Pablo Ordaz

Berlusconi se disfraza de viejo

Por: | 26 de enero de 2014

BerlusconiViejo

 

Berlusconi es un consumado actor. Sus bromas y sus enfados, incluso sus desvanecimientos recientes en el estrado, parecen auténticos, pero --salvo error o excepción— forman parte del producto que el líder político italiano quiere transmitir en cada momento. Desde hace 20 años justos –fue el 26 de enero de 1994 cuando el ya entonces empresario famoso anunció su entrada en política--, Silvio Berlusconi ha hecho partícipes a los italianos, y no solo a ellos, de cada capítulo de su vida. Tal vez un día se descubra que incluso las filtraciones periodístico-judiciales que lo presentaban como un seductor de ventaja –la ventaja que le daba su cartera y su inmenso poder— o un defraudador contumaz del fisco –ayudado, de nuevo, por el poder manejado a su antojo—no eran más que tretas suyas para conectar con la admiración de muchos italianos. Como suele decir el escritor Andrea Camilleri, “los italianos se reconocen en él. Cuando veían a un tipo que era imputado tantas veces y no lo condenaban porque el delito prescribía o porque cambiaba la ley a su favor, la gente pensaba: qué listo es, qué grande, yo quiero ser como él. Ahora, en cambio, que lo han empezado a condenar, tal vez dejen de votarlo”.

También Berlusconi, a golpe de derrotas desacostumbradas, se ha dado cuenta de que tiene que cambiar. Que ni las alzas de los zapatos ni el bronceado eterno y artificial ni ese porte de galán caducado engañan ya a nadie. El hombre acostumbrado a pagar para que la infantería enemiga traicionara a sus líderes se ha visto en las últimas semanas vendido por alguno de sus colaboradores más cercanos. Incluso no ha tenido más remedio que soltar lastre para que los jueces del caso Ruby –en el que ya fue condenado por abuso de poder e inducción a la prostitución de menores— no lo condenen además por sobornar a los testigos. Así que ha dejado de pagar los 2.500 euros mensuales que recibían cada una de las 30 jóvenes que participaban en sus “cenas elegantes” en su lujosa mansión de Arcore. Según él, lo hacía para que las muchachas, “que ya no iban a encontrar novio después de haber sido presentadas como putas en los medios de comunicación”, no cayeran en la prostitución. Según los jueces, para todo lo contrario. Para que no se fueran de la lengua y contaran con pelos y señales en qué consistía en realidad aquel pícaro –y a veces delictivo-- juego del bunga bunga.

El caso es que, a sus 77 años, con su ejército demediado, los jueces pisándole los talones y convertido en aliado ocasional de Matteo Renzi, con el que trata de pactar una ley electoral y tal vez el salvoconducto a una jubilación en paz, Silvio Berlusconi ha cambiado de táctica. El primer paso ha sido un reportaje fotográfico del Sunday Times Magazine, portada incluida, en el que Il Cavaliere aparece con la cara lavada y recién peinado, sin mejunjes sobre la piel ni filtros en la cámara, sin falsas sonrisas ni favorables juegos de luz. El rostro de Berlusconi --¿existe alguien con más rostro que Berlusconi?—aparece tal como es, surcado de arrugas, los parpados caídos sobre una mirada entre triste y cansada. Alguien podría pensar que una imagen tan real, tan descarnada del siempre coqueto Berlusconi pudiese deberse a una jugarreta del fotógrafo o de la revista, a un pacto no respetado, a un descuido, a una faena. Pero no. La publicación de la fotografía en la portada de Il Giornale, el diario de su familia, demuestra que ese es el rostro que el líder de Forza Italia busca dar ahora, quizás para despertar la empatía cansada de sus votantes de mayor edad o a modo de cortafuegos ante el deseo de los jueces de apretarle las esposas.

No es prudente, por tanto, dejarse engañar. No se trata de un ejercicio de honestidad, de una caída del caballo provocada por un destello redentor. La portada del Sunday Times solo refleja la última treta del Caimán. El fotógrafo Paul Stuart no ha capturado con maestría el verdadero rostro de Berlusconi, sino su último disfraz. Su disfraz de viejo.

Candidato despechado roba la lista electoral de Berlusconi

Por: | 21 de enero de 2013

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Italia nunca defrauda. Mientras el mundo entero miraba en directo el discurso de Barack Obama, entre Nápoles y Roma se desarrollaba un espectáculo tragicómico imposible en otro lugar. El protagonista se llama Nicola Cosentino, tiene 54 años y sus amigos –también los de la Camorra-- lo llaman Nick El Americano. Ya con 19 años fue concejal de su pueblo, Casal del Príncipe, cuna del poderoso clan de Los Casaleses, y desde entonces su carrera política no hizo más que crecer a la sombra –perdón por la expresión—de Silvio Berlusconi. El anterior jefe del Gobierno italiano, astuto como pocos, apreció enseguida la habilidad de Cosentino para ganar una elección tras otra y, en mayo de 2008, lo elevó al rango de subsecretario de Estado de Economía y Finanzas, a la vera del entonces ministro, Giulio Tremonti.

