Loyola de Palacio y Rodrigo Rato señalan hacia los diputados socialistas, durante el escándalo producido en las votaciones del debate de la reforma laboral. En dos votaciones, con un minuto de diferencia, había diferente número de diputados. Enrique Fernández Miranda está en la misma fila y detrás se ve a Gabriel Cisneros, Celia Villalobos (tapada), Miguel Ángel Cortés y Teófila Martínez./ BERNARDO PÉREZ
Hace hoy 20 años se produjo en España un lamentable episodio parlamentario en el que se perdieron las formas. Comprensiblemente, está totalmente olvidado.
Se vivía una legislatura complicada. El PSOE perdió su mayoría absoluta en 1993 y gobernaba en minoría un país que salía de una recesión más despacio de lo que necesitaba la gente. El Gobierno estaba acosado por varios escándalos. Por aquellos días se hablaba mucho del manejo –turbio- de los fondos reservados y estaba en marcha una comisión de investigación de la gestión de Luis Roldán al frente de la Guardia Civil.
El jueves 10 de marzo de 1994 hubo una sesión plenaria del Congreso, la número 56 de la legislatura. Era la última sesión parlamentaria de esa semana. Se tramitaba la ley de medidas urgentes de fomento de la ocupación, un decorativo nombre otorgado a una polémica reforma laboral que suscitó una fuerte oposición y hasta una huelga general. Se trataba, pues, de un debate de gran calado dada la precaria mayoría del partido que sostenía al Gobierno, siempre pendiente del apoyo -prestado- de CiU.
Poco después del mediodía, cuando la sesión estaba muy avanzada, se procedió a la votación de unas enmiendas del PP a la ley. La lógica imponía que debían ser desestimadas por el Pleno del Congreso, y eso fue lo que sucedió. El problema fueron las formas. Por cuestiones procedimentales, las enmiendas se votaron en dos tandas: la primera tanda se votó a las 12:11 y la segunda, un minuto más tarde, a las 12:12.
En la primera hubo 308 votos. y en la segunda, 302 votos. Cuando se vota, el Congreso cierra sus puertas para que nadie pueda entrar o salir del hemiciclo en el tiempo que dura la votación. Así pues, se produjo un descuadre de seis votos en dos votaciones registradas de modo consecutivo.
Para el PP (y también para otros partidos) estaba claro lo que había sucedido: algunos diputados votaron por otros y hubo diputados que entraron en el hemiciclo cuando no estaba permitido hacerlo.
Las protestas fueron ruidosas, con gritos, pateos, imprecaciones y abucheos. ¡Tongo, tongo! decían sus señorías. El escándalo fue mayúsculo. El presidente del Parlamento, Félix Pons, estaba de viaje y la presidencia la ocupaba ese día José Beviá, que fue incapaz de liderar una solución que encauzara la disputa. Empezó un cruce de reproches, de diputados señalando culpables a gritos mientras los aludidos respondían airados, a gritos. Beviá suspendió la sesión una hora después de empezar el follón y convocó una reunión urgente de la Mesa del Congreso y la Junta de Portavoces. Se dio la orden taxativa de que nadie abandonara el hemiciclo. Por eso, algunos diputados definieron lo ocurrido como "un 23-F institucional". La actividad del Congreso se paralizó por espacio de tres horas. La sesión no terminó hasta las 15:15. Cuentan las crónicas que cuando los diputados barruntaron que la cosa iba para largo, bloquearon las líneas telefónicas de la agencia de viajes del Congreso en su intento de aplazar sus reservas de tren o avión... era jueves, último día de Pleno y los diputados desplazados, cuyos domicilios estaban fuera de Madrid, tenían previsto su regreso a casa nada más terminar el Pleno.
Repetir la votación era una solución que no aceptaba el PP, consciente de que se ventilaba algo de mayor enjundia. Beviá insistía en que se jugara otra vez el partido, pero Rodrigo Rato, portavoz del Partido Popular, replicó: "No se trata de repetir una votación. Si ha habido personas que han votado por otras, pido que se anulen esos seis votos de diferencia".
En la primera hora posterior al incidente todo fue pura bronca. Hubo diputados del PP que reclamaron la intervención de Miquel Roca, portavoz de CiU. Muy enojado, pidió la palabra para decir que ellos no cambiarían el sentido de su voto si se repetía la votación y de modo desabrido, dio un manotazo al micrófono.
La diputada socialista Ana Balletbó protagonizó otro altercado. Varios diputados pronunciaron su nombre acusándola de ser uno de los implicados en el fraude. Indignada, bajó de su escaño como una exhalación y se dirigió al servicio técnico que controla el marcador electrónico. Cuando confirmó que ella aparecía en las dos votaciones emprendió el camino de vuelta a su escaño, aprovechando el viaje para darle dos manotazos en la espalda a Rato al tiempo que le increpaba. Balletbó dijo que quería las grabaciones de la sesión para que "mañana se las coman en un bocadillo los del PP".
