Desde que se inauguró la fabrica a finales de febrero no había tenido ocasión de acercarme. Y eso a pesar de que me habían insistido varias veces. Sobre todo Estanis Carenzo, cocinero del restaurante Sudestada (www.sudestada.es), que figura entre los socios de esta micro cervecería (www.cervezaslavirgen.com) que merece la pena. No solo por la calidad de sus cervezas, sino por la gracia del lugar, semiclandestino, oculto en un callejón angosto de Európolis, polígono industrial de Las Rozas (Madrid)
Ocupa una nave blanca con hechuras de garaje justo enfrente de un restaurante chino, también medio escondido, que siempre está vacío y tiene pinta de tapadera de otros negocios. Como casi todos los lugares donde se fabrican cervezas artesanas, los tanques de acero inoxidable son de juguete. Quien desee enterarse del proceso no tiene más que concertar una cita por teléfono y se lo enseñarán todo, incluidas las cubas de fermentación, los depósitos de frío donde reposan las cervezas antes del embotellado y hasta la caldera, que se alimenta con huesos de aceituna molidos, combustible ecológico que Ángel León (http://www.aponiente.com/) trasladó a la alta cocina hace tiempo.
Con cebada malteada, lúpulo, levadura y agua de la sierra de Madrid consiguen dos cervezas notables. Primero La Virgen, lager, de la que elaboran 4.000 litros al mes. Presenta un color amarillo pajizo, es suavemente amarga y posee notas cítricas y florales. Y a su lado la Jamonera, de alta fermentación, tostada y profunda, con dejes a regaliz y a frutas caramelizadas, de la que solo elaboran 1.000 litros mensuales, y denominan así porque acompaña bien al jamón ibérico.
¿Quiénes son los promotores de este invento? Dos emprendedores madrileños que trabajaban en San Francisco (Estados Unidos) y empezaron a elaborar cerveza en su propia casa. Nada extraño en una ciudad donde el “home brewing” es algo frecuente. Jaime Riesgo es un publicitario avezado; su mujer, Ana Elena Coello asesora de inversiones. Ambos, junto Carenzo y Pablo Giudice, de Sudestada han iniciado la aventura.
Cierran toda la semana, salvo jueves y viernes a partir de las 19,30 y también abren los sábados, incluso por la mañana. Desde el momento que levantan el cierre, en el entorno de esta fabriquita, que cuenta con barra y varios grifos, se agolpan aficionados que llenan las mesas que se desparraman por el callejón, que cobra aire de mercadillo o bar improvisado. Un bar pop-up, que dirían algunos a la última.
Lo ideal es acudir el jueves, cuando sacan a la venta 20 litros de alguna cerveza especial que se consume en el acto. Tal vez una Ipa (indian pale ale), una stout, cualquier pale ale al estilo inglés o belga, o quizá una negra porter, suavemente amarga y con sabor a regaliz, que fue la que yo probé el jueves pasado. ¿Y para comer? Sólo dos cosas, raciones de jamón ibérico y, sobre todo, su ya famoso perrito caliente, cuya receta (secreta) me han desvelado: pan dulzón de cerveza negra que untan suavemente con paté de foie-gras; encima la salchicha, gruesa, alemana, muy buena, y como remate una loncha de queso emmental que se funde en la plancha.
¿Qué razones justifican el imparable éxito de la cervezas artesanas en España?
Suelen ser buenas, se atreven a competir con el vino en la mesa y presumen de vocación ecológica.
Representan algo exclusivo a precio asequible.