 

No era mal encargo para un tipo al que los jueces ya seguían muy de cerca, no porque fuese cuñado de Giuseppe Russo, alias Peppe O’Padrino, condenado a cadena perpetua por homicidio y asociación mafiosa, ni porque otra cuñada suya fuese hija de un gran capo, ya fallecido, de Los Casaleses, uno de los clanes más sanguinarios de la Camorra, sino porque habían advertido que Cosentino y el crimen organizado eran uña y carne –o uña y mugre, que dicen al otro lado del océano--. El caso es que, en noviembre de 2009, en la cumbre de su carrera política, el juez de Nápoles Raffaelle Piccirillo pidió a la Cámara de Diputados autorización para enviar a prisión a Cosentino por ser “el referente político” del clan de Los Casaleses. En un informe de 351 folios, el juez demostraba –apoyándose además en la declaración de varios arrepentidos—que el subsecretario de Estado y los jefes del clan llevaban años intercambiando dinero, favores y… votos.

Ese y no otro era el quid de la cuestión. Esa era la virtud que Berlusconi valoraba de Cosentino. Era una máquina de votos. De ahí que el juez Piccirillo se quedara con las ganas de mandar al trullo al sospechoso. Por dos veces, en noviembre de 2009 y en enero de 2012 –ya con Mario Monti al frente del Gobierno--, la Cámara de Diputados negó el permiso a los jueces y evitó al honorable Cosentino el amargo trance de dar con sus huesos en prisión.

Y en esto que nos plantamos en enero de 2013. Exactamente, en las cinco de la tarde del 21 de enero de 2013, el día que Barack Obama jura su cargo por segunda vez y se dirige –sin necesidad de leer el discurso—al imperio. La misma tarde que las formaciones políticas italianas que se presentan a las elecciones generales del 24 y 25 de febrero próximos tienen que presentar sus listas. Y, sorpresa, por primera vez en muchos años, en las del Pueblo de la Libertad (PDL) no aparece el inefable Nicola Cosentino. La razón no es otra que Silvio Berlusconi, resucitado a la política después de su largo letargo obligado, tiene la imperiosa necesidad de configurar una lista más acorde con los nuevos caminos que quiere transitar la política italiana. Esto es, listas limpias. Y, si no limpias del todo, sí al menos libres de algunos personajes –su amigo del alma Marcello Dell’Utrin, el mismo Cosentino— a quienes los jueces han investigado o incluso condenado por su relación con la Mafia.

Los afectados, lógicamente, se resisten, hacen valer sus razones –o sus amenazas--, pero Berlusconi, zorro entre los zorros, va conformándolos a lo largo de la jornada del domingo. De hecho, el todavía senador Dell’Utri parece aceptar deportivamente: “No me presento. Renuncio por el bien del partido. Me lo ha pedido Berlusconi, pero es una decisión mía. Me marcho a Santo Domingo, donde tengo la novia. Leeré buenos libros…”. El que no se conforma, ni por las buenas ni por las malas, es Nick El Americano. Se presenta en la sede del PDL en Roma y pide hablar con el jefe, que a esas horas está en su medio natural –un plató de televisión—contando, entre otras cosas, que le ha pedido a Cosentino “que dé un paso atrás”. Pero el hombre de Los Casaleses en la política es un hueso duro de roer. En ausencia de Berlusconi, se dirige a Angelino Alfano, el secretario general del PDL, y le deja muy clarito el mensaje:

--Sin el escaño, yo termino en la cárcel. ¿Lo entendéis o no? Si no voy en las listas, os arruino. Retiro a mis hombres. Hago caer la junta [el Gobierno regional de Campania] y después hago que perdáis las elecciones...

Una advertencia que trae a la memoria aquella otra de El Padrino: "Cuando uno de mis amigos se crea enemigos, yo los convierto en mis enemigos". Pero ahí no queda el asunto. Después de lo trágico, viene lo cómico. Nick El Americano desaparece llevándose consigo la lista de candidatos que el PDL tiene que presentar antes de las ocho de la tarde. O yo o ninguno. El peligro está claro: si la lista con la firma de los candidatos no se deposita a la hora convenida, el partido de Berlusconi no podrá participar en las elecciones en Campania. El misterio se cierne sobre la sede del PDL y la caza guasona del fugitivo se desboca en la red. Mientras allá en Washington Obama sigue hablando --“si los tiempos cambian nosotros también debemos cambiar”--, a este lado hay quienes luchan a la desesperada porque todo siga igual. El eterno Berlusconi y sus viejos amigos de la Mafia.

