Hace ya tiempo que vivimos una auténtica revolución tecnológica. Ya sea por la aparición de los llamados “smartphones”, por el continuo devenir de las redes sociales, o por la fantástica libertad que brindan las tecnologías actuales, que no estamos ligados a un arcaico ordenador para ser completamente productivos….¿verdad?
¿Es ésta la realidad o todavía necesitamos nuestras viejas “torres”?
Si hacemos un breve repaso a nuestras actividades cotidianas podremos deducir que, a poco que seamos amantes de la tecnología, somos capaces de desempeñar unas funciones con nuestro entorno que hace años se antojaban utopías de la ciencia ficción. Podemos contestar el correo electrónico mientras compramos el pan, mantener una teleconferencia con nuestros compañeros en la otra punta del globo como si estuvieran en una habitación colindante, compartir información vital de forma instantánea a través de multitud de “nubes” virtuales, y así hasta un largo etcétera.
Es decir, somos increíblemente productivos de forma individual. Sin embargo, si nos centramos en el sector de la ingeniería industrial en general y de la ingeniería de aguas en particular, quizás esta productividad y flexibilidad laboral no resulta tan gratificante como nos gustaría.
La gran mayoría de empresas siguen trabajando con herramientas muy eficaces en potencia, pero muy limitadas en acto. Es decir, una hoja de cálculo resulta de una gran ayuda, pero si partimos de un lienzo en blanco y no disponemos del “Know How” correspondiente para abordar un diseño, de poco servirá. Por tanto, ligamos gran parte de nuestra productividad a la pre-disposición que tenga una empresa en conservar los conocimientos de sus trabajadores de forma ordenada y accesible para nuevas generaciones sin experiencia.
Por desgracia, ese “traspaso de conocimientos” dista mucho de ser óptimo y eficaz, por lo que vamos observando cómo ingentes cantidades de información vital se pierden sin remedio. En los mejores casos encontramos ingenierías donde se generan ciertas estandarizaciones que, si bien no permiten deslocalización y mantienen anclados a sus empleados a un ordenador convencional, mejoran sustancialmente la productividad de sus filas. En casos no tan agradecidos, la labor de diseño de una instalación de tratamiento de aguas casi puede resultar una aventura de arqueología en busca del “Know How” perdido de nuestros mayores.
Afortunadamente, la innovación siempre se abre camino. Si bien las empresas españolas no acaban de aceptar los beneficios de modelos de productividad mucho más flexibles (y si no pregúntenle a Google), comienzan a despuntar pequeñas alternativas para intentar fomentar un mayor rendimiento en el ámbito del sector del agua.
Hablamos de herramientas pre-diseñadas por terceros cuya función es permitir a ingenieros de proceso poder trabajar de forma rápida, global y completamente independiente de ataduras logísticas. Podemos encontrar muy pocas herramientas de este tipo, y la gran mayoría basadas en hojas de cálculo, pero pueden resultar extremadamente útiles en determinadas situaciones.
Los problemas que suelen achacarse a estos elementos es el “recelo” propio de grandes compañías en utilizar conocimientos no desarrollados por ellos mismos. Es decir, no nos “fiamos” de los esfuerzos de terceros por el mero hecho de creer que estamos patrocinando a la competencia o por infravalorar las ventajas que puede suponer el empleo de dichas utilidades.
Sin embargo, con esta actitud se cierran bruscamente las puertas a posibles innovaciones de desarrollo y software tan necesarias en el sector industrial. Obviamente, con las mencionadas ideas de autogestión del conocimiento, los avances tecnológicos a disposición de la sociedad se ven limitados ante prioridades empresariales particulares.
En resumen, si para escribir un texto como éste utilizamos una herramienta generada por un tercero (en este caso de un archiconocido distribuidor de software), ¿por qué no disponer de herramientas accesibles para diseñar una depuradora, desarrollar complejos cálculos hidráulicos o diseñar una desalinizadora?
La economía verde nos anima a mejorar nuestras plantas de tratamientos de aguas, aumentar la sostenibilidad de nuestras acciones, y nos recuerda la importancia de los avances comunes frente a meros intereses privados y económicos. No olvidemos, pues, optimizar una de las fuentes de energía más importantes, nuestro trabajo.
Profesor en Programas Estratégicos de EOI (Medio Ambiente, Energía y Turismo).
Ingeniero de proceso del Departamento Ingeniería Aplicada SADYT