En ninguno de mis viajes he probado nunca curries tan intensos. Si el restaurante Sudestada en Madrid cuenta con una legión de adictos es porque su patrón, el argentino Estanis Carenzo, posee un don especial para rematar esos platos tan endiabladamente complejos. Su fascinación por esta cultura comenzó hace años en el barrio vietnamita de Paris, mientras ejercía de cocinero en un restaurante francés de la vieja escuela.
Carenzo se manifiesta locuaz cuando se le interroga sobre este tema: “Los curries no son una mezcla de especias como algunos suponen sino un repertorio larguísimo de sabores de calle (street food), un tanto canallas, fragantes, ácidos, especiados y picantes. Sopas, guisos o estofados”
El pasado martes probé en Sudestada cuatro curries distintos. Todos provocadores, casi pornográficos. Y como contrapunto cuencos de arroz tailandés aromático. “Me desespero cuando veo a la gente comer los curries”, comenta Carenzo.
“Hay que tomarlos con cuchara y empujar con palillos, un utensilio en cada mano. La cuchara se llena con una porción del guiso y en el cuenco los granos que quepan. Curry y arroz son inseparables. Nos cuesta trabajo encontrarlos buenos. Cambian cada cosecha.” Sus apasionados comentarios desvelan siempre una erudición geoculinaria. “En la India hay miles de curries”, insiste. “En general resultan pesados porque no incorporan ingredientes frescos. Se preparan con especias secas, lácteos, yogures o mantequilla. Se aligeran algo en Sri Lanka, zona intermedia. Los nuestros se inspiran en Tailandia, Vietnam, Camboya, Birmania y Malasia. Son más frescos, porque contienen leche de coco, hierbas, jugos, pulpas de frutas, lima kefir, raíz de cilantro, chile verde, lemongrass, cúrcuma, galanga, jengibre y menta fresca. Me inspiro en recetas populares”.
Curry ácido de corvina. El lomo grueso de pescado descansa sobre una salsa ácida, frutal y refrescante montada con limón marinado en sal durante un año. Y además, pulpa de tamarindo. Picante y agridulce, magnífico.
Curry de carrillera de ternera. Carne muy melosa que se deshace en hebras entre una salsa portentosa. Entre sus ingredientes, leche de coco, lemongrass, hojas de lima kefir, guisantes, setas y nuoc man (salsa de pescado vietnamita) “Nuestros curries tienen mucho umami (quinto sabor de la cocina japonesa) Parte de su complejidad la aporta el nuoc man” insiste Carenzo. “ Se definen con dos palabras claves: profundidad y equilibrio. El nuoc man es puro umami. En Occidente hay obsesión por identificar los ingredientes. En Asia se busca el equilibrio. Para cocinar un buen curry hay que rectificar sobre la marcha. No es fácil. Si un ingrediente sobresale mal asunto”
Curry de hígado de pato. Nada de foie-gras sino hígado corriente de pato. La neutralidad de este ingrediente se compensa por la fuerza picante y agridulce de la salsa. En la lista, kumquat, coriandro, hojas de lima kefir, tamarindo y azúcar.
Masamán de cuello de cordero. Carne melosa acompañada de una salsa ligeramente picante enriquecida por hojas de lima kefir, cardamomo, nuez moscada y cominos.
Al hilo de la conversación Carenzo insistió en que utiliza chiles mexicanos, los mejores del mundo, país del que llegaron a Asia. Y me confirmó su fascinación por los “jungle curries” la versión más antigua de los curries, de selvas remotas, cuyos ingredientes se machacan en el mortero con cierto orden.