(El fotomontaje pertenece a una de las parodias del caso aparecidas en Internet y recogida por L´Huffington Post).

 

Las lágrimas de Monti

Por: | 21 de enero de 2013

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Hace 13 meses, el gobierno técnico de Mario Monti se dio a conocer fuera de Italia a través de las lágrimas de Elsa Fornero. La ministra de Trabajo, de 63 años, rompió a llorar cuando presentaba una dura reforma laboral que, a la postre, supondría efectivamente mucho sufrimiento para decenas de miles de trabajadores. Aquellas lágrimas tan mediáticas vinieron a marcar de forma muy eficaz la frontera entre la época del bienestar y la del sufrimiento, pero también entre dos estilos bien distintos de hacer política, el chabacano y populista de Silvio Berlusconi y el serio y riguroso –pero con alma— que quería poner en práctica Mario Monti.

Teniendo en cuenta aquel precedente, no deja de ser curioso que las lágrimas –o un conato de ellas— hayan vuelto a aparecer en la vida de Monti justo cuando emprende otro viaje iniciático. Ya no el del técnico que acepta el honroso empeño de salvar a su nación del precipicio económico y moral al que la había conducido Berlusconi, sino el del político a la búsqueda de perpetuarse en el poder sea como sea. Si las lágrimas en riguroso directo de la ministra Fornero sirvieron además para presentar en sociedad el carácter del nuevo primer ministro --un tipo frío, irónico y hasta divertido a su manera, incómodo ante la emoción de la ministra--, su intervención del domingo en Bérgamo para presentar la campaña electoral muestra que la metamorfosis de técnico a político ya se ha completado al cien por cien.

No solo se le ha soltado la lengua –ataca sin recato a diestra y siniestra, olvidándose de que sus 13 meses de mandato han sido posible gracias al apoyo de los dos grandes partidos--, sino que ya no rehúye el contacto con la emoción. En los primeros segundos del siguiente vídeo se puede apreciar cómo Mario Monti convoca voluntariamente el recuerdo de sus nietos –“mis cuatro y pronto cinco nietecitos”— y, tras recibir un aplauso, vuelve a la carga: “A mi edad, y después de haber cumplido un servicio cívico militar de 13 meses bastante intenso, me habría gustado pasar más tiempo con ellos, pero…”. Monti se emociona y, en el momento en que su rostro empieza a hacer pucheros, recoge los papeles y dice: “No quiero emocionarme”. El auditorio cae rendido a sus pies y Monti, arropado por su familia, sale del mitin convertido, ahora sí, en un verdadero político.

Antes –el todavía primer ministro es hombre madrugador y gusta de acudir a misa bien temprano—, ya había tenido tiempo para derramar alguna que otra lágrima. La prensa económica internacional que tan bien le trató al principio de su mandato empieza a poner peros. Un artículo de Wolfgang Münchau en Financial Times ya avisa en el titular de que Monti no es el hombre adecuado para conducir a Italia. Cuestiona su viaje de técnico a político e incluso su papel en la bajada de la prima de riesgo. El mérito, sostiene Münchau, pertenece al “otro Mario”, a Draghi, presidente del Banco Central Europeo. Como para no llorar.

Un zapatazo a la Fiat

Por: | 18 de septiembre de 2012

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(De izquierda a derecha, Jonh Elkann, Mario Monti y Sergio Marchionne junto al nuevo Fiat Panda).

La Fiat está en problemas. No es ninguna novedad, ningún secreto, ninguna rareza. ¿Qué empresa –quitando a Apple, cuyo valor en bolsa es similar al PIB de Suiza—no está sufriendo las consecuencias de la crisis? Pero la Fiat es mucho más que una fábrica de coches en Italia. No solo por historia, poderío o plantilla –más de 20.000 trabajadores que estos días tienen el susto en el cuerpo--, sino por lo que representa. Se podría trasladar aquello de “cuando Estados Unidos estornuda, Europa se resfría” a la relación de la Fiat e Italia. La alarma saltó hace unos días. Nada más conocerse que la empresa originaria de Turín renunciaba a su tan cacareado proyecto Fabbrica Italia --un plan para invertir 20.000 millones de euros hasta 2014— se propagó el rumor de que Sergio Marchionne, el todopoderoso consejero delegado del grupo Fiat, pensaba cerrar algunas fábricas, dejar en la calle a miles de empleados, finiquitar para siempre –bajo la sacrosanta excusa de la crisis— su relación de más de un siglo con Italia. Hasta el gobierno de Monti, a través de sus ministros Corrado Passera y Elsa Fornero, preguntaron públicamente al hombre sin corbata –Marchionne jamás la usa--: ¿Qué piensa hacer?