La crónica que Carmen Parra y Camilo Valdecantos firmaron en EL PAÍS de esta reunión tumultuosa recoge más intervenciones: "El maremágnum provocó reflexiones morales, con tintes de pelea colegial. Jon González de Txabarri, portavoz del PNY, pidió que, "por dignidad democrática, dado que muchos de los diputados hemos observado lo que ha sucedido, tanto en las votaciones como en las incorporaciones posteriores, que no se nos obligue a acusar; que por dignidad democrática de las instituciones seamos, primero los diputados, los representantes del pueblo, no ya mayores, sino demócratas".
Ese coro moralizante lo completó Pilar Rahola (ERC), al asegurar que quería expresar la preocupación "como demócratas y como políticos, por el espectáculo que estamos dando a la ciudadanía, a los periodistas que están aquí delante y a nosotros mismos". A renglón seguido Rahola exteriorizó sus sentimientos: "¡Vergüenza e indignación por el espectáculo, vergüenza e indignación por dos personas que con nuestros propios ojos hemos visto cómo entraban después y tenemos los nombres y los daremos. Y esperamos que, por dignidad personal, esto no haga falta".
Rahola dio nombres, o al menos eso escribieron algunos cronistas. Se trataba de los socialistas Francisco Fuentes Gallardo, Alfredo Gimeno Ortiz y Alberto Pérez Ferré. El primero de ellos salió momentos antes de la primera votación a fumar un pitillo.
El portavoz socialista, Carlos Solchaga, afirmó que no podía descartar que hubiera habido irregularidades en las votaciones. "Resulta doloroso constatar que a algunos no les importa poner en peligro el decoro y el buen nombre de la Cámara, e incluso el buen nombre de los diputados". Añadió que "algunas personas y algunos grupos exageran a veces sus motivos de discrepancia con fundamentos escasos. Esto debe ser una lección para todos".
Este olvidado episodio ocurrido en España una mañana de marzo de hace 20 años -"la sesión parlamentaria más tumultuosa que se recuerda desde el inicio de la transición, excepción hecha de la asonada del teniente coronel Antonio Tejero", según se escribió en EL PAÍS- se redondeó con la ausencia en pleno del Gobierno: ni un solo ministro acudió ese día ni un solo minuto a la discusión y votación parlamentarias de la reforma laboral que impulsaba.
Se suspendió el trámite parlamentario hasta que se investigara lo sucedido y se supiera qué pasó exactamente. La pesquisa permitió constatar que hubo un voto irregular. El diputado socialista Alberto Pérez Ferré votó y no estuvo presente en el pleno. El PP afirmaba que en realidad fueron dos votos irregulares: "Loyola de Palacio invitó a un grupo de informadores a contemplar un vídeo del pleno del jueves. Aunque De Palacio no quiso hacer declaraciones formales, en la charla con los periodistas se apuntaba que los escaños socialistas de Pérez Ferré y de su compañera María Teresa Sempere, también de Alicante, estaban vacíos, y sus nombres estaban registrados como votantes.
Sin embargo, las indagaciones de la Secretaría General dan como segura la presencia de la diputada Sempere en todas las votaciones, aunque la imagen mostrada por De Palacio ofrezca algunas dificultades para pronunciarse con rotundidad."
José María Aznar dijo que "a veces se exagera cuando se habla de fuertes discusiones en el Congreso, que está hecho para discutir y no para estar callado". Culpó de lo sucedido al presidente en funciones, José Beviá, y aseguró que "un buen presidente habría zanjado el incidente en 10 minutos". El aludido Beviá señaló que "el PP utiliza al Parlamento como un ámbito de agitación política" y que el PP "ha empezado ya la campaña electoral" y que "no deja pasar ninguna oportunidad para erosionar al Gobierno. El PP piensa que eso le beneficia cuando no es así, sino que perjudica a la democracia".
Félix Pons, presidente del Congreso, pidió perdón a los ciudadanos porque lo ocurrido "es inaceptable en democracia", e hizo un llamamiento en tono muy firme a "la serenidad y la reflexión". Se decidió anular el voto sobre el que existía certeza de suplantación en una reunión muy tensa de los miembros de la Mesa del Congreso. Federico Trillo llamó a Pons sectario por adoptar esta decisión: los miembros del PP pretendían la repetición de las votaciones por entender que "durante tres horas" ocurrieron demasiadas cosas como para que "ahora se echen las culpas al que no estaba, por el que tampoco estaba [el presidente Pons se hallaba de viaje oficial en Chile]. Ésa es una solución grotesca". Le negativa a repetir la votación la recurrieron ante la Mesa PP, IU y Grupo Mixto. Se rechazó. Habían anunciado que si así ocurría llevarían su pretensión ante el Tribunal Constitucional, pero no lo hicieron finalmente.
En resumen, una desmesura y un espectáculo bochornoso.
Hay 4 Comentarios
¿O una españolada más? ¿O no?
Publicado por: Sevilla | 10/03/2014 23:43:37
No había visto antes estos artículos tan interesantes. Confío en que, en breve y antes de terminar el año, nos ilustre con las inmundicias de diputados del PP , dentro de la cámara, sobre el 11M. Han pasado 10 años
Publicado por: PedroL | 10/03/2014 23:40:35
todo fue un montaje del pp
Publicado por: Paco Alonso | 10/03/2014 21:29:55
y el golfo de rato protestando, "increible para este monstruo de la economia."
Publicado por: juan martín | 10/03/2014 19:28:24