En un rincón del nuevo restaurante Amazónico, el chef Massa, de larga trayectoria en España, juega a la aventura de armonizar especialidades japonesas con determinadas frutas exóticas. A su lado trabaja Min Chul Kim Park, apodado André, coreano educado en Canarias, y también Kohei, japonés de alma madrileña. Y entre tantos orientales un español que respira en nipón, Borja Espegel, verdadero itamae, instruido en la Tokio Sushi Academy . Cuatro sushiman que llenan la apertura de este post junto al propietario del local, el cocinero Sandro Silva. A diario no solo atienden la barra, donde se puede disfrutar de diferentes tipos de sushi, sino que preparan ciertas especialidades --pocas -- para los comedores de Amazónico contiguos en los que rige otra carta.
¿Cuál es la originalidad de su trabajo? Aunque no soy adicto a las armonías entre frutas y pescados, reconozco que sus sugerencias funcionan. Massa, cabeza creativa, utiliza el poder acidulante y aromático del lulo, maracuyá, yuzu, lima y calamansí para prescindir parcialmente de los vinagres de arroz japoneses y de la salsa de soja por ejemplo. Con su concurso adereza ostras, da toques a nigiris y levanta el sabor del usuzukuri de hamachi (pez limón). La presencia de las frutas, no todas tropicales, la hace extensible a su surtido de uramaki como el de tempura de langostinos con erizo y plátano que envuelve en láminas de una gelatina dorada. Tendencia todavía más marcada en el maki de mango, aguacate, grue de cacao y alioli de coco, apoteosis vegetal en forma de rollito. Eso sin dejar atrás el maki de langostinos con miso blanco y salsa de achiote. El atún lo armoniza con anacardos, arroz salvaje y piña; el lomo bajo de wagyu a la plancha con wasabi y lima kéfir, y los carabineros con maíz morado y el jugo de cuatro frutas acidulantes, yuzu, lima, limón y lulo. “Intentamos hacer platos que encajen con el concepto amazónico pero que tengan sentido gastronómico”, asegura Massa. El arroz, complemento básico, suelto aunque pegajoso, ligeramente dulce y suavemente ácido, supera con creces las expectativas.
En este proyecto también llaman la atención otros detalles como el hecho de sustituir las láminas de jengibre confitado de las que se valen los japoneses para limpiar el paladar entre bocados, por cuencos de frutas repletos de medias granadillas y cerezas.
La barra incluye una imaginaria barca flotante que ejerce de despensa y sube y baja mediante un juego de poleas. Simple anécdota escenográfica de Lázaro Rosa Violán, interiorista del nuevo restaurante.
Las preparaciones de Massa y su equipo se radicalizarán en el futuro, según sus propias palabras. Se trata de aportaciones gastronómicas interesantes a las que habrá que seguirles la pista. En muy pocos países como en el nuestro se han hecho tantas aportaciones a favor de la evolución de las especialidades japonesas, un mundo en el que Ricardo Sanz (Kabuki) figura como uno de los pioneros. Sígueme en twitter en @JCCapel
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