Durante 48 horas, el consejero delegado, dio la callada por respuesta, lo que aumentó la zozobra del gobierno técnico, que no sabía hasta qué punto podía intervenir en las decisiones de una empresa privada. El caso es que, además de por la preocupación, el vacío fue llenado durante esas horas por la irrupción en escena del empresario Diego della Valle, dueño de la empresa de zapatos Tod’s y socio de los almacenes Saks y del grupo editor del Corriere de la Sera, además de restaurador del Coliseo. Della Valle no fue muy académico en sus críticas. Después de decir que la Fiat ya no fabrica coches bonitos y que ha recibido durante las últimas décadas una “grandísima ayuda del Gobierno italiano, de los ciudadanos y de los trabajadores que ahora arriesgan su puesto”, el dueño de Tod’s arremetió sin contemplaciones contra la familia Agnelli, empezando por su actual cabeza visible, John Elkann, nieto de Giovanni Agnelli (1921-2003), popularmente conocido como L’Avvocato. Dijo Della Valle: “La familia Agnelli tiene el deber de hacer todo lo posible por la gente que trabaja en su empresa. ¿Cómo? Metiéndose la mano en el bolsillo e invirtiendo. Si no hace esto, debe volver a hacer aquello que siempre ha hecho mejor: esquiar, navegar, jugar al golf y dejar los problemas de Italia a la gente seria”.

Ahí es nada. La bronca, y sobre todo la angustia de los trabajadores, iba a más por momentos cuando, la mañana del martes, el diario La Repubblica publicó una entrevista de su director, Ezio Mauro, con el hasta ahora desaparecido jefe de la Fiat. El titular, en portada, a cuatro columnas, es contundente: “La Fiat permanecerá en Italia”. Pero lo que viene a continuación –dos páginas de preguntas a degüello y respuestas contundentes—tampoco tiene desperdicio. Sergio Marchionne confiesa que la Fiat está acumulando pérdidas de 700 millones de euros en Europa: “Nuestro mercado automovilístico está agonizando, pero mantendremos Fiat en Italia con las ganancias conseguidas en el extranjero”. El director de La Repubblica le pregunta hasta qué punto no es responsabilidad suya el deterioro continuo del grupo en Italia: “El miedo es que usted esté huyendo, doctor Marchionne: baja inversión, ningún producto nuevo. ¿No está dejando morir una empresa que tiene más de 100 años de vida?”. El consejero delegado responde con unos datos de catástrofe. La venta de automóviles ha descendido hasta situarse en los parámetros de los años sesenta. “Hemos perdido de golpe 40 años. La gente no tiene dinero para comprar coches y no sirve de nada que hagamos modelos nuevos”. Marchionne responde a las preguntas desde la sede del grupo en Detroit, pero a punto de salir hacia Roma, donde los ministros de Monti quieren saber de su propia voz si la Fiat tiene previsto quedarse en Italia. “Si me buscan, los veré. Pero luego, ¿qué hacemos?”.

Monti, nunca digas nunca jamás

Por: | 13 de septiembre de 2012

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                                                                                                                                                                                                                                             (Mario Monti. Foto: Gobierno de Italia)

Mario Monti se encuentra ahora mismo entre la espada de sus palabras y la pared de sus deseos. No hace ni un año, cuando el actual jefe del Gobierno italiano sustituyó a Silvio Berlusconi --en una operación de ingeniería política patrocinada por Europa y los mercados-- juró y perjuró que su mandato tenía fecha fija de caducidad: las elecciones previstas para la primavera de 2013. En ese momento, los italianos volverían a votar y elegirían de nuevo un Gobierno, mejor o peor, pero con la legitimidad de las urnas --lo que se viene llamando democracia--. A los partidos políticos tradicionales les pareció bien el trato y, aunque a regañadientes, fueron respaldando en el Parlamento las medidas --por lo general, duras-- que Mario Monti y sus tecnócratas consideraron necesarias para que Italia pudiera pasar la cada vez más exigente ITV europea. El problema es que la primavera de 2013 está a la vuelta de la esquina y Monti le está cogiendo gusto al sillón.

Es curioso cómo en los últimos días --aunque casi sería más exacto decir en las últimas horas-- Mario Monti ha ido matizando su no rotundo a continuar en política. Hasta hace una semana, el jefe del Gobierno parecía disfrutar repitiendo que sus vacaciones estaban a un paso, que una vez reflotada la nave a la deriva y puestas las bases para que no se volviera a hundir, el trabajo para el que fue contratado habría llegado a su fin. Italia ya podría volver a caminar sin el tacataca tecnócrata. Pero en esto que, hace unos días, se le empezó a ver la punta a una operación para que Monti continúe al frente del Gobierno una legislatura más. Una operación que ya contamos el lunes, pero que suma más adeptos a cada hora que pasa. Incluso un grupo de profesionales --editores, profesores universitarios, pequeños y grandes empresarios, periodistas-- acaban de fundar un grupo llamado Independientes por Italia con el objetivo de dar cobertura legal a una posible candidatura de Monti. El propio profesor reconoció hace unos días --y no se le veía contrariado precisamente-- que mucha gente se le acerca para pedirle que continúe. También es lo que dicen las encuestas.

A pesar de los recortes, los ciudadanos se siguen fiando más de Monti que de los políticos tradicionales, que en vez de utilizar el año de gobierno técnico para hacer limpieza en casa, siguen enredados en los mismos líos de siempre: peleas intestinas de poder, mal uso del dinero público, privilegios... La derecha del PDL está desaparecida, esperando a ver si Don Silvio --dueño y señor del partido-- se decide a presentarse de nuevo o sigue escondido en la gruta de Vila Certosa. La izquierda continúa dividida (valga la redundancia). El resto lo forman quienes quieren mucho a Monti --el centro de Pier Ferdinando Casini-- y quienes no lo quieren ni en pintura: la Italia de los Valores del ex fiscal Antonio Di Pietro y el Movimiento 5 Estrellas del cómico y bloguero Beppe Grillo, también enredado en peleas internas y televisadas.

O lo que es lo mismo, el lío italiano de (casi) siempre. De ahí que Monti --espejito, espejito...-- empiece a ver claro lo que antes ni quería mirar: su segundo mandato. Hace unas horas, en una entrevista con el diario Washington Post, el jefe del Gobierno tecnócrata dejó abierta por primera vez la posibilidad de continuar: "Debo reflexionar". Y luego reconoció su temor a que, sin él al timón, los partidos vuelvan a las andadas: "Obviamente, estoy preocupado de que en la política italiana todo vuelva a ser como antes...".

El antes al que se refiere Monti es aquel en el que los políticos decían una cosa y hacían otra sin el menor pudor. Si algo hay que reconocerle al veterano profesor es que siempre se prodigó en explicaciones --no como otros-- y llamó al pan pan y al vino vino. Ahora, el que llegó para recuperar la credibilidad de Italia tiene ante sí el reto de conservar la propia.

Nápoles, el tour del delito

Por: | 10 de septiembre de 2012

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La madrugada del domingo, dos jóvenes se presentaron en el hospital Cardarelli de Nápoles a bordo de un Ferrari amarillo, descapotable, con las puertas chorreando sangre. Contaron que, mientras esperaban en un semáforo, sufrieron un intento de robo. La policía, que se hizo cargo del deportivo, investiga si la versión es fetén o tan falsa como los perfumes que venden en la zona de la Duchesca o el amor de contrabando que, a plena luz del día y no digamos de noche, ofrecen italianas y extranjeras –en su mayoría procedentes de África—a la entrada de Porta Nolana.

La ciudad de Nápoles –si no la ha visitado todavía, vaya pensándoselo—es un espectáculo único, donde la belleza y el infierno se disputan un lugar sobre la acera, entre los callejones, a la sombra de viejos palacios y torreones medievales. No hace mucho, los responsables de una asociación cultural llamada No Comment se percataron de que, entre los miles de visitantes que cada día recorren las calles de Nápoles, hay muchos –unos 3.000 al año—que, por sentir “la emoción del peligro”, se adentran en el reino del contrabando, los carteristas, las mercancías falsas, el sexo rápido y los alimentos sin control sanitario. “El tour de la ilegalidad”, lo han llamado, y consiste en un paseo desde Porta Nolana al Real Albergo dei Poveri, algo más de un kilómetro con parada especial en el hipermercado del contrabando de plaza Mancini. La emoción está asegurada, y además es gratis. Eso sí, se recomienda no llevar ni carteras ni mochilas a la espalda y, si acaso, dejar el Rolex en el hotel. La visita guiada está ligada además a un proyecto fotográfico, y su objetivo está muy claro: hacer visible lo que salta a la vista y sin embargo nadie –desde los cómodos despachos del poder-- quiere ver.

Patrizia Bussola y Antonio Alfano, en nombre de la asociación No Comment, han enviado una carta a la ministra italiana del Interior, Annamaria Cancellieri, en la que le recuerdan que la cultura del delito está tan arraigada en la bella Nápoles que ya domina barrios enteros. “El caos urbano y la ilegalidad”, advierten, “son elementos esenciales para la cultura de la Camorra, que planta sus raíces donde la desobediencia es generalizada”. No hay más que echarle un vistazo a los periódicos del lunes para comprobar que hay barrios en Nápoles donde el orden se impone a tiro limpio. En Scampia, por ejemplo, al norte de la ciudad. 80.000 habitantes censados –100.000 en realidad--, un desempleo del 75%. El 23 de agosto fue asesinado Gaetano Marino, hermano de un capo de un importante clan mafioso ya detenido. Hace un par de noches, llegó la venganza. A las dos de la madrugada, cuando salía de un bar, fue asesinado de dos tiros precisos en la cabeza Raffaele Abete, hermano de otro mafioso detenido. En ninguno de los dos casos hubo testigos, pero sí la certeza de que en Scampia, al norte de Nápoles, la sangre seguirá chorreando, como por las puertas amarillas del Ferrari descapotable.

Por si se animan, aquí les dejo el enlace de la asociación cultural No Comment. No se pierdan las fotos. http://www.fotografiasociale.it/Illegal%20Tour.htm

 

La Iglesia, Berlusconi y los amigos de la Mafia

Por: | 07 de septiembre de 2012

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                                                                           (Berlusconi besa al senador Marcello Dell'Utri)

La Italia que quiere ser no acaba de llegar, y la que no quiere ser se resiste a marcharse. Así, a contrapié, con la vista en el futuro y los pies en el pasado, regresan los italianos de las vacaciones. Los periódicos, numerosos y siempre bien surtidos, son testigos de ese ir y venir constante entre los proyectos y la realidad. Hay ejemplos de sobra, pero valgan dos de los más claros –y de los más frustrantes para quienes sueñan con un país moderno— para inaugurar el curso en el blog. El primero tiene que ver con la Iglesia. El segundo, con Silvio Berlusconi y sus queridos amigos de la Mafia.

Allá por el mes de marzo, el gobierno de Mario Monti dio un poderoso golpe de efecto al anunciar que la Iglesia –la mayor casera de la República-- tendría que empezar a pagar religiosamente el impuesto de bienes inmuebles, del que hasta ahora estaba exenta. Se hizo un cálculo de sus posesiones --–115.000 casas, 36.000 parroquias, 9.000 escuelas, 4.000 hospitales y centros sanitarios--, que vienen a suponer entre el 20% y el 30% de todo el patrimonio inmobiliario italiano. El gobierno tecnócrata calculó que, aun dejando exentos del pago del impuesto los inmuebles destinados a la asistencia, el culto y la educación, el Estado podría recaudar unos 600 millones de euros al año. Lo curioso del asunto es que, lejos de montar en cólera, los jerarcas de la Iglesia dijeron que sí, que si hay que pagar, se paga. El cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), no solo se mostró dispuesto a negociar con el Gobierno, sino que admitió la posible existencia de “puntos oscuros”: albergues u hospitales privados a través de los cuales la Iglesia italiana obtiene pingües beneficios sin declarar nada a cambio. Fue por primavera cuando los titulares de los periódicos italianos recogían una noticia que calificaron de histórica. ¡La Iglesia pagará el impuesto de bienes inmuebles! Para hacerla efectiva solo faltaba un decreto, el papeleo de rigor.

El papeleo italiano. La burocracia. El mar de los Sargazos donde naufragan las mejores intenciones. Sin querer ser malicioso, tal vez el cardenal Bagnasco acató el proyecto del Gobierno con tan buen talante porque sabía que podía confiar en la burocracia italiana. Ni qué decir tiene que seis meses después el decreto aún no ha sido redactado, a Monti le quedan dos telediarios al frente del Gobierno técnico y los mismos periódicos que, como La Repubblica, destacaron entonces la buena nueva advierten ahora en la portada: “Decreto in ritardo. La Chiesa non paga”.

Ni pagará, que diría aquel.

El otro ejemplo del ayer que permanece es Silvio Berlusconi. Hace diez meses que dejó el Gobierno, pero no hay un solo día que los periódicos italianos no traigan a colación su nombre por una u otra causa. Y nunca mejor dicho lo de causa. Berlusconi sigue teniendo varios procesos pendientes –entre ellos el de inducción a la prostitución de menores—y, cuando no va al juzgado por sus asuntos, va por los de sus amigos. De entre todos ellos hay uno muy especial. Se llama Marcello Dell’Utri. Es siciliano, amante y tratante de libros antiguos, senador del PDL –el partido de Berlusconi—y su amigo inseparable desde hace 39 años. La cuestión es que la amistad de Dell’Utri le cuesta un pico a Berlusconi –exactamente 40 millones de euros en los últimos 12 años--, y que el senador tiene la fea costumbre de frecuentar a la Mafia. ¿Qué relación hay entre lo uno y lo otro?

