En estos momentos está pendiente de aprobación por el Parlamento y el Consejo el presupuesto de la Unión Europea (UE) para el periodo 2014-2020. En el ámbito de la política energética comunitaria la eficiencia energética es una de las partidas prioritarias de este nuevo presupuesto.
El escenario económico en el que estamos instalados desde hace unos años ha tenido entre otros efectos una disminución de la energía consumida en España. Según datos del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, desde 2007 la energía final consumida en cifras globales no ha dejado de descender. En 2012 el consumo de energía final en España fue de 89,3 millones de toneladas equivalentes de petróleo. Entre 2007 y 2012 esa caída del consumo supuso un descenso acumulado de casi un 16%. ¿Quiere esto decir que hemos mejorado nuestra eficiencia?
Uno de los indicadores habituales para evaluar la eficiencia energética es la intensidad energética. Si analizamos la intensidad energética, definida como la energía final consumida por unidad de PIB, en ese mismo periodo (2007-2012), podemos responder que, desafortunadamente, nuestra eficiencia ha aumentado muy poco. La evolución del escenario económico y laboral explican mejor esas cifras. No obstante, la tendencia que se observa tanto en España como en la UE es de un descenso de la intensidad energética en los últimos años.Son muchas las posibilidades a nuestro alcance para mejorar la eficiencia energética. Quizás la más asequible a todos sea el ahorro y, especialmente, un consumo más selectivo de aquellos productos y servicios más eficientes energéticamente. Cada vez podemos comprar electrodomésticos, vehículos o equipos con mejores prestaciones, más eficientes y con menores emisiones. Pero en un escenario macroeconómico como el que vivimos la demanda de productos más eficientes no se ha visto favorecida y la coyuntura no invita a sustituir ciertos productos y elementos habituales en los hogares españoles por otros nuevos que pueden ser más eficientes. Ni tampoco parece que estemos en un escenario propicio para realizar masivamente reformas encaminadas a mejorar la eficiencia energética de los edificios en los que vivimos y trabajamos.
¿Somos verdaderamente conscientes de la oportunidad que representa incorporar esas innovaciones en nuestro día a día y sus efectos sobre el ahorro a corto y medio plazo para el consumidor y la sostenibilidad medioambiental a largo plazo?
Nuestra limitación de recursos energéticos y especialmente de aquellos de origen fósil, los más demandados en la actualidad, podría ser contrarrestada con el mayor aprovechamiento de nuestra riqueza natural mediante energías renovables.
La creciente demanda de electricidad de la sociedad frente a otras energías finales, lo que ha venido a denominarse como “electrificación” de los patrones de consumo, debería avanzar ligada a criterios de eficiencia energética. No solo el transporte está evolucionando hacia modelos eléctricos, sino también muchos avances tecnológicos que vamos incorporando a nuestro día a día requieren de electricidad y baterías recargables con esta. Nos dirigimos hacia nuevos patrones de demanda de energía, con otras necesidades de consumo y, también, hacia modelos de generación y autogeneración de energía más eficiente y sostenible lo que modificará el mix energético actual. Para que la sostenibilidad pueda ser una realidad más cercana, la especialización en tecnologías energéticas de origen renovable deberá seguir experimentando una gran evolución hasta alcanzar los niveles de calidad y eficiencia necesarios que permitan resolver muchos de los problemas actuales y sea factible su difusión a toda la sociedad. La garantía de servicio y el coste frente a energías alternativas maduras son algunos de los principales retos a afrontar en estos momentos.
En los próximos años, el ámbito de la eficiencia energética es probablemente uno de los nichos de mercado más claros. Todavía no ha sido suficientemente explorado desde el ámbito empresarial. La amplia variedad de sectores que pueden aumentar su productividad, atendiendo a una reducción de sus costes energéticos gracias a nuevas mejoras en eficiencia energética, y el ahorro que experimentarían en su factura energética los ciudadanos, definen un público objetivo muy amplio y receptivo (tanto por criterios económicos como por una mayor sensibilidad medioambiental) a desarrollos que incrementen la eficiencia. La innovación y la creatividad son elementos importantes para obtener nuevas aplicaciones, pero también es necesario el reconocimiento social y el interés en mejorar, aspectos necesarios que nos permitan crecer como sociedad.
Muchos de los cambios que representan las mejoras en eficiencia energética son, sin duda, avances que suponen un claro impulso al crecimiento y la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Lejos de pensar que la tecnología supone una reducción del empleo, estamos ante un nuevo escenario de oportunidades para la especialización en un sector y en unas habilidades que ya son, y seguirán siendo, muy necesarias en los próximos años.
Desde la industria energética se están haciendo continuos procesos de mejora para aumentar la eficiencia energética, que deben ser reforzados institucionalmente y especialmente por los ciudadanos, que elegirán aquellos productos más competitivos y eficientes.
A nivel institucional, la UE ha dado un paso significativo con la entrada en vigor el 25 de octubre del pasado año de la Directiva 2012/27/UE de Eficiencia Energética. Con esta Directiva, de obligado cumplimiento en todos los países miembros de la UE, se ha establecido un marco común para los países de la UE en este ámbito. En la Directiva se establecen medidas regulatorias encaminadas a eliminar barreras en los mercados energéticos que ayuden a resolver muchas de las ineficiencias existentes relacionadas tanto con la oferta como con la demanda de energía. Estas medidas suponen un empuje importante para lograr los objetivos a medio y largo plazo en el ámbito de eficiencia energética en la UE, como es la reducción en un 20% de la energía primaria consumida en el año 2020 en todos los países miembros.