¿Reducir el cambio climático comprando mermelada?

Por: | 08 de abril de 2013

 Ahorrar agua, apagar la luz, reciclar… En nuestra mano está reducir con pequeños gestos nuestro impacto en el medio ambiente. Pero todavía se puede ir más allá, tomando decisiones de compras responsables, eligiendo productos o servicios que hayan integrado la sostenibilidad dentro de su estrategia y produzcan menos impacto ambiental.

12. construccion sostenible 640x412pxPero ¿cómo sabemos el impacto en el entorno de, por ejemplo, un tarro de mermelada? ¿Cómo sabemos si el proceso industrial en el que se ha fabricado es eficiente energéticamente y respetuoso con el medio ambiente? ¿Si la fruta con la que se ha fabricado se ha producido localmente o ha recorrido miles de kilómetros hasta llegar a nuestras manos? Ahora en España, si vamos a cualquier comercio y tomamos dos botes de mermelada, podemos saber la cantidad de grasas saturadas o las calorías que tienen y elegir en consecuencia. Pero no hay manera de saber cuál de los dos botes es mejor para el medio ambiente. Podemos cuidar nuestra salud pero no la del planeta.

En otros países, como en Francia, es obligatorio incluir en el etiquetado de los alimentos información sobre la huella de carbono, un indicador del comportamiento energético y medio ambiental de los productos. La huella de carbono mide la cantidad de CO2 y otros gases de efecto invernadero que se emiten a la atmósfera a lo largo de todo el ciclo de vida del producto: en su fabricación, transporte y eliminación. Es, por tanto, un indicador de cómo un producto contribuye al cambio climático, uno de los mayores problemas ambientales a los que nos estamos enfrentando.

Si en el bote de mermelada estuviese la huella de carbono, veríamos un número que integraría las emisiones de CO2 producidas por los camiones de recogida de la fruta, por la maquinaria utilizada en el lavado, pelado, proceso de cocción, envasado, esterilización y etiquetado. También se incluirían las emisiones del transporte de las materias primas (fruta, pectina, azúcar) y del producto final, así como las derivadas de la eliminación del bote vacío, ya que en el cálculo de la huella de carbono se considera el producto de la cuna a la tumba.

Por tanto, el bote de mermelada con menor huella de carbono tendría un proceso industrial más eficiente energéticamente, utilizaría materias primas producidas localmente y la fábrica no estaría demasiado lejana al punto de venta. Disponiendo de esta información en la etiqueta, podremos elegir los productos que consumimos en base a su comportamiento ambiental y contribuir así a reducir un poco nuestro impacto sobre el entorno.

Si bien la huella de carbono es uno de los indicadores de sostenibilidad ambiental que más se está imponiendo no es el único. Existen otros muchos como la huella hídrica, la huella ecológica, etc.

Medir la huella de carbono no es un proceso fácil. Existen diversas normas (ISO 14.040 y 14.044, ISO 14.067, PAS 2050, etc.) que establecen metodologías de cálculo. Pero el cálculo es sólo el primer paso. Conocer las emisiones de gases de efecto invernadero permite a las empresas identificar las fuentes de emisión y optimizar los procesos para reducirlas.

En un mundo globalizado, incluir información de la huella de carbono en las etiquetas también podría contribuir a fomentar un consumo más local. Según un estudio realizado por Amigos de la Tierra y Universidades de Sevilla y Vigo, muchos de los alimentos que consumimos recorren más de 5.000 km para llegar a nuestra mesa, lo que dispara sus emisiones de gases de efecto invernadero. Mediante la huella de carbono podríamos elegir aquellos con menores emisiones y, por tanto, potenciar la producción local.

Incluir las calorías en el etiquetado de los alimentos hizo que apareciesen productos “light”, porque los consumidores consideraban que era mejor elegir productos que nos ayudaran a no engordar. De la misma manera, introducir la huella de carbono fomentaría una producción más responsable, porque los consumidores podríamos elegir los productos más sostenibles. Esto supondría una ventaja competitiva para estos productos, que se vendería más, por lo que los fabricantes responderían a la demanda de los consumidores reduciendo la huella de carbono de sus procesos industriales.

¿Pero qué pasa con el precio? ¿El bote de mermelada con menor huella de carbono sería el más caro? Teniendo en cuenta que ese bote de mermelada se ha fabricado con un proceso industrial más eficiente energéticamente, consumiendo menos electricidad y combustibles y que, probablemente, haya recorrido menos kilómetros hasta llegar a nuestras manos, la respuesta es que no, no debería ser más caro.

La huella de carbono y otros indicadores ambientales son una valiosa herramienta para conseguir que los consumidores podamos elegir proyectos más sostenibles y para poner las normas del mercado a trabajar en beneficio del medio ambiente. Una dieta equilibrada, sana, natural y “baja en CO2” no solo nos mantiene saludables sino que ayuda a cuidar el planeta.

 

NIEVES_CIFUENTES
Nieves Cifuentes, Profesora de Programas de Medio Ambiente en EOI

 

Hay 1 Comentarios

Muy buena reflexión que además puede ser extendida también a las actividades efímeras. Es el caso de los eventos sostenibles, que permiten disfrutar por igual de un evento pero que sus impactos en la sostenibilidad se reduzcan considerablemente, algunos ejemplos aqui: http://www.tehagoeco.com/?p=869

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