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Gastronomía: instrucciones de uso

Sobre el blog

Georges Perec pretende en sus libros una mirada parcial pero totalizadora de la vida. Nosotros, más modestos, pretendemos lo mismo con el mundo gastronómico.

Sobre el autor

Alfredo Argilés

Alfredo Argilés escribe en El País sobre temas gastronómicos desde hace más de diez años. Su propósito es analizar la historia y el presente de un mundo que sustenta una parte imprescindible de nuestra cultura.

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Trampantojo

Por: | 22 de julio de 2012

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Es el del gusto un sentido más fino que el de la vista? Un sentido al que no se puede engañar por más que cien mil artistas se pongan manos a la obra intentando convencer -a su través- a nuestro cerebro que lo dulce sabe a salado y lo ácido a puro acíbar?

El trampantojo se inventó en la pintura para crearnos una realidad visual falsa, y alguien tan interesado en las artes gráficas como Quique Dacosta pretende acompasarlo a sus creaciones culinarias en su restaurante de Denia.

Pendiente una próxima visita para recrearnos con una comida completa, nos interesamos por algunos trazos de su menú que convienen a nuestro interés por la diferencia entre lo visto y lo degustado, entre lo que esperamos sentir cuando introducimos en nuestra boca cualquier porción de lo admirado en el plato y la alegre realidad de lo apreciado.

Su cocina está llena de sabor, y también de color, como conviene a un cocinero pintor mediterráneo, por lo que la aventura comienza con un rojo mermelada sobre merengue, pareciendo un pretendido postre aquello que se confirma en nuestra boca como un clásico aperitivo, compuesto de Campari y adornado con destellos de manzana y de naranja.

Continúa el juego con unos nidos de golondrina en los que se ha sustituido el huevo por un mínimo bloque de mantequilla montada y las ramas que forman el nido por pasta katafi y una juliana de alcachofas fritas.

Volvemos con otro cocktail, esta vez el afamado Bloody Mary, en el que los componentes verídicos –tomate, vodka, pimienta y tabasco- congelados, se recubren por una manteca de cacao, que los almacena en su interior hasta introducirlos en la boca, en la que se derraman por efecto del calor.

Para picar, unas almendras, en este caso de ajoblanco y agua de tomate.

Baratas por fin las angulas, hechas de la piel de sus mayores, sin más que marinarlas con sal y azúcar, ahumarlas, cocerlas a 62 ºC. durante cuatro horas, quitarles la piel y cortarla como juliana, y luego calentarlas y añadirles los imprescindibles ajos fritos. Bien mirado, quizás fuese más barato comprar las originales en el mercado.

Sucede lo mismo para comer unas kokotxas, hechas de grasa de jamón fundida y consomé, y recubiertas de un pil pil de la misma condición, largo y complicado proceso que deja nuestros sentidos cubiertos por la gelatinosidad que para ella quisieran las barbillas de la merluza o del bacalao.

O para lograr la total ausencia de acidez en los pimientos del piquillo, que es necesario fabricarlos con pequeñas lonchas de sandía, requemadas y deshidratadas durante seis horas y recubrirlas de semillas de mostaza.

Y así hasta el infinito, una sorpresa tras otra para nuestros cuerpos, que se sorprenden a cada paso entre lo visto y lo saboreado, entre lo esperado y lo recibido.

Aunque quizás deberemos pensar que también es posible engañar al paladar. Probemos ese invento que llaman rompepiedra, y que se confecciona con la hoja del mismo nombre vulgar, también denominada por los científicos Lepidium latifolium, de sabor característico. Sabor que pierde por completo cuando se degusta al unísono con un pescado graso, de los llamados azules.

Pero para constatar si Dacosta ha logrado por fin el trampantojo palatal, lo mejor es comprobarlo con nuestros propios ojos. O con nuestro propio sentido del gusto.

TARTA DE MANZANA AL CAMPARI Y SANGUINA
Tarta de manzana / Campari

MARIA
Bloody Mary

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Nidos de golondrina

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Almendras

ANGULAS
Angulas

COCOCHA
Kokotxa

PIMIENTO
Pimientos del piquillo

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Rompepiedras.

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Didier, José Antonio y Quique ante la planta rompepiedras.

