Gran invento el del AVE, aunque mucho me temo que funciona más de la costa al interior que en sentido contrario. A despecho de muchos profetas los visitantes marineros se encojen, mientras que el centralismo renace con la facilidad reinante que existe para asomarse al interior.
Por ello, en nuestro viaje, después de gestionar nos iremos a comer, a contemplar como las estrellas gastronómicas se repliegan allá donde todavía existe un público capaz de gastar en una comida tres o cuatro veces más de lo que aconsejan las normas en vigor, o es capaz de soportar la cuenta de resultados de cualquier empresa, o los menguantes presupuestos de las múltiples Corporaciones que nos asolan.
Emtre los favorecidos por las lluvias boreales del último ejercicio se encuentra el Club Allard, que ostenta la categoria de dos estrellas para la guía Michelin, que es como decir para el mundo todo.
Espacio impresionante, erizado de arañas luminosas, que colgadas de los altos techos epatan la sensibilidad de los humildes. Servicio acorde con la propuesta visual y un dry Martini a la medida y el gusto local, esto es, a la medida que gustaba a Sir Winston Churchill o Don Luis Buñuel, que agradecían sobremanera que la cantidad de vermú que contenía cada copa no sobrepasase un ápice de aquel que se supone aporta un rayo de luz que incida en la botella del compuesto y se proyecte en el cóctel.
La comida bien en términos generales, la carta incomprensible en su simplicidad e inutil para aquél que pretenda saber que le servirán para comer después de efectuada la comanda. Tres o cuatro posibilidades, según se prefiera una entrada o dos, un aperitivo o tres, un plato sustancioso o su alter ego. Pero sin la mínima explicacion de si hablamos de carne o pescado, de mariscos o vegetales, de frutas o minerales, de caza o del mundo abisal.
Como curiosidad: muy bueno el pulpo, a destiempo el queso con forma de tomate, poco imaginativo y sin trascendencia el plato con anchoa, escaso aunque sabroso el de las tres alubias, tres, y bien resuelto el del pichón de Araiz, aunque estos pichones no forman parte de lo que se entiende por caza menor pese a su crianza campestre.
De postre, un huevo sorpresa, aunque si lo prueban veran que es más importante la forma que el fondo, en contra de lo que los clásicos pretenden hacernos creer.
Dspuès de comer, y en el caso de que el comensal piense que los placeres de la mesa se redondean con un buen habano, hay que ir otro club: esta vez el que Pasión Habanos mantiene en la Casa de América. Pero ese tema debe ser objeto de un más pormenorizado estudio. Lo dejaremos para otro día.
El Club Allard
Ferraz, 2
28008 Madrid
Teléfono 915 590 939
Hay 1 Comentarios
Esta muy curioso hay que probar para ver los resultados de esta nueva idea, hay que por los ojos, entra hambre.
Publicado por: hostal tarifa | 30/05/2012 14:19:53