En distintas sentencias, la justicia italiana considera probado que, entre 1973 y 1978, el tal Dell’Utri negoció con la Mafia siciliana la inmunidad de Berlusconi y su familia. Incluso que llegó a contratar a Vittorio Mangano, un mafioso de reglamento, como supuesto mozo de cuadras de la residencia de Arcore. Su cometido real era el de garantizar la seguridad de los Berlusconi. El mafioso Mangano se hizo tan pronto con la confianza de Don Silvio que llevaba a sus hijos al colegio e incluso, de vez en cuando, se sentaba a la mesa en las celebraciones más íntimas. A esta conclusión no ha llegado la policía a través de sofisticadas escuchas, sino de boca del propio Berlusconi, que hace un par de días se acercó a Palermo para testificar ante los jueces y fiscales que investigan la negociación entre la Mafia y el Estado en los años noventa. Dell’Utri es el principal sospechoso. Según el arrepentido Giovanni Brusca, el senador siciliano habría entregado en 1994 un mensaje de la Mafia a Berlusconi –por entonces jefe del Gobierno italiano—con una advertencia clara: o se suavizaban las condiciones de los mafiosos en las cárceles o volverían las matanzas. Los fiscales de Palermo sospechan que el río de millones de euros –40 en solo 12 años—que Berlusconi ha ido regalando a Dell’Utri tal vez terminaron en manos manchadas de sangre.

El asunto no es para tomárselo a broma. Salvo para Berlusconi, claro. Durante dos horas, el anterior jefe de Gobierno trató de convencer a los investigadores de que, donde ellos ven a La Mafia, solo hay simple amistad. Cuando le preguntaron por el mafioso Vittorio Mangano, dijo:

--Una bravísima persona. Hasta acompañaba a mis hijos al colegio…

Mangano fue condenado en diversas ocasiones por tráfico de drogas, extorsión y un doble asesinato. Murió de un tumor en el verano de año 2000. Según dijo el juez Paolo Borsellino dos meses antes de que lo mataran, Vittorio Mangano fue “la cabeza de puente de la Mafia siciliana en el norte de Italia”. Pero Berlusconi, a pesar de las evidencias, sigue considerándolo un tipo “a modo”. El roce, que hace el cariño.

La Iglesia no paga. Dell’Utri, pese a sus varias condenas, sigue sin pisar el talego. La burocracia, en ambos casos. O los favores. O simplemente la idiosincrasia de un país apasionante que dentro de unos meses tendrá que decidir en las urnas si apuesta por el futuro –cueste lo que cueste más IVA-- o por seguir enredado en los vicios sin factura del pasado. Lo iremos contando.

Devueltos a Túnez con cintas de embalar

Por: | 18 de abril de 2012

Imagen 21 Esta es la fotografía y estos son los hechos. Luego haré la pregunta. Aeropuerto de Fiumicino, Roma. 09.20 del martes 17 de abril de 2012. Avión de Alitalia. Línea regular Roma-Túnez. Cuando los pasajeros embarcan se encuentran con la siguiente escena que, mal que bien, reproduce la fotografía: dos jóvenes –en la imagen solo se advierte la presencia de uno— están sentados en la última fila. Sus manos han sido atadas con grilletes de plástico y sus bocas selladas con cinta adhesiva marrón de la que se utiliza para embalar. Se trata de dos inmigrantes tunecinos sin papeles que están siendo repatriados a su país. Alrededor de ellos, de paisano, dos parejas de policías italianos. Los pasajeros van entrando al avión y ocupando sus lugares, sin dar muestras de sorpresa. Uno de ellos, en cambio, no solo se sorprende, sino que se indigna. Se llama Francesco Sperandeo y es cineasta. Se dirige a los policías, les pregunta qué sucede, el por qué de esa mordaza. La respuesta –según ha contado él mismo a través de su página de Facebook—le escandaliza aún más:

--Es todo normal. No se preocupe...

Pero se preocupa. Claro que se preocupa. Al día siguiente lo cuenta en su página y de allí salta a la red y a los periódicos. La cinta marrón tapando sus bocas, los lazos de plástico apretando sus muñecas… y la indiferencia: “Lo más grave es que todo ocurrió ante la total indiferencia de los pasajeros, y ante mi petición de que recibieran un trato humano, fui conminado a volver a mi asiento porque se trataba de una operación normal de la policía. ¿Normal...? Esta es la civilización europea...". Francesco Sperandeo se las arregló para robar una foto con su teléfono móvil, de ahí la pésima calidad, aunque suficiente para sostener la denuncia.

La pregunta es la misma que, a estas horas, los periódicos italianos están intentando que las autoridades respondan. ¿Es normal? ¿Es lícito? ¿Es ético?

Roma contra los centuriones

Por: | 12 de abril de 2012

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Hay, a la sombra del Coliseo y también del Panteón, centuriones octogenarios que arrastran en un carrito de la compra su espada mellada y unas plumas rojas que el tiempo fue destiñendo. Pero son la excepción. La mayoría tiene un perfil mucho más feroz. Disfrazados de cualquier manera, con los calzones Nike asomando bajo la túnica, la cota de malla esculpida en PVC y una espada de madera lista para acorralar a los turistas desprevenidos, lo único auténtico de su indumentaria es el móvil de última generación por el que hablan a voces. No ofrecen, desde luego, la mejor imagen de Roma y de ahí que, hace unos días, las autoridades les advirtieran de que tenían que alejarse del monumento y regularizar su situación. Montaron en cólera, se amotinaron subiéndose al Coliseo –con pancarta y todo, para alucine de los turistas— y, finalmente, el jueves a mediodía la policía municipal, primero por las buenas y luego por las malas, intentó alejarlos del monumento. La que se lió...