 

Hierbas

Por: | 11 de julio de 2012

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Las solemos llamar hierbas aromáticas pero la realidad nos muestra que no solo son portadoras de aromas sino también de sabores, y que hoy se emplean más como condimento culinario que como meros perfumes.

En nuestro entorno las hay famosas y usadas desde la antigüedad, así el perejil o la hierbabuena, pero ahora coexisten e incluso se ven superadas en el fervor popular por otras venidas de lejanos países y que se han implantado en nuestras costumbres y paladares.

Es difusa la frontera que separa estas llamadas hierbas con las tan apetecidas especias, conocidas y codiciadas desde la más remota antigüedad, cuya existencia dio lugar a un importante comercio y hasta sirvió para el descubrimiento y ocupación de ignoradas tierras y civilizaciones. Pero hasta donde podemos alcanzar asumimos que las especias muestran su fulgor en plenitud aun estando conservadas –véase la pimienta o la canela- mientras que las hierbas muestran su potencial en estado de frescas, trasmitiendo de ese modo su sabor con mayor verdad que cuando el tiempo ha pasado desde su recogida.

Conocedores de este hecho algunos jóvenes agricultores como Paco Consuegra se han implicado en su cultivo y desarrollo entre nosotros, cultivándolas en la afamada huerta valenciana, y así abastecen a los mercados día a día lo mismo de un perejil rizado que de un sabroso cilantro, que servirá para los múltiples currys y no menos abundantes cebiches que se preparan en nuestros restaurantes.

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Paco Consuegra

Y también en nuestras casas, ya que la influencia de los movimientos migratorios que señalábamos, sobre todo los que han llenado nuestros mercados de personas originarias del centro y del Sur de América -y de aquellas otras venidas del norte de África y del Oriente-, han transformado nuestras sempiternas sensaciones a la hora del comer y del beber.

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Hierbabuena

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Eneldo

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Campos con cilantro crecido

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Cilantro

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Campos de cilantro 

 

Caixetes

Por: | 03 de julio de 2012

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Parece contrastado que los moluscos bivalvos gozan del profundo sabor que les otorga toda una vida filtrando el agua en la que moran, acumulando así en sus carnes aquellos componentes físicos y químicos que reconocemos como marinos. Y si bien es cierto que los percebes pueden traer a nuestros sentidos la fuerza que transmite el batir de las olas contra las rocas que los soportan, los mejillones la tranquilidad de las aguas remansadas y las ostras la finura de la carne atravesada mil veces por frías aguas minerales, también lo es que si queremos probar la fuerza que contagia la salinidad del Mediterráneo nada mejor que probar unas caixetes, también llamadas por biólogos y otros expertos Arca noae.

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Caixetes

Aunque para hacerlo tengamos que dirigirnos de forma casi obligatoria a algún punto de la costa que recorre el norte de Castellón o el sur de Cataluña, lugares estos donde casi en exclusiva se suministra el citado marisco. Mediadas de tamaño, con aspecto osco -casi una roca- las caixetes encierran en sus durísimas y fibrosas carnes las esencias primitivas del mar, quizás porque nunca fueron criadas, sino tan solo recogidas en aquellas condensadas aguas.

Podemos ir, si así acontece, a Vinaroz, donde en el bar El Puerto, justo a la orilla del que da nombre al local, y a la vista de los barcos, nos los cocerán para que podamos intentar desentrañar el misterio que encierran si logramos abrirlas con pulcritud.

Coriáceas, no podemos abandonar el empeño en engullirlas, así suponga un arduo esfuerzo para nuestros molares, que nuestro paladar agradecerá.

A la vez, y ya instalados en el local, podemos intentar otro exótico sabor y curiosa textura, cual es el que nos proporcionan las anémonas u ortigas de mar, que rebozadas y fritas encandilan.

La comida se completa en el inmediato restaurante El Faro, donde –si la suerte nos premia con sus dones y la tienen en sus neveras- podremos degustar una magnífica ventresca de atún, o su alternativa hecha tataki, unos langostinos del lugar y alguno de los arroces que en generosas cantidades hacen referencia del lugar.

Para aliviar la digestión una nueva ginebra – y van 10.000- con la que combinar el agua tónica de nuestro satisfacción.

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Restaurante El Faro

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Tataki

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Anémonas

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Langostinos

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Arroz con pulpo

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Gin tonic    

 

El País

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