Fondo de Armario

El compromiso del embajador

Por: | 16 de abril de 2014

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Llegada de los restos mortales de Pedro Manuel de Arístegui, embajador de España en Líbano, al aeropuerto de Madrid-Barajas, Detrás del féretro, su hijo Gustavo de Arístegui, el presidente del Gobierno, Felipe González, y el ministro de Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez. / LUIS MAGÁN

Se cumplen 25 años de la muerte de Pedro de Arístegui.

El 16 de abril de 1989, hace hoy 25 años, murió en Beirut el embajador de España en Líbano, Pedro de Arístegui, como consecuencia del bombardeo de su residencia. Un proyectil sirio impactó de lleno en el edificio y segó la vida del diplomático español, que tenía 61 años, de su suegro y de una hermana de su mujer, Yumana, que resultó gravemente herida. Aquel domingo cayeron bombas, granadas y misiles sobre Beirut a un ritmo de 40 por minuto.

Eran las 12:30 hora local (11:30 hora peninsular española) cuando una bomba atravesó el tejado de la casa, alcanzó el salón, donde se encontraban Arístegui y sus invitados, y perforó el suelo de un metro de espesor, para explotar en el refugio subterráneo. Arístegui esperaba la llegada de varios españoles para el almuerzo. La casa estaba situada en Hadeth, un barrio residencial de las afueras, en el sector cristiano.

La cruda guerra civil que se libraba en Líbano y sobre todo la implicación directa del Ejército sirio en el conflicto fueron la causa de su muerte. Siria negó su participación en los combates artilleros, pero nadie dudaba de su directa responsabilidad en el bombardeo qe causó la muerte del embajador. Sin embargo, España no acusó oficialmente a Siria por el ataque. Un año más tarde se terminó el informe oficial que deteminó la autoría siria y la información de EL PAÍS repasaba las acciones diplomáticas adoptadas al respecto. ¿Cómo probar que hubo intencionalidad aun demostrando la responsabilidad de los sirios? España no sólo no fue beligerante con Siria, sino que incluso se mostró favorable al levantamiento de las sanciones internacionales impuestas en septiembre de 1987; sin embargo, había diplomáticos que sí veían intencionalidad siria en el ataque, no tanto contra España, como contra la Unión Europea, que había pedido la retirada de la tropas sirias de Líbano. España ocupaba la presidencia rotatoria en aquellos momentos.

Un par de días más tarde del ataque, llegó a la ciudad su hijo. "Lo primero que hice al llegar a Beirut fue identificar el cadáver de mi padre, y fue la impresión más fuerte de mi vida", declaró a este periódico Gustavo de Arístegui San Román, hijo mayor del embajador de España en Líbano, Pedro de Arístegui." Llevaba casi cinco años en aquel país y poco después de llegar allí como embajador sufrió un secuestro.

En septiembre de 1984, la policía detuvo en España a dos libaneses como autores de un atentado contra un diplomático libio. Estas detenciones y su posterior condena a largas penas de prisión fueron la causa de muchos problemas para España en Líbano. Unos días más tarde de las detenciones, el embajador fue secuestrado durante tres horas y media en medio de un enredo político-familiar, que el propio Arístegui contaba a EL PAÍS tras ser liberado, haciendo referencia a la milicia Amal, que estaba detrás del rapto: "Los secuestradores eran unos chicos alocados, pero peligrosos. Amal me liberó y los encarceló. El cautiverio fue muy divertido, porque los chicos fueron muy amables y estaban muy nerviosos, sobre todo desde que supieron que Amal me buscaba. Una preciosa jovencita, vestida con una túnica negra, prima de uno de los detenidos en Madrid, me regaló un libro en francés para que me entretuviera cuando pensábamos todavía en un secuestro largo".

En febrero de 1985, no había transcurrido ni medio año, sus secuestradores le invitaron a comer. "Está usted en su casa" le dijeron al franquearle la entrada de su modesta vivienda. Arístegui contestó: "Lo sé, ya es la segunda vez que me invitan." Ante los fotógrafos que inmortalizaban la reconciliación de secuestrador y secuestrado, Arístegui explicó que su gesto era un intento de explicar que "el diálogo y el entendimiento son mucho más eficaces que la violencia a la hora de actuar para mejorar la suerte de su hijo encarcelado”. No le hicieron mucho caso y prosiguieron su campaña de extorsiones para conseguir doblar el brazo de la justicia. Con el secuestro de tres funcionarios de la embajada en 1986 (uno de ellos un geo) y una complicada negociación para conseguir su liberación, lograron su objetivo: el indulto de los dos libaneses encarcelados en España, que al ser otorgado cinco meses después de aquel secuestro, daba la pésima sensación de ser el precio pagado por la liberación de los secuestrados españoles.

El 11 de diciembre de 1984, cayó una bomba en el jardín de la embajada que destruyó la piscina y causó daños importantes en su dormitorio. Arístegui envió un día más tarde un gran ramo de claveles rojos a la madre del jefe armado responsable del ataque. Una semana antes del ataque, el embajador fue invitado por Walid Jumblatt, jefe de la milicia drusa y ministro del Gobierno libanés, que veladamente le aconsejó que trasladara su residencia a una zona menos peligrosa. La verdadera anfitriona del embajador fue su madre, May Jumblatt, a la que Pedro de Arístegui olvidó entregar aquel día el ramo de flores para agradecerle la invitación.

El compromiso de Arístegui era muy fuerte y así lo reconocía el editorial de EL PAÍS publicado tras su asesinato. "Cuando varios Gobiernos, algunos de ellos europeos, decidieron abandonar Beirut, España optó por permanecer, en gran medida por insistencia del embajador fallecido. Pedro de Arístegui siempre mantuvo la firme esperanza en el futuro de Líbano, y nunca retrocedió en la defensa, aun con grave riesgo personal, de los intereses españoles y de todo aquello que favoreciera la paz. ¿Cuándo llega el momento de aceptar que las condiciones no justifican la presencia de una representación diplomática en un país? En el caso de Líbano es preciso constatar que hace ya tiempo. Para España, sólo la voluntad del embajador Arístegui retrasó una decisión ya inevitable desde que hace tres años fuera secuestrado. Ése fue entonces el resultado de su intenso compromiso con la paz libanesa. Ese compromiso le costó ayer la vida."

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Fue tan conmovedor conocer no sólo su padecimiento por confiar en la capacidad dialogadora de su papel, sino también en las convicciones que le mantuvieron firme ante los embates burdamente políticos, que hay muertes como éstas que gustaría verse retrasadas por una infinitud de tiempo.

http://casaquerida.com/2014/04/15/actores-nada-memorables/

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Sobre el autor

Juan Carlos Blanco

, filólogo y periodista, tiene una larga trayectoria profesional vinculada al archivo de EL PAÍS, del que ha sido responsable durante más de 15 años. Por sus manos ha pasado mucho de la Historia, con mayúsculas, de este periódico y este país.

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Noticias antiguas, historias ya contadas. Siempre de actualidad. Una mirada a las informaciones de hoy tomando como referencia la hemeroteca de EL PAÍS, donde se guarda mucho y muy valioso de lo que hemos sido y somos como ciudadanos.

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