Pese a que su nombre parecería indicar los contrario, en este espacio consagrado a la gastronomía se puede entrar a diario, y hacerlo de manera religiosa o profana, bien entendido que en cualquier caso alcanzaremos la felicidad.
Partiendo de un amplio conocimiento de los elementos culinarios que se conjugan en las tierras de Denia, cercanas a la mar pero con reminiscencias de anteriores culturas asentadas en el terreno, los propietarios nos invitan a disfrutar de los productos que les son propios y próximos, y por tanto para comenzar lo mejor será dirigirse a la sección de cocas, tortas de pan en las que se ha depositado el ingrediente que les dará vida propia, y que puede ser morcilla, o sobrasada, o anchoas, o pisto, o todos juntos y en unión, para formar un entrante solvente de sabor y en este caso de sutil suavidad y perfección.
Para continuar, infinidad de propuestas, siempre clásicas, jugando más que con la coherencia de una comida formal con el apetito y el capricho del instante: así nos podemos decantar por una fuente de sardinas a la brasa o inclinarnos por unos calamares rebozados, tomar una densa y sabrosa hueva de sepia o una ensaladilla de las llamadas rusas, aunque como es sabido nada tengan que ver las famosas en nuestro país con las que se consumían el la Rusia de los zares.
Mariscos entre los que se debe destacar –como no- la famosa gamba roja, pero también las navajas o las almejas, siempre con las simples preparaciones que les conservan su sabor originario, que es la base de sus principios culinarios.
El día que lo visitamos, además nos sirvieron un hermoso lomo de atún, que asado con la debida templanza ofrecía la jugosidad que en ocasiones falta en ese corte del pescado. Postres caseros, entre los que cabría destacar la tan traída y llevada tarta al whisky, que en esta casa elaboran en sus propias cocinas y no en el inmediato supermercado.
Atún