiles de reglamento (H&K) y apoyados por vehículos blindados BMR para que sean "muy visibles" y tengan efecto disuasorio.Las órdenes que han recibido son no hacer uso de sus armas de fuego y limitarse a patrullar por la carretera que discurre entre la doble valla fronteriza, a fin de "impedir los saltos". El Ministerio del Interior los va a dotar de material antidisturbios." Esta medida de enviar soldados armados fue controvertida. En 1996, gobernando el PP, también se envió a militares ante una crisis semejante, pero fueron desarmados. EL PAÍS recogió su preocupación en un editorial publicado al día siguiente de adoptarse la medida.
El 3 de octubre, y con el Ejército desplegado, 350 inmigrantes lograron cruzar la valla en Melilla en otro masivo asalto. Un guardia civil explicaba el problema: "Puedes elevar la valla, o poner cuatro en vez de dos, llenar un foso de agua, cuantos más medios mejor, pero no vas a poder impedirlo".
Dos días más tarde, el 5 de octubre, hubo otro asalto de 500 inmigrantes en Melilla. 70 lograron pasar la valla. Había entonces 1.700 inmigrantes en la ciudad y se cifraba en 13.000 el número de inmigrantes que había intentado saltar la valla de Melilla durante 2005.
Al día siguiente, 6 de octubre, se produjo el último asalto de la oleada habida en 2005. En este nuevo asalto de 400 inmigrantes a la valla de Melilla, las fuerzas marroquíes mataron a seis personas. Un sangriento colofón de esta crisis.
Finalmente, el despliegue policial y la elevación de las vallas evitó que se produjeran más asaltos como los registrados desde finales de agosto hasta comienzos de octubre.
Se supo que las autoridades marroquíes llevaban hasta el desierto fronterizo con Argelia a los subsaharianos que detenían en Ceuta y Melilla y allí los abandonaban a su suerte. La primea información publicada se refería a un grupo de 500 personas localizado el 7 de octubre hambriento y sediento. Había una embarazada y un niño de dos años en el grupo. Las autoridades marroquíes recogieron a esos grupos abandonados en el desierto ante la presión internacional.
Por aquellos días publicó el periódico un artículo que hacía una observación crucial para entender la desesperación de los inmigrantes y su férrea voluntad de llegar a España: “Esas vallas delimitan la frontera más desigual en términos económicos de la Unión Europea o de la OCDE. El PIB per cápita de España multiplica por 15 al de Marruecos, cuando el de Estados Unidos multiplica sólo por seis al de México. (…) La tentación es demasiado grande para los emigrantes. Por ejemplo, una casa en Marruecos de nueva construcción se puede comprar por 6.000 euros (la casa entera, no un metro cuadrado), apenas un año de salario mínimo en España. Con la misma cantidad se pueden comprar dos fincas agrícolas en Mauritania o cuatro en países subsaharianos como Malí, un país donde cada ciudadano produce anualmente bienes por un valor medio inferior a 500 dólares.”
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