Hay dos formas de contarlo. Una es en serio. Como si los hechos no hubieran ocurrido en Roma. Habría que decir entonces que la policía municipal llegó y advirtió a los falsos centuriones, a los dueños de los camiones-bar y a los vendedores ambulantes de que, en virtud de las ordenanzas que velan por el decoro del anfiteatro, tenían que alejarse o serían desalojados. Tal vez en otra ciudad, los aludidos hubieran hecho caso. O, si no, los agentes habrían actuado en consecuencia. Pero no en la vieja Roma, donde la permisividad –cuando no la complicidad— de las autoridades municipales con quienes ocupan la calle de forma abusiva es total y cobra trienios. No hay lugar turístico en Roma --¿y qué lugar no es turístico en Roma?—que no esté invadido por músicos que vociferan durante horas las mismas tres canciones armados de amplificadores infernales, estatuas humanas que compiten por la foto con las fuentes de Bernini y dueños de restaurantes convencidos de que japoneses y americanos han viajado miles de kilómetros con la única intención de degustar sus pizzas. A su vera, doy fe, decenas de amables policías hacen la vista gorda…

Por tanto, no es de extrañar la sorpresa de los aguerridos centuriones cuando comprobaron que, esta vez, la cosa iba en serio. O, mejor dicho, presuntamente en serio. Porque aquí viene la otra forma de contarlo. La forma romana de contarlo. Y para ello no hay mejor ayuda que el vídeo colgado en la web del diario La Repubblica. Vean la teatral intensidad de la refriega, las amenazas, los insultos que se cruzan, la caída en el área de uno de los manifestantes, el gesto congestionado de los policías, hasta la amenaza de uno de los figurantes (esto no sale en el vídeo, pero lo refieren los presentes) que, en el éxtasis del lío, grita:

--¡Que me prendo fuego!

Y vean, también, que no pasa nada. Me apuesto las plumas descoloridas del centurión octogenario que dentro de unos días, si no mañana mismo, las centurias romanas –que, por cierto, estaban formadas por 80 hombres, igual que en Cádiz los cuartetos pueden ser de tres— volverán a esquilmar turistas, espada de madera en mano, a la sombra del Coliseo. Nunca pasa nada. La belleza trimilenaria de Roma y, sobre todo, la paciencia infinita de los romanos lo aguantan todo.

(Foto: Tony Gentile. REUTERS)

 

Una fortuna en propia meta

Por: | 02 de abril de 2012

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Andrea Masiello es un futbolista italiano. Tiene 26 años y juega de defensa en el Atalanta. O, más bien, jugaba: agentes de los Carabinieri lo han detenido esta madrugada acusado de participar en el gran escándalo de las apuestas amañadas. No es el único. Hay otros 20 implicados, nueve de ellos ex futbolistas del Bari, que es el equipo –actualmente en serie B de la liga italiana— en el que Masiello jugaba la pasada temporada. Aunque lo de “jugaba” tiene ahora un doble sentido. El defensa y dos de sus amigos, los corredores de apuestas Giovanni Carella y Fabio Giacobbe, han sido encarcelados bajo la acusación de adulterar nueve de los partidos jugados la pasada temporada por el Bari, que aún estaba en la serie A. ¿Que cómo lo hacían? A veces sutilmente –esa falta innecesaria al borde del área, ese balón al que no se llega por los pelos…-- y otras veces, cuando la necesidad apremiaba, a las bravas.

Así, por ejemplo, sucedió en el partido de la máxima rivalidad local entre el Bari y el Lecce, equipos ambos de la región de Puglia, en el tacón de la bota italiana. El partido terminó con un muy conveniente 0-2. Los del Lecce, que visten de amarillo y rojo, aseguraron así su permanencia en la serie A, mientras los del Bari –ya matemáticamente descendidos a la serie B-- no se jugaban más que la honrilla. Y la honrilla, como todo en todo el mundo y más en Italia, tiene un precio. Según los investigadores, 300.000 euros. Eso fue lo que Andrea Masiello cobró presuntamente por meterse un gol en propia puerta. Si, tras la detención practicada esta madrugada por los Carabinieri, el defensa se ve obligado a abandonar los estadios, no sería de extrañar que el teatro le abriera sus puertas… Pasen y vean en el vídeo de La Repubblica qué manera de desplomarse, qué desolación en la derrota…

Sobre el autor

, ahora corresponsal para Italia y el Vaticano, fue durante los últimos años el corresponsal para México, Centroamérica y el Caribe. Desde principios de los 90, escribe reportajes en EL PAÍS.

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