Pablo Ordaz

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, ahora corresponsal para Italia y el Vaticano, fue durante los últimos años el corresponsal para México, Centroamérica y el Caribe. Desde principios de los 90, escribe reportajes en EL PAÍS.

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Pablo Ordaz

Un zapatazo a la Fiat

Por: | 18 de septiembre de 2012

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(De izquierda a derecha, Jonh Elkann, Mario Monti y Sergio Marchionne junto al nuevo Fiat Panda).

La Fiat está en problemas. No es ninguna novedad, ningún secreto, ninguna rareza. ¿Qué empresa –quitando a Apple, cuyo valor en bolsa es similar al PIB de Suiza—no está sufriendo las consecuencias de la crisis? Pero la Fiat es mucho más que una fábrica de coches en Italia. No solo por historia, poderío o plantilla –más de 20.000 trabajadores que estos días tienen el susto en el cuerpo--, sino por lo que representa. Se podría trasladar aquello de “cuando Estados Unidos estornuda, Europa se resfría” a la relación de la Fiat e Italia. La alarma saltó hace unos días. Nada más conocerse que la empresa originaria de Turín renunciaba a su tan cacareado proyecto Fabbrica Italia --un plan para invertir 20.000 millones de euros hasta 2014— se propagó el rumor de que Sergio Marchionne, el todopoderoso consejero delegado del grupo Fiat, pensaba cerrar algunas fábricas, dejar en la calle a miles de empleados, finiquitar para siempre –bajo la sacrosanta excusa de la crisis— su relación de más de un siglo con Italia. Hasta el gobierno de Monti, a través de sus ministros Corrado Passera y Elsa Fornero, preguntaron públicamente al hombre sin corbata –Marchionne jamás la usa--: ¿Qué piensa hacer?

Durante 48 horas, el consejero delegado, dio la callada por respuesta, lo que aumentó la zozobra del gobierno técnico, que no sabía hasta qué punto podía intervenir en las decisiones de una empresa privada. El caso es que, además de por la preocupación, el vacío fue llenado durante esas horas por la irrupción en escena del empresario Diego della Valle, dueño de la empresa de zapatos Tod’s y socio de los almacenes Saks y del grupo editor del Corriere de la Sera, además de restaurador del Coliseo. Della Valle no fue muy académico en sus críticas. Después de decir que la Fiat ya no fabrica coches bonitos y que ha recibido durante las últimas décadas una “grandísima ayuda del Gobierno italiano, de los ciudadanos y de los trabajadores que ahora arriesgan su puesto”, el dueño de Tod’s arremetió sin contemplaciones contra la familia Agnelli, empezando por su actual cabeza visible, John Elkann, nieto de Giovanni Agnelli (1921-2003), popularmente conocido como L’Avvocato. Dijo Della Valle: “La familia Agnelli tiene el deber de hacer todo lo posible por la gente que trabaja en su empresa. ¿Cómo? Metiéndose la mano en el bolsillo e invirtiendo. Si no hace esto, debe volver a hacer aquello que siempre ha hecho mejor: esquiar, navegar, jugar al golf y dejar los problemas de Italia a la gente seria”.

Ahí es nada. La bronca, y sobre todo la angustia de los trabajadores, iba a más por momentos cuando, la mañana del martes, el diario La Repubblica publicó una entrevista de su director, Ezio Mauro, con el hasta ahora desaparecido jefe de la Fiat. El titular, en portada, a cuatro columnas, es contundente: “La Fiat permanecerá en Italia”. Pero lo que viene a continuación –dos páginas de preguntas a degüello y respuestas contundentes—tampoco tiene desperdicio. Sergio Marchionne confiesa que la Fiat está acumulando pérdidas de 700 millones de euros en Europa: “Nuestro mercado automovilístico está agonizando, pero mantendremos Fiat en Italia con las ganancias conseguidas en el extranjero”. El director de La Repubblica le pregunta hasta qué punto no es responsabilidad suya el deterioro continuo del grupo en Italia: “El miedo es que usted esté huyendo, doctor Marchionne: baja inversión, ningún producto nuevo. ¿No está dejando morir una empresa que tiene más de 100 años de vida?”. El consejero delegado responde con unos datos de catástrofe. La venta de automóviles ha descendido hasta situarse en los parámetros de los años sesenta. “Hemos perdido de golpe 40 años. La gente no tiene dinero para comprar coches y no sirve de nada que hagamos modelos nuevos”. Marchionne responde a las preguntas desde la sede del grupo en Detroit, pero a punto de salir hacia Roma, donde los ministros de Monti quieren saber de su propia voz si la Fiat tiene previsto quedarse en Italia. “Si me buscan, los veré. Pero luego, ¿qué hacemos?”.

Monti, nunca digas nunca jamás

Por: | 13 de septiembre de 2012

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                                                                                                                                                                                                                                             (Mario Monti. Foto: Gobierno de Italia)

Mario Monti se encuentra ahora mismo entre la espada de sus palabras y la pared de sus deseos. No hace ni un año, cuando el actual jefe del Gobierno italiano sustituyó a Silvio Berlusconi --en una operación de ingeniería política patrocinada por Europa y los mercados-- juró y perjuró que su mandato tenía fecha fija de caducidad: las elecciones previstas para la primavera de 2013. En ese momento, los italianos volverían a votar y elegirían de nuevo un Gobierno, mejor o peor, pero con la legitimidad de las urnas --lo que se viene llamando democracia--. A los partidos políticos tradicionales les pareció bien el trato y, aunque a regañadientes, fueron respaldando en el Parlamento las medidas --por lo general, duras-- que Mario Monti y sus tecnócratas consideraron necesarias para que Italia pudiera pasar la cada vez más exigente ITV europea. El problema es que la primavera de 2013 está a la vuelta de la esquina y Monti le está cogiendo gusto al sillón.

Es curioso cómo en los últimos días --aunque casi sería más exacto decir en las últimas horas-- Mario Monti ha ido matizando su no rotundo a continuar en política. Hasta hace una semana, el jefe del Gobierno parecía disfrutar repitiendo que sus vacaciones estaban a un paso, que una vez reflotada la nave a la deriva y puestas las bases para que no se volviera a hundir, el trabajo para el que fue contratado habría llegado a su fin. Italia ya podría volver a caminar sin el tacataca tecnócrata. Pero en esto que, hace unos días, se le empezó a ver la punta a una operación para que Monti continúe al frente del Gobierno una legislatura más. Una operación que ya contamos el lunes, pero que suma más adeptos a cada hora que pasa. Incluso un grupo de profesionales --editores, profesores universitarios, pequeños y grandes empresarios, periodistas-- acaban de fundar un grupo llamado Independientes por Italia con el objetivo de dar cobertura legal a una posible candidatura de Monti. El propio profesor reconoció hace unos días --y no se le veía contrariado precisamente-- que mucha gente se le acerca para pedirle que continúe. También es lo que dicen las encuestas.

A pesar de los recortes, los ciudadanos se siguen fiando más de Monti que de los políticos tradicionales, que en vez de utilizar el año de gobierno técnico para hacer limpieza en casa, siguen enredados en los mismos líos de siempre: peleas intestinas de poder, mal uso del dinero público, privilegios... La derecha del PDL está desaparecida, esperando a ver si Don Silvio --dueño y señor del partido-- se decide a presentarse de nuevo o sigue escondido en la gruta de Vila Certosa. La izquierda continúa dividida (valga la redundancia). El resto lo forman quienes quieren mucho a Monti --el centro de Pier Ferdinando Casini-- y quienes no lo quieren ni en pintura: la Italia de los Valores del ex fiscal Antonio Di Pietro y el Movimiento 5 Estrellas del cómico y bloguero Beppe Grillo, también enredado en peleas internas y televisadas.

O lo que es lo mismo, el lío italiano de (casi) siempre. De ahí que Monti --espejito, espejito...-- empiece a ver claro lo que antes ni quería mirar: su segundo mandato. Hace unas horas, en una entrevista con el diario Washington Post, el jefe del Gobierno tecnócrata dejó abierta por primera vez la posibilidad de continuar: "Debo reflexionar". Y luego reconoció su temor a que, sin él al timón, los partidos vuelvan a las andadas: "Obviamente, estoy preocupado de que en la política italiana todo vuelva a ser como antes...".

El antes al que se refiere Monti es aquel en el que los políticos decían una cosa y hacían otra sin el menor pudor. Si algo hay que reconocerle al veterano profesor es que siempre se prodigó en explicaciones --no como otros-- y llamó al pan pan y al vino vino. Ahora, el que llegó para recuperar la credibilidad de Italia tiene ante sí el reto de conservar la propia.

Nápoles, el tour del delito

Por: | 10 de septiembre de 2012

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La madrugada del domingo, dos jóvenes se presentaron en el hospital Cardarelli de Nápoles a bordo de un Ferrari amarillo, descapotable, con las puertas chorreando sangre. Contaron que, mientras esperaban en un semáforo, sufrieron un intento de robo. La policía, que se hizo cargo del deportivo, investiga si la versión es fetén o tan falsa como los perfumes que venden en la zona de la Duchesca o el amor de contrabando que, a plena luz del día y no digamos de noche, ofrecen italianas y extranjeras –en su mayoría procedentes de África—a la entrada de Porta Nolana.

La ciudad de Nápoles –si no la ha visitado todavía, vaya pensándoselo—es un espectáculo único, donde la belleza y el infierno se disputan un lugar sobre la acera, entre los callejones, a la sombra de viejos palacios y torreones medievales. No hace mucho, los responsables de una asociación cultural llamada No Comment se percataron de que, entre los miles de visitantes que cada día recorren las calles de Nápoles, hay muchos –unos 3.000 al año—que, por sentir “la emoción del peligro”, se adentran en el reino del contrabando, los carteristas, las mercancías falsas, el sexo rápido y los alimentos sin control sanitario. “El tour de la ilegalidad”, lo han llamado, y consiste en un paseo desde Porta Nolana al Real Albergo dei Poveri, algo más de un kilómetro con parada especial en el hipermercado del contrabando de plaza Mancini. La emoción está asegurada, y además es gratis. Eso sí, se recomienda no llevar ni carteras ni mochilas a la espalda y, si acaso, dejar el Rolex en el hotel. La visita guiada está ligada además a un proyecto fotográfico, y su objetivo está muy claro: hacer visible lo que salta a la vista y sin embargo nadie –desde los cómodos despachos del poder-- quiere ver.

Patrizia Bussola y Antonio Alfano, en nombre de la asociación No Comment, han enviado una carta a la ministra italiana del Interior, Annamaria Cancellieri, en la que le recuerdan que la cultura del delito está tan arraigada en la bella Nápoles que ya domina barrios enteros. “El caos urbano y la ilegalidad”, advierten, “son elementos esenciales para la cultura de la Camorra, que planta sus raíces donde la desobediencia es generalizada”. No hay más que echarle un vistazo a los periódicos del lunes para comprobar que hay barrios en Nápoles donde el orden se impone a tiro limpio. En Scampia, por ejemplo, al norte de la ciudad. 80.000 habitantes censados –100.000 en realidad--, un desempleo del 75%. El 23 de agosto fue asesinado Gaetano Marino, hermano de un capo de un importante clan mafioso ya detenido. Hace un par de noches, llegó la venganza. A las dos de la madrugada, cuando salía de un bar, fue asesinado de dos tiros precisos en la cabeza Raffaele Abete, hermano de otro mafioso detenido. En ninguno de los dos casos hubo testigos, pero sí la certeza de que en Scampia, al norte de Nápoles, la sangre seguirá chorreando, como por las puertas amarillas del Ferrari descapotable.

Por si se animan, aquí les dejo el enlace de la asociación cultural No Comment. No se pierdan las fotos. http://www.fotografiasociale.it/Illegal%20Tour.htm

 

La Iglesia, Berlusconi y los amigos de la Mafia

Por: | 07 de septiembre de 2012

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                                                                           (Berlusconi besa al senador Marcello Dell'Utri)

La Italia que quiere ser no acaba de llegar, y la que no quiere ser se resiste a marcharse. Así, a contrapié, con la vista en el futuro y los pies en el pasado, regresan los italianos de las vacaciones. Los periódicos, numerosos y siempre bien surtidos, son testigos de ese ir y venir constante entre los proyectos y la realidad. Hay ejemplos de sobra, pero valgan dos de los más claros –y de los más frustrantes para quienes sueñan con un país moderno— para inaugurar el curso en el blog. El primero tiene que ver con la Iglesia. El segundo, con Silvio Berlusconi y sus queridos amigos de la Mafia.

Allá por el mes de marzo, el gobierno de Mario Monti dio un poderoso golpe de efecto al anunciar que la Iglesia –la mayor casera de la República-- tendría que empezar a pagar religiosamente el impuesto de bienes inmuebles, del que hasta ahora estaba exenta. Se hizo un cálculo de sus posesiones --–115.000 casas, 36.000 parroquias, 9.000 escuelas, 4.000 hospitales y centros sanitarios--, que vienen a suponer entre el 20% y el 30% de todo el patrimonio inmobiliario italiano. El gobierno tecnócrata calculó que, aun dejando exentos del pago del impuesto los inmuebles destinados a la asistencia, el culto y la educación, el Estado podría recaudar unos 600 millones de euros al año. Lo curioso del asunto es que, lejos de montar en cólera, los jerarcas de la Iglesia dijeron que sí, que si hay que pagar, se paga. El cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), no solo se mostró dispuesto a negociar con el Gobierno, sino que admitió la posible existencia de “puntos oscuros”: albergues u hospitales privados a través de los cuales la Iglesia italiana obtiene pingües beneficios sin declarar nada a cambio. Fue por primavera cuando los titulares de los periódicos italianos recogían una noticia que calificaron de histórica. ¡La Iglesia pagará el impuesto de bienes inmuebles! Para hacerla efectiva solo faltaba un decreto, el papeleo de rigor.

El papeleo italiano. La burocracia. El mar de los Sargazos donde naufragan las mejores intenciones. Sin querer ser malicioso, tal vez el cardenal Bagnasco acató el proyecto del Gobierno con tan buen talante porque sabía que podía confiar en la burocracia italiana. Ni qué decir tiene que seis meses después el decreto aún no ha sido redactado, a Monti le quedan dos telediarios al frente del Gobierno técnico y los mismos periódicos que, como La Repubblica, destacaron entonces la buena nueva advierten ahora en la portada: “Decreto in ritardo. La Chiesa non paga”.

Ni pagará, que diría aquel.

El otro ejemplo del ayer que permanece es Silvio Berlusconi. Hace diez meses que dejó el Gobierno, pero no hay un solo día que los periódicos italianos no traigan a colación su nombre por una u otra causa. Y nunca mejor dicho lo de causa. Berlusconi sigue teniendo varios procesos pendientes –entre ellos el de inducción a la prostitución de menores—y, cuando no va al juzgado por sus asuntos, va por los de sus amigos. De entre todos ellos hay uno muy especial. Se llama Marcello Dell’Utri. Es siciliano, amante y tratante de libros antiguos, senador del PDL –el partido de Berlusconi—y su amigo inseparable desde hace 39 años. La cuestión es que la amistad de Dell’Utri le cuesta un pico a Berlusconi –exactamente 40 millones de euros en los últimos 12 años--, y que el senador tiene la fea costumbre de frecuentar a la Mafia. ¿Qué relación hay entre lo uno y lo otro?

En distintas sentencias, la justicia italiana considera probado que, entre 1973 y 1978, el tal Dell’Utri negoció con la Mafia siciliana la inmunidad de Berlusconi y su familia. Incluso que llegó a contratar a Vittorio Mangano, un mafioso de reglamento, como supuesto mozo de cuadras de la residencia de Arcore. Su cometido real era el de garantizar la seguridad de los Berlusconi. El mafioso Mangano se hizo tan pronto con la confianza de Don Silvio que llevaba a sus hijos al colegio e incluso, de vez en cuando, se sentaba a la mesa en las celebraciones más íntimas. A esta conclusión no ha llegado la policía a través de sofisticadas escuchas, sino de boca del propio Berlusconi, que hace un par de días se acercó a Palermo para testificar ante los jueces y fiscales que investigan la negociación entre la Mafia y el Estado en los años noventa. Dell’Utri es el principal sospechoso. Según el arrepentido Giovanni Brusca, el senador siciliano habría entregado en 1994 un mensaje de la Mafia a Berlusconi –por entonces jefe del Gobierno italiano—con una advertencia clara: o se suavizaban las condiciones de los mafiosos en las cárceles o volverían las matanzas. Los fiscales de Palermo sospechan que el río de millones de euros –40 en solo 12 años—que Berlusconi ha ido regalando a Dell’Utri tal vez terminaron en manos manchadas de sangre.

El asunto no es para tomárselo a broma. Salvo para Berlusconi, claro. Durante dos horas, el anterior jefe de Gobierno trató de convencer a los investigadores de que, donde ellos ven a La Mafia, solo hay simple amistad. Cuando le preguntaron por el mafioso Vittorio Mangano, dijo:

--Una bravísima persona. Hasta acompañaba a mis hijos al colegio…

Mangano fue condenado en diversas ocasiones por tráfico de drogas, extorsión y un doble asesinato. Murió de un tumor en el verano de año 2000. Según dijo el juez Paolo Borsellino dos meses antes de que lo mataran, Vittorio Mangano fue “la cabeza de puente de la Mafia siciliana en el norte de Italia”. Pero Berlusconi, a pesar de las evidencias, sigue considerándolo un tipo “a modo”. El roce, que hace el cariño.

La Iglesia no paga. Dell’Utri, pese a sus varias condenas, sigue sin pisar el talego. La burocracia, en ambos casos. O los favores. O simplemente la idiosincrasia de un país apasionante que dentro de unos meses tendrá que decidir en las urnas si apuesta por el futuro –cueste lo que cueste más IVA-- o por seguir enredado en los vicios sin factura del pasado. Lo iremos